El Sputnik 1 y la carrera espacial
La carrera espacial arrancó el 4 de octubre de 1957. La madrugada de aquel día, el mundo se despertó con la noticia de que una máquina inventada por el hombre surcaba los cielos.
Se trataba del Sputnik 1, la punta de lanza del programa espacial soviético, que daba así un primer y espectacular paso en el camino hacia las estrellas. La entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), doblegaba a Estados Unidos, su rival político, económico, ideológico y militar en la lucha por llegar al espacio.
Así, se iniciaba una auténtica carrera en la que la ciencia y la educación iban a tener un papel protagónico, y que a la larga se iba a decantar por el bando estadounidense, aunque en el camino ha dejado numerosos beneficios a la humanidad.
El Año Geofísico Internacional
En 1952, el Consejo Internacional de Uniones Cientí-ficas propuso el establecimiento del Año Geofísico Internacional, que correría del 1 de julio de 1957 al 31 de diciembre de 1958.
Los científicos advertían de una actividad extraordinaria del Sol durante ese lapso, lo que estimulaba a realizar diferentes mediciones y estudios. En octubre de 1954, el Consejo apremió a los países a construir satélites que permitieran el levantamiento de información, para su posterior estudio.
De inmediato, en julio de 1955, Estados Unidos anunció la puesta en marcha de un programa para diseñar y lanzar un equipo, que a propuesta del Laboratorio de Investigación Naval se denominaría Vanguard, que orbitaría la Tierra y permitiría la recopilación de datos.
No olvidemos que apenas medio siglo atrás los hermanos Wright habían desafiado a la naturaleza con un aparato más pesado que el aire, para, durante unos segundos, mantenerse en un vuelo controlado. Desde entonces la aviación había tenido un espectacular crecimiento. Pero la bóveda celeste aún era un sueño por alcanzar.
Ese anhelo se materializaría aquel 4 de octubre del 57, cuando miles de personas notaron que sus aparatos de radiocomunicación emitían ruidos extraños, lo que ocasionó decenas de llamadas a talleres de reparación, por parte de personas enojadas que no sabían la verdadera causa del aparente desperfecto.
La serie Sputnik
El causante de la interferencia era un pequeño dispositivo de forma esférica, de apenas 58 centímetros de diámetro, y un peso de 83.5 kilogramos. Se trataba del Sputnik 1, resultado de un sigiloso programa de investigación establecido por los soviéticos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Los ingenieros de la URSS habían logrado diseñar potentes cohetes, que en el caso del que puso en órbita al Sputnik, de acuerdo con los reportes emitidos por Moscú, había logrado alcanzar una altura de 945 kilómetros antes de desplazarse paralelamente al planeta a una velocidad de casi 29,000 kilómetros por hora.
Bajo esas condiciones, el satélite pudo separarse del cohete, que constaba de varias secciones, para ubicarse en una órbita a 900 kilómetros sobre la superficie terrestre. El Sputnik 1 circundaba el globo cada 96.2 minutos, y debido a las condiciones de rotación del planeta, podía sobrevolar todos los continentes y las áreas habitadas.
Sin embargo, sus fines parecían ser enteramente pacíficos y científicos. De hecho, los pitidos que emitía y que captaban las radios comunes y corrientes no eran otra cosa que los mensajes cifrados que enviaba de las observaciones que iba efectuando.
Con todo, el miedo no dejó de cundir entre Estados Unidos y sus aliados, ya que las tensiones entre el bloque comunista y el capitalista iban en aumento. Los occidentales temían que los soviéticos pudieran desarrollar satélites capaces de lanzar misiles nucleares desde el espacio. Para completar el cuadro, apenas un mes después de esa primera misión, el 3 de noviembre de 1957, la Unión Soviética puso en órbita al Sputnik 2, con una sorpresa adicional: estaba tripulado por un ser vivo, una perrita llamada Laika. La URSS parecía ganar la batalla por el espacio exterior.
Informes desclasificados en 2002 indican que Laika sólo sobrevivió no más de siete horas. También se dio a conocer que el Sputnik 2 explotó el 14 de abril de 1958, al reingresar a la atmósfera terrestre. Había permanecido 163 días en el espacio y había orbitado al planeta en 2,570 ocasiones.
La respuesta de Estados Unidos
Como era de esperarse, la mayor potencia de Occidente no se iba a quedar cruzada de brazos. Sin embargo, el lanzamiento desde Cabo Cañaveral del primer satélite Vanguard se saldó con un estrepitoso fracaso, por lo que el gobierno entendió que había sido superado por un país que se suponía pobre y con escasos recursos, pero aparentemente con una sólida formación educativa y científica.
Esto orilló a las autoridades estadounidenses a canalizar cientos de millones de dólares de aquella época para reforzar su sistema escolar. En 1958, el Congreso aprobó la Ley de Educación para la Defensa Nacional, que contaba con un presupuesto de 1,000 millones de dólares, que se destinaron a programas educativos federales y estatales, nuevos materiales para centros de educación elemental y media, ayudas a estudiantes universitarios y becas para graduados y programas espaciales relacionados con las ciencias, las matemáticas y los idiomas extranjeros.
Una década más tarde, en 1968, Estados Unidos había duplicado el número de sus estudiantes universitarios, al pasar de poco más de 3 millones, a 6,928,000. Cuatro años más tarde, la educación demandaba 7.8 % del producto interno bruto.
Pero además, Estados Unidos contaba con una poderosa baza: la mayor parte de los científicos alemanes que trabajaron en el programa balístico del Tercer Reich habían sido capturados por el ejército estadounidense.
Entre esos investigadores figuraba Wernher von Braun, quien acabaría encabezando el programa espacial de la Unión Americana. Y aunque los soviéticos también fueron los primeros en poner a un hombre en órbita, el cosmonauta Yuri Gagarin, el 12 de abril de 1961, a bordo de la nave Vostok 1, a la larga acabaría imponiéndose Estados Unidos, con la llegada de dos astronautas a la Luna. Pero esa es otra historia.
Los saldos benéficos de la carrera espacial
Es común cuestionar qué beneficios ha dejado esta insistencia por viajar fuera de la Tierra. Esta es una buena oportunidad para dar a conocer las bondades que ha traído la carrera espacial.
En primer término se tiene el espectacular desarrollo de la computación, tanto en equipos como en programas. Sin las herramientas informáticas que se han diseñado y aplicado para lanzar cohetes, poner satélites en órbita o, actualmente, mantener a la Estación Internacional, aún seguiríamos soñando con viajar a la Luna. Pero gracias a los adelantos en microelectrónica y en la física del estado sólido se han producido dispositivos que no solo sirven en las naves, sino que están en nuestras casas u oficinas. La medicina también se ha beneficiado, gracias a los aparatos fabricados para medir las reacciones físicas de los astronautas, como los monitores cardiacos y la termografía multicolor. Otro tanto ocurre con la preparación y conservación de alimentos. El teflón se creó para cubrir cohetes, mientras que el cierre de velcro se adaptó a los trajes espaciales
Asimismo, la odontología ha incorporado taladros de gran velocidad, que originalmente fueron pensados para los satélites científicos, los cuales también están en la base de los sistemas de posicionamiento global, que tanta utilidad tienen ahora para ubicarnos sobre la superficie del planeta.
Estas son algunas de las innovaciones tecnológicas que fueron posibles gracias al anhelo de llegar al espacio, y que ahora forman parte de nuestra cotidianidad.
Por Yassir Zárate Méndez



