Una conversación con Atlántida Coll-Hurtado

Por Patricia de la Peña Sobarzo –

La maestra Atlántida Coll Hurtado, pionera en los estudios geográficos de la minería en México, nos recibe amable y sonriente en su cubículo del Instituto de Geografía (IGg) para conversar con El faro. Su serena seguridad nos da la confianza para iniciar una conversación que fluye agradable y pausada; así, nos conduce con calidez desde sus inicios en la geomorfología, hasta la actualidad.
Vocación por la Geografía
El título de maestra de ninguna manera demerita su importante trayectoria intelectual y científica por la geografía de México, al contrario, es un elogio muy merecido a quien ha contribuido ampliamente a la formación de varias generaciones de geógrafos en la Universidad Nacional, institución donde ha ejercido su labor docente y de estudio durante más de cincuenta años. Reconocida doctora e Investigadora emérita por la UNAM, su trayectoria ha trascendido fronteras en el ámbito internacional.
Y es que, a Atlántida Coll, desde que se le escucha, se aprende y de inmediato uno se percata de la gran vocación de maestra, la que adquirió, nos cuenta, por enseñanza misma de su madre, Josefina Oliva, geógrafa, quien ejerció su magisterio en el Colegio Luis Vives y en la Escuela Nacional Preparatoria, y de quien adquirió el gusto por la disciplina.
Al preguntarle por qué se inclinó por la geografía económica, la doctora Coll nos conduce por sus inicios en la geomorfología, a la que se dedicó en un principio cuando se incorporó al Instituto de Geografía en 1967. Su gran gusto lo adquirió por influencia de quien considera a un gran maestro, Gilberto Hernández Corzo: “¡Cómo te influye un maestro en muchas cosas! Nos daba unas clases de geomorfología sensacionales”, exclama.
A pesar de su gran gusto por la materia que le “encantaba”, por razones familiares viviendo un tiempo en Europa descubrió un libro que le abrió otro panorama que no tenía en mente. Se trataba de la Geografía Económica, del profesor francés Pierre George, uno de los grandes geógrafos humanos de la escuela francesa del siglo pasado.
Ese libro fue clave para la doctora Coll, quien considera le abrió un horizonte muy distinto y decidió dar un giro a su actividad académica, inclinándose hacia la investigación de los problemas agrarios del país.
Cambio de rumbo
La doctora Consuelo Soto Mora, a la sazón directora del Instituto, la invitó a trabajar con ella en agricultura, actividad que para los años 70 era fundamental en México. Esa invitación se adaptaba más a su formación familiar, más avocada a las ciencias sociales.
Al respecto, la doctora Coll rememora que encontró ahí “un nicho maravilloso, y me cree un marco teórico basado en la escuela francesa de Pierre George, que era básicamente una orientación marxista de la geografía, que se centraba en el modo de producción, no dónde se producía el maíz, sino cómo y bajo qué condiciones, lo que ofrecía una imagen social y económica totalmente distinta. Enfrentarme a la realidad desde esta otra perspectiva me motivó a seguir en ese camino”.

Además, continúa la investigadora, “en ese momento la agricultura era fundamental porque dividía a México en dos mundos: el moderno de agricultura de exportación de mercado y el que todavía prevalece hoy día. Por desgracia, de esta agricultura magra de subsistencia, predominante en las regiones indígenas, que todavía son rurales, aún tenemos a la mitad de la población viviendo en esas condiciones”.
La obra de la doctora Coll ayudó a consolidar los estudios del campo mexicano desde la perspectiva geográfica. La investigación de geografía agraria de México es considerada como la de mayor tradición en el Departamento de Geografía Económica, convirtiéndose en líder académico en ese campo.
La investigadora emérita del IGg considera que su trabajo en esta rama le permitió abrir una línea de investigación muy interesante que la condujo a otra actividad económica que ha sido también fundamental para México: la minería. Y nos relata que debido a su trabajo de campo “cuando estaba en agricultura me llevó a darme cuenta de que había campesinos que cambiaban su actividad hacia la mina en los tiempos muertos de la agricultura”. Fue así como incursionó en un campo en el que no era frecuente la participación de las mujeres.
Pionera del conocimiento
Fue la dualidad de actividades del campesino convertido en minero, o del minero convertido en campesino, lo que la llevó a estudiar minería. Asienta la investigadora que “fue una irrupción de género” en un campo virgen en el que “las mujeres no entrábamos a la mina. Yo trabajaba con mis alumnas y haber llegado a la mina con ellas lo considero como una apertura de una línea de investigación, que después otros han consolidado”.
Sobre esa etapa, nos relata una anécdota: “La última mina a la que fui, en los años 90, ya nos dieron equipo para entrar a la mina, cascos, botas de color de rosa, entonces ya nos habían aceptado…”. Previo a las investigaciones de la doctora Coll, no había un trabajo sistemático en geografía minera. “Nosotros empezamos aquí en el Departamento”, recalca.
De acuerdo con la doctora Coll, tres elementos son los que aportan la riqueza fundamental del país: el petróleo, las remesas y el turismo. Y es en este último ámbito donde ha trabajado durante muchos años, ya que tiene una incidencia importante en configurar el territorio, “que es nuestra base de estudio”, agrega. Es el impacto territorial del turismo al que la doctora Coll ha dedicado años de estudio, sobre todo, al turismo de sol y playa.
Y es que hay, nos dice, una diferenciación muy clara de los espacios que ocupa el turismo en sus diferentes facetas: el de los grandes hoteles, de los medianos, de menos estrellas, pero después está el espacio de los trabajadores del turismo. Por eso su interés radica en los espacios vitales de la gente que trabaja para ello. Y afirma que se va dando una segregación espacial muy interesante, que es lo que a ella le interesa particularmente, porque, agrega, “en mis trabajos de campo lo he vivido de manera directa”.
A lo largo de su carrera, la eminente investigadora ha participado y coordinado diversos proyectos de investigación del Instituto de Geografía y sus aportaciones han sido numerosas. Entre los hitos más relevantes de su trayectoria académica destacan los dos atlas nacionales de México.
Los jóvenes y el futuro
Sobre el papel de los jóvenes, Atlántida Coll-Hurtado apunta que “lo sustancial es hacer llegar a ellos la importancia del conocimiento del territorio, que conozcan su espacio y eso puede hacerse desde el kínder. Cómo es tu salón de clases, cáptalo, hazlo tuyo. Después haz tuya tu escuela, haz tuya tu casa, tu barrio. Participa en la vida de tu barrio, en el sentido de que sepas cómo está manejado, tiene calles, son cerradas, tiene o no transporte, agua, servicios, que seas consciente del espacio. Una vez que eres consciente de tu propio espacio vital, lo puedes extrapolar un poco más afuera, y hacerte consciente de lo importante que es que conozcas el espacio en el que vives, al que perteneces y aquí me voy a otra materia, que es la historia, ¿de dónde vienes? Si los muchachos pudieran entender esto, lo pudieran captar, asimilar, creo que podrían muy fácilmente incorporarse a la Geografía”.
En cuanto a los factores que tenemos en contra, la doctora Coll considera al exceso de uso tecnológico y comenta “nos gana la Youtube University, nos gana Internet, nos gana el GPS, nos ganan los sistemas de información geográfica.
Confundimos el poder manejar el sistema de información geográfica en la computadora con hacer Geografía”. Por ello, recomienda aprender a valorar en su justo lugar la tecnología y, al mismo tiempo, valorar un poco lo de antes, “no es tarea fácil”.
Para cerrar, asienta que la geografía mexicana está a salvo en la UNAM, ya que la Universidad es la casa de la Geografía.