Conciencia

¿Cómo surge la REPSA?

Por Patricia de la Peña

Sabía usted que la UNAM tiene bajo su resguardo un espacio único en su género, de alto valor biológico por la diversidad y las características de su flora y su fauna? Y no solo eso, sino que esta porción de Ciudad Universitaria abarca los últimos reductos de ecosistemas naturales del sur de la cuenca de México.
Hablamos de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA)

Una apasionada defensa

Los orígenes de la REPSA se remontan a 1983, a raíz de un conflicto motivado por la planeación y desarrollo urbanístico dentro de CU. En ese año se proyectó construir un gran corredor de concreto que incluía una serie de edificios distribuidos desde la Facultad de Ciencias hasta el centro comercial Perisur. Sin embargo, gracias a la acción decidida y valiente de alumnos, profesores e investigadores como Julia Carabias, Jorge Meave, Javier Álvarez, Elena Álvarez-Buylla y Raúl García Barrios, entre otros, se frenó dicho plan.

Así, hombro con hombro, estudiantes de la Facultad de Ciencias y académicos literalmente se plantaron frente a las máquinas y defendieron la porción del Pedregal que se encuentra dentro de CU. Esta situación se dio a raíz de un problema entre dos partes contrapuestas, aunque evolucionó hasta que se logró un arreglo favorable. Todos ellos advirtieron, como estudiantes e investigadores jóvenes, que el Pedregal tiene un papel importante.

En entrevista para El faro, el doctor Luis Zambrano, investigador del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la UNAM y actual secretario ejecutivo de la REPSA, refiere que las autoridades universitarias advirtieron la necesidad de proteger este territorio, lo que dio pie a la creación de una zona ecológica inafectable de 124 hectáreas, hecho consignado en un documento oficial el 3 de octubre de 1983, denominado Proyecto para la Creación de una Reserva del Pedregal de San Ángel.

Durante su primera década de vida, la REPSA estuvo a cargo de la Coordinación de la Investigación Científica, que dispuso la formación de un Comité Asesor integrado por representantes de la Facultad de Ciencias y del Instituto de Biología. Gradualmente, la Reserva fue aumentando su superficie y para marzo de 1996 ya contaba con prácticamente 148 hectáreas. Cuando la Cantera Oriente se crea como zona de recuperación ecológica, llega a abarcar 172 hectáreas. En enero de 1997 se incrementa todavía más al introducirse la figura de Áreas Verdes de Manejo Especial, que incluyen a la mayoría de los camellones de los circuitos y de las vialidades, con lo que el área de protección llegó hasta las 212 hectáreas.

El 2 de junio de 2005 se publica en Gaceta UNAM un Acuerdo del Rector, a la sazón Juan Ramón de la Fuente, que rezonifica, delimita e incrementa la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel de Ciudad Universitaria, llegando a abarcar 237.3 hectáreas, que es su extensión actua.

Antecedentes

El origen del Pedregal se remonta al año 280 de nuestra era, como consecuencia de la erupción del volcán Xitle, cuya lava cubrió una superficie de cerca de 80 km²; el evento destruyó los ecosistemas existentes y dejó un área de roca basáltica sin vegetación. Como se consigna en uno de los artículos de este número, con la llegada de los europeos la zona se consideró como un malpaís, es decir, una región estéril, perspectiva que contrastó con la que tuvieron los pueblos originarios, que advirtieron la rica e intensa vida que tuvo lugar y aún se desarrolla en el Pedregal.

Zambrano explica que durante mucho tiempo este ecosistema permaneció intacto debido a que era de difícil acceso. Con el paso del tiempo, la acumulación de capas de suelo permitió que creciera una gran diversidad de plantas, dando lugar a un nuevo ecosistema. No fue sino hasta mediados del siglo XX que se empezó a fraccionar para construir casas dentro del derrame de lava, lo que condujo a la destrucción de gran parte del mismo. De esta forma, la mayoría de los derrames lávicos fue gradualmente absorbida por el crecimiento de la mancha urbana.

La REPSA quedó como uno de los reducidos espacios naturales donde las características geológicas y geomorfológicas aún pueden ser apreciadas, aunque es imposible tener una idea completa de las características de la vegetación original que cubría al derrame de lava todavía a mediados de siglo.
De ahí que desde sus orígenes el manejo de la Reserva haya representado un gran reto por tratarse de un ecosistema único enclavado en Ciudad Universitaria y en una de las urbes más pobladas del mundo.

Por una revaloración de la Reserva

Ante nuestra curiosidad sobre la percepción que tienen quienes circulan diariamente en Ciudad Universitaria, que ven en la REPSA un territorio abandonado donde solo crece la maleza, el doctor Zambrano nos aclara que la visión de un terreno baldío no solo es la de los habitantes de la Ciudad de México, sino de una parte altamente significativa de la comunidad.En promedio, la mitad de los universitarios desconoce la existencia de la Reserva, a pesar de que abarca la tercera parte del campus. Desafortunadamente, para la mayoría de la gente la REPSA es un basurero, una zona que llenar con nuevas construcciones, un gran estacionamiento o muchas canchas de fútbol. En esta tónica las autoridades de la UNAM no son la excepción; muy por el contrario, son las primeras en hacer “planes de expansión”, de rellenos, de estacionamientos, entre otros.
Pueden entenderse las necesidades de crecimiento de una institución como nuestra UNAM, sin embargo, vale la pena llamar a la reflexión ante lo poco que queda de una parte mínima del Pedregal de San Ángel.

El investigador enfatiza que se trata de un ecosistema que nos proporciona un sinnúmero de beneficios a los habitantes de la ciudad, como la captación de millón y medio de metros cúbicos de agua en temporada de lluvias, lo que permite la recarga de los mantos acuíferos y contribuye a reducir las inundaciones en Tláhuac.

También ayuda en el control de la contaminación del aire, la reducción del calor y del ruido. Por todo esto su preservación es vital, ya que los servicios ambientales que brinda son fundamentales, en particular para el funcionamiento hidrológico de los mantos freáticos del sur de la cuenca de México. De igual manera permite la conservación y protección de fauna y flora, además de constituir un espacio de investigación y un área para las actividades académicas.

Investigaciones sobre la biodiversidad

Desde el punto de vista académico, muchas han sido las investigaciones realizadas en el Pedregal de San Ángel. Esta tradición se remonta a los años cincuenta del siglo pasado, con los trabajos de Jerzy Rzedowski, cuya obra fue un parteaguas en el conocimiento de la vegetación mexicana. Actualmente, en la REPSA se realizan varias investigaciones sobre la vegetación, la fauna endémica e introducida, así como casos especializados como la zoonosis; además, se coordinan programas de servicio social de las carreras de arquitectura, arquitectura del paisaje, biología, medicina veterinaria y zootecnia, trabajo social, diseño y comunicación, geografía, planeación y gestión agropecuaria.

La zona urbana en la que se ubica la REPSA recibe a diario un promedio de 166,000 personas, de las cuales 100,000 son población flotante, así como la circulación de unos 100,000 vehículos; esto implica una gran interacción entre los seres humanos y el entorno, situación que resiente esta área natural.

Por todo lo aquí expuesto resulta indispensable conservar este ecosistema y evitar la extinción de especies —que están en diversos grados de peligro— y permitir su estudio, no solo en términos académicos, sino también para la sensibilización y educación ambiental de la comunidad de Ciudad Universitaria.
Hay que consolidar a la Reserva como un espacio dedicado a la conservación, la educación, la investigación científica y la difusión de la cultura. Los sitios considerados constituyen un patrimonio natural cuya promoción contribuye, además, a la mejor comprensión de la evolución y relación con los elementos bióticos presentes en esta porción del sur de la cuenca de México.

Este entorno no está aislado, y aunque hay varias construcciones en medio del terreno y en las áreas periféricas, la zona tiene relación con otros bosques, como el de Tlalpan, que cumplen un papel central en la sobrevivencia de la REPSA.

Como cualquier otra área natural protegida, entre sus objetivos está la promoción de las ciencias naturales y de la Tierra, ya que se trata de espacios para la investigación científica y pueden contribuir en el desarrollo integral local. De ahí que una de las tareas ineludibles de hoy sea la divulgación más amplia y constante de lo que es la REPSA, para que quienes constituimos la comunidad universitaria seamos copartícipes en su conservación.

Al respecto, el doctor Zambrano afirma:

Conocerla es respetarla y protegerla, es patrimonio de los universitarios y, por lo tanto, debemos cuidarlo. Cuando nos demos cuenta de que la naturaleza es parte de nosotros y que este es nuestro ecosistema, empezaremos a apreciarlo.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba