Grandes Maestros

Salvador Zubirán Anchondo

Promotor de una mística institucional a favor de la ciencia

Formado en plena Revolución Mexicana, con diplomas y títulos firmados por mandatarios como Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, o por figuras de la talla de José Vasconcelos; reconocido como médico de presidentes, el doctor Salvador Zubirán Anchondo fue creador de instituciones y de la mística que las motivó a impulsar el desarrollo de profesionales de la salud con profunda vocación de servicio y compromiso social, constituyéndose en un pilar del estado mexicano en sus orígenes posrevolucionarios.

Entre sus iniciativas destaca el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, hospital y centro de investigación del más alto nivel, que desde 1981 lleva su nombre. También se le atribuye la iniciativa de construir Ciudad Universitaria, bajo la idea de unir en un solo campus los edificios dispersos en el Centro Histórico.

Zubirán convocó a un concurso de diseño, que ganó la Facultad de Arquitectura, definiendo el concepto al ubicar a las facultades de Filosofía y de Ciencias como los pilares sobre los que descansaría la UNAM.

En su rectorado, de 1946 a 1948, formalizó el Colegio de Directores de Facultades y Escuelas, y logró que se aumentara el subsidio pero, al no ser suficiente para dotar de la infraestructura que requiere la operación eficaz de la universidad, en especial bibliotecas y laboratorios, impulsó la campaña de los “10 millones”, involucrando a la comunidad universitaria y a la sociedad civil en el fortalecimiento de la UNAM.

Su paso por la Rectoría fue accidentado, pues asumió el cargo en calidad de interino, y si bien fue ratificado, aplicó medidas que resultaron impopulares, como la racionalización de la matricula universitaria y la unificación del calendario universitario.

Fundó la Escuela de Graduados, en la que participaron institutos de investigación de la universidad y de otras entidades académicas nacionales, como el Colegio de México, el Hospital de Enfermedades de la Nutrición, y el Instituto Nacional de Cardiología.

También sentó las bases de la Sociedad Mexicana de Nutrición y Endocrinología y la Revista de Investigación Clínica, muy relevantes para la medicina académica y parte de la extensa lista de aportaciones al país, y a la ciencia médica en concreto. En reconocimiento a esta labor, se le entregó la medalla Belisario Domínguez en 1986.

Visionario y emprendedor por excelencia, con metas “siempre ambiciosas pero realistas” en su longeva vida, murió a seis meses de cumplir 100 años. En palabras de su colega, el doctor Héctor Bourges Rodríguez, “el maestro transmitía conocimientos, pero sobre todo actitudes, valores, principios y una forma de ser que resultaban ejemplares. No temía al talento, al contrario, lo buscaba, se rodeaba de él y esa actitud le dio excelentes frutos”. Hablaba de una mística como “una obra intangible pero muy eficaz, una forma de ser colectiva, toda una filosofía de la vida y de la misión, una tradición cautivadora y placentera que da sentido de pertenencia y da dirección y orden al camino y a la marcha. Un código no escrito pero vigente, un sistema de reglas de un raro sentido común, sumamente exigentes, pero tan eficaces y convenientes que difícilmente se violan, por la cual se funden los sentidos personal y colectivo de propósito y realización; se valora al hombre y al humanismo, el compañerismo, la colaboración, el respeto, la ética y el ir mucho más allá del deber formal”, rememora el doctor Bourges.

Toda una inspiración motivada por Zubirán, que cohesiona y hace crecer a las instituciones y a las personas que entregan a ellas su trabajo comprometido.

por Alicia Ortiz Rivera

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