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El Proyecto TALUD

Bajo el liderazgo de investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, y el concurso de especialistas de otras entidades académicas, se realiza el Proyecto TALUD, dedicado a la investigación oceánica.

 

El océano sigue siendo un mar de oportunidades. El papel que juegan en nuestro planeta las aguas oceánicas es fundamental. Además de ser un enorme regulador del clima global, también es un reservorio de la biodiversidad. A pesar de la intensa y extensa explotación a la que hemos sometido a los océanos, queda en ellos una posibilidad de reivindicación, y por supuesto un amplio horizonte de hallazgos por alcanzar.

En esta ocasión, El faro conversó a la distancia con el doctor Michel E. Hendrickx Reners, del Laboratorio de Invertebrados Bentónicos, ubicado en la Unidad Académica Mazatlán, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML), de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien coordina el Proyecto TALUD, un ambicioso programa que se ha dado a la tarea de investigar en una de las parcelas del océano.

 

El Proyecto TALUD

Este es un proyecto de largo alcance que estudia la fauna y las condiciones ambientales en las aguas profundas del Pacífico mexicano, sobre el denominado talud continental, que corresponde a la porción del fondo de los océanos que se extiende mar abierto después de la plataforma continental, en profundidades que van de aproximadamente 200 a unos 3,000 metros, detalla el investigador.

En el Pacífico mexicano esta región es de particular interés, por la amplia presencia de la denominada Zona del Mínimo de Oxígeno (ZMO), que intercepta gran parte del talud. En consecuencia, amplias franjas de dicha región marítima, que van de entre 50 a 100 metros y 700 a 800 metros de profundidad, presentan una fuerte deficiencia en oxígeno. “El Proyecto TALUD está orientado en particular al estudio de la fauna que vive justo al límite inferior y por debajo de la ZMO”, asienta.

El proyecto arrancó de manera prospectiva en 1989, aunque las actividades más significativas en cuanto a la cantidad de campañas y de muestreos fueron entre 2000 y 2014, año en el que se realizó el último crucero frente a la porción noroeste de la península de Baja California.

De acuerdo con Hendrickx Reners, el objetivo que se persigue con la exploración de aguas profundas obedece, esencialmente, a “conocer la composición de las comunidades asociadas al fondo (bentónicas) y que habitan dentro de la columna de agua (comunidades pelágicas). Sobre la base de estos datos, se puede interpretar qué tanto afectan o impactan los factores ambientales sobre el comportamiento de estas comunidades (abundancia, distribución)”.

 

La Zona del Mínimo de Oxígeno

El investigador universitario explica que las zonas del mínimo de oxígeno son áreas donde hay una reducción muy significativa de las concentraciones de oxígeno disuelto (OD). El fenómeno se debe a dos mecanismos principales: el exceso de materia orgánica producido en la zona superficial/sub-superficial (donde hay producción primaria) que al depositarse provoca un consumo muy alto de oxígeno en la columna de agua; y a la lentitud con la cual se repone el oxígeno en las capas más profundas, mediante las corrientes oceánicas profundas. El balance es un déficit neto de OD que, en algunas zonas, puede conllevar a la presencia de franjas con hipoxia severa o hasta anóxicas. Es el caso del Pacífico mexicano, acota.

Sobre las condiciones que caracterizan esta zona, subraya que, precisamente, “allí se presenta una fuerte deficiencia en los niveles de OD. Comparativamente con las zonas someras, generalmente bien oxigenadas (4-6 mililitros de oxígeno por litro), estas franjas pueden tener valores inferiores a 0.5, a 0.2 o incluso cercanas a 0. Solo algunas especies bien adaptadas pueden tolerar estas condiciones; la mayoría son excluidas de las porciones más críticas de las ZMO”.

En cuanto a la biodiversidad de esta zona, expone que depende un poco del grupo que se estudia y dónde se hace. “Pero por lo general está muy mal conocido debido a las dificultades de acceso. Es más fácil muestrear en un bosque, en una playa rocosa o en una laguna que a 1,000 o 2,000 metros de profundidad. Además, los costos son muy elevados para mover una embarcación en alta mar. Lo que sí sabemos es que la diversidad es mucho más alta de lo que se pensaba y que hay áreas muy ricas en “alimentos orgánicos”, conocidos también como depósitos, que favorecen la presencia de grandes cantidades de individuos adaptados a la deficiencia en OD”, externa.

 

Nuevas especies a la vista

Entre los logros que se puede anotar el Proyecto TALUD se encuentra el hecho de que se han descubierto nuevas especies. “Fueron varias, de diversos grupos faunísticos. Y tenemos otras pendientes de ser descritas. Es un trabajo muy laborioso ya que hay que comparar el material con especies del mismo grupo para resaltar las diferencias que hacen que la nueva especie sea distinta de las demás ya conocidas. Por el momento tenemos tres especies de equinodermos y diez de crustáceos. Se reconocieron potencialmente ya ocho más de moluscos y dos de crustáceos, pero están pendientes estas descripciones. Además, seguramente habrá más especies nuevas dentro de los organismos de la meiofauna, un grupo sumamente mal conocido en el Pacífico mexicano, que fueron recolectados en muestras de sedimentos”, detalla el académico.

Por otro lado, sobre el potencial de aprovechamiento de esta zona marítima, sostiene que es “un punto muy delicado”. Y es que hay especies que pueden aprovecharse por analogía con especies de aguas más someras. En este grupo destacan los camarones Pandalidae, así como algunos grupos de peces o de moluscos.

“El problema es que no tenemos información acerca de su ciclo de vida, de su tasa de crecimiento, de las densidades de las poblaciones. A veces son especies con un metabolismo muy lento, que duran muchos años para alcanzar su edad reproductiva. Por ello la renovación de las reservas eliminadas por la pesca es muy lenta”. Ante esta situación, encuentran que se trata de comunidades que resultarían afectadas de manera irreversible por una pesca descontrolada. “Y eso ya está pasando en otras partes del mundo”.

 

La Colección Regional de Invertebrados Marinos

Un producto derivado del Proyecto TALUD y de otros proyectos desarrollados en el laboratorio es la Colección Regional de Invertebrados Marinos (CRIM), que se encuentra en Mazatlán. Esta colección es el repositorio de material biológico levantado durante actividades de muestreo a lo largo del Pacífico mexicano, tanto en aguas someras como en aguas profundas. “Es importante subrayar que en muchas ocasiones el costo principal para obtener material biológico en los mares es el muestreo mismo, sobre todo en alta mar, y el trabajo de revisión, identificación del material”, indicó.

Una vez terminadas estas actividades, conservar el material identificado en buenas condiciones tiene un costo muy limitado. Sin embargo, el beneficio a mediano y largo plazos es incalculable. Contar con colecciones obtenidas en ecosistemas naturales de hace 50 o más años representa un testimonio de lo que se encontró en aquella época, en un ambiente que quizás ya no existe o fue muy impactado. “Por otro lado, tener material comparativo de diversos grupos de organismos es necesario para estudios taxonómicos. Finalmente, parte de este material puede ser utilizado con fines didácticos, por ejemplo en talleres de sistemática, como ha sido ya el caso con la colección regional en varios cursos organizados en la localidad”, agrega.

La CRIM cuenta con aproximadamente 2,030 especies, unos 205,000 especímenes repartidos en unos 12,000 lotes distribuidos en las colecciones seca y húmeda. Sin embargo, Hendrickx Reners subraya que el acervo de la CRIM va en aumento constante, conforme se sigue con el estudio de material nuevo o pendiente de ser revisado.

El investigador refiere que los primeros ejemplares fueron incorporados a la colección en 1978, y provenían de sistemas costeros. Poco a poco se fue diversificando con la obtención de material de otros ecosistemas, incluyendo la bahía de Mazatlán y el golfo de California, donde se aceleró el proceso de recolección gracias a la llegada del buque El Puma, en 1980, lo que permitió la obtención de material de la plataforma, llegando hasta 120 metros de profundidad y más recientemente el material del talud continental. Además, se sigue incorporando material de zonas costeras cuando se presentan oportunidades.

Por si fuera poco, puntualiza que “la colección también ha podido rescatar partes de colecciones locales de otras instituciones que estaban en deterioro, abandonadas y que fueron obsequiadas a la CRIM. Otras desafortunadamente se perdieron para siempre por falta de visión de algunos directores o responsables de laboratorio. O sea que, además de recibir el material que estudia nuestra institución, la CRIM puede ser receptor de pequeñas colecciones ya existentes, con alto valor representativo de la fauna regional, en peligro de desaparecer, y que deberían ser consideradas como un patrimonio del país”, concluye.

Desde que arrancó el proyecto TALUD en 1989, y gracias a la presencia de El Puma, han organizado 16 cruceros con 103 días de operación en alta mar, sin contar los días de navegación para llegar a las zonas de trabajo, que en total demandaron 25 días de travesía.

El Proyecto TALUD es muestra de la colaboración de la UNAM con otras instituciones académicas y científicas. En este caso, se ha contado con la participación de académicos del Instituto Nacional de la Pesca, a través del Centro Regional de Investigaciones Pesqueras local, además de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad Autónoma de Sinaloa y del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, que han sumado esfuerzos para conocer mejor esta parte del océano.

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