Científicos de la UNAM descartan aparición de volcán en Michoacán


Por Yassir Zárate Méndez
Desde principios de año, investigadores de la UNAM avisaron sobre un enjambre sísmico que tenía lugar en Michoacán, en concreto en las inmediaciones del volcán Paricutín y de la ciudad de Uruapan.
Ante tal fenómeno, se intensificó el monitoreo para anticipar algún evento de tipo catastrófico, como la erupción de un nuevo volcán, situación que ahora han descartado.
Trabajo conjunto
Especialistas del Instituto de Geofísica (IGf) y del Servicio Sismológico Nacional (SSN), así como del Cenapred, ofrecieron una rueda de prensa para ofrecer información en torno a esta vigilancia.
Al respecto, el director del Instituto de Geofísica, Hugo Delgado, explicó las acciones emprendidas por los expertos de la UNAM, así como de las universidades de Colima y la Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
“Tuvimos desde prácticamente el inicio del año una serie de eventos sísmicos ocurriendo en una región de Michoacán, cercana al volcán Paricutín y cercana a Uruapan. Básicamente el seguimiento de la sismicidad originalmente fue efectuada por el Servicio Sismológico Nacional”, adelantó el doctor Delgado.
Hasta este momento se han integrado trabajos relacionados con la misma sismicidad y para poder descartar la posibilidad de que sea un evento de carácter tectónico, es decir, que esté relacionado con el rompimiento de fracturas, de fallas dentro de la corteza, con respecto a un evento de carácter magmático.
Por esta razón, se implementaron estudios a lo largo de estos dos meses, incluyendo la instalación de magnetómetros, midiendo dióxido de carbono difuso en suelo, radón, muestreo de aguas, al tiempo que se estudió la deformación a través de varios métodos.
Toda esta información ha implicado el trabajo conjunto de alrededor de unos 50 investigadores y técnicos académicos de las instituciones referidas.
Alta sismicidad
Desde el 5 de Enero, y hasta el día de la rueda de prensa, se habían registrado tres mil 287 microsismos, rompimiento de fallas y fracturas en distintos niveles, que van de 40 a cinco kilómetros de profundidad. Tras un pico alcanzado a principios de este mes, la actividad ha ido en declive, de acuerdo con el doctor Víctor Hugo Espíndola Castro, subdirector de investigación del Servicio Sismológico Nacional.
“La mayor densidad de ocurrencia de estos sismos fue a principios del mes de febrero y fueron cerca de 400 sismos de los que obtuvimos los datos, aunque algunos no se pudieron localizar”, abundó el especialista del SSN.
De acuerdo con los registros, la cantidad de sismos aumentó a partir del 19 de Enero. Esa situación se mantuvo constante hasta el 31 de ese mes. Luego vino una escalada, con un pico “de mayor sismicidad” entre el 1 y el 4 de febrero, tras un aumento de entre un 80 y un 100% en la cantidad de sismos. En ese momento se decidió utilizar una red de acelerómetros del Centro de Geociencias, del campus Juriquilla de la UNAM.
Fue entonces que a partir del 4 de febrero se observa una disminución en el número de sismos por día. Vale apuntar que la sismicidad inició en Uruapan y se fue recorriendo paulatinamente hacia la región de Tancítaro, todo en territorio michoacano.
Los más de tres mil sismos de este enjambre se han ubicado en magnitudes de entre 2.6 y 4.1, sin que hayan ocasionado afectaciones en viviendas o a la población de la zona.
Descartado un nuevo volcán
En tanto, el doctor Servando de la Cruz Reyna, del Departamento de Vulcanología del IGf, refirió que esta no es la primera vez que ocurre un enjambre sísmico en la región.
Han ocurrido varios enjambres en esta misma región. El primero de ellos fue en 1943, que a la postre culminó con el nacimiento del volcán Paricutín. Posteriormente ha habido al menos otros tres enjambres similares, ocurridos en 1997, 1999 y 2006, con características similares al actual. En esos tres últimos casos no hubo llegada de magma hasta la superficie.
Servando de la Cruz Reyna agregó que han encontrado que el magma se ubica a una profundidad superior a los diez kilómetros.
“Sabemos que los sismos son producidos por un rompimiento de la corteza y que ese rompimiento viene de un esfuerzo que puede reactivar fracturas ya existentes o puede abrir nuevas fracturas. Lo que aquí se ve es que el fracturamiento desarrollado es pequeño, en el sentido de que no hay sismos grandes. La mayor parte de ese gran número de fracturas son pequeñas. Todo esto sugiere que la fuente del esfuerzo es un movimiento de magma, pero a una profundidad considerable, muy probablemente excede los diez kilómetros y aún más”, explicó el integrante del IGf.
Ante estas evidencias, el investigador del Instituto de Geofísica descartó que estemos a las puertas del nacimiento de un nuevo volcán.
”¿Por qué no pensamos que en este caso, como ocurrió en 2006 y como ocurrió a finales de los noventa, no culmine esta actividad con el nacimiento de un volcán , como sí ocurrió en 1943? La razón principal es que, primero, la profundidad de los sismos se mantiene baja. Segundo, la mayor parte del desplazamiento es horizontal.
Eventualmente, algunos paquetes de ese magma buscan caminos para ascender o para meterse y subir a la corteza, eso es lo que produce esa sismicidad”, añadió de la Cruz Reyna.
Estos caminos pueden ser verticales, inclinados u horizontales. Si el camino es vertical, como ocurrió en 1943, ese magma, eventualmente, puede llegar hasta la superficie y hacer que nazca un volcán, pero la mayor parte de las veces, el magma en cuestión no tiene lo que se llama suficiente flotabilidad. Esto significa que para que el magma ascienda hasta la superficie debe tener una densidad menor que la roca que lo encajona, agregó el investigador del Instituto de Geofísica.
El experto universitario añadió que el magma ha presentado un desplazamiento horizontal, situación que ha generado las fracturas y los sismos detectados.
“Es como si pusiéramos una gota de aceite en el fondo de un vaso con agua. El aceite tiene gran flotabilidad y va a subir hasta la superficie. Pero si en lugar de poner aceite, ponemos mercurio en el fondo del agua, ahí se queda o si lo movemos se desplazará horizontalmente. Y esto es lo que está pasando. El magma tiene la flotabilidad necesaria para llegar como hasta unos diez, quince kilómetros de profundidad, y de ahí ha preferido moverse horizontalmente. El desplazamiento que tenía que hacer ya lo hizo, por eso está decayendo la actividad y, como ocurrió en 2006, 1999 y 1997, esa actividad sísmica desaparecerá”, adelantó.
Recordó que el Jorullo, en 1759, y el Paricutín, en 1943, son los más recientes volcanes que aparecieron en la orografía mexicana, y lo hicieron en esa región, aunque de momento se descarta un evento de esa naturaleza, coincidieron los expertos universitarios.
Hasta el momento ha habido una intensa coordinación entre la UNAM y otras entidades académicas, y autoridades locales y federales, como las del Cenapred, por lo que aseguraron que no han bajado la guardia y mantendrán la vigilancia y el monitoreo.



