COORDINADORES DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

Dra. Soledad Funes Argüello: 2023 – 2027

“Que la investigación científica siga siendo un motor y la materia prima de la evolución intelectual y social de México”.

Por Yassir Zárate Méndez

María Soledad Funes Argüello nació en la Ciudad de México en 1975. Sus padres emigraron desde Argentina, debido a la situación política y social que prevalecía en aquel país sudamericano. Su primer contacto directo con la ciencia se dio cuando cursaba el bachillerato, gracias a una entusiasta profesora, “una de esas personas que cambian nuestro destino” y que llevó al grupo de la futura investigadora a realizar una práctica con tortugas marinas en las playas de Michoacán. Esa tarea la efectuaron al lado de biólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Lo llamativo del episodio es que, posteriormente, presentaron los resultados de esas prácticas de campo en congresos internacionales.

A raíz de esa experiencia se animó a matricularse en la licenciatura en Biología de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Durante el tercer semestre de la carrera estuvo en un laboratorio del Instituto de Fisiología Celular, también de la Universidad. En sus propias palabras, se trató de “una experiencia fascinante”. Fue así como tomaba las materias que le correspondían, pero también iba todos los días al laboratorio.

Finalizó la licenciatura en 1997, y posteriormente hizo el doctorado en Ciencias Biomédicas, también en la Universidad Nacional, en 2002. Más adelante tuvo dos estancias posdoctorales en la Universidad Ludwig Maximilians de Múnich, en Alemania, donde colaboró con destacados científicos internacionales y participó en proyectos de vanguardia en su área de especialización.

Tras su regreso al país, en 2009 ingresó como investigadora del Departamento de Genética Molecular en el Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM. Desde 2004 es socia numeraria de la Sociedad Mexicana de Bioquímica, A.C., contribuyendo al avance de esta disciplina en México.

Funes Argüello ha sido reconocida con múltiples distinciones a lo largo de su carrera. Entre ellas destacan el Estímulo a Investigaciones Médicas “Miguel Alemán Valdés”, la Beca para las Mujeres en la Ciencia L’Oréal-Unesco-AMC en 2011, y la Medalla “Alfonso Caso” por sus estudios doctorales, concedida en 2004. También recibió una mención honorífica en el Premio Lola e Igo Flisser-PUIS para el fomento de la Investigación en Parasitología en 2003 y el Premio Weizmann a la mejor Tesis 2002 en Ciencias Naturales, otorgado por la Academia Mexicana de Ciencias y la Asociación de Amigos del Instituto Weizmann.

Además de su labor científica, la Dra. Funes Argüello ha desempeñado importantes asignaciones institucionales. Ha sido coordinadora de Enseñanza del Instituto de Fisiología Celular, presidenta del Colegio del Personal Académico del IFC entre 2012 y 2014, y representante de tutores ante el Comité Académico del Programa de Maestría y Doctorado en Ciencias Bioquímicas de 2013 a 2016.

Asimismo, ha representado al Comité Académico de la Licenciatura en Biología de la Facultad de Ciencias de la UNAM de 2014 a 2016, entre otras responsabilidades. A partir de octubre de 2021 ocupó el cargo de directora del Instituto de Fisiología Celular, “siendo una entidad que es referente nacional e internacional en docencia y que está ligada a la participación del desarrollo social y económico del país”, mientras que en diciembre de 2023 asumió la titularidad de la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM, convirtiéndose así en la primera mujer en ocupar este puesto.

Su trabajo se ha centrado en el desarrollo de nuevas terapias y el estudio de enfermedades complejas, contribuyendo al avance del conocimiento en el ámbito de las ciencias biomédicas. Ha publicado numerosos artículos en revistas científicas de alto impacto y ha sido una figura clave en la formación de nuevas generaciones de científicos, impartiendo cursos y seminarios tanto en México como en el extranjero.

En sus presentaciones ha señalado que el envejecimiento “es el declive funcional que sufre cualquier individuo a través del tiempo, por lo tanto, disminuye la producción de este e incrementa la probabilidad de su muerte a medida que pasa el tiempo”. A dicho proceso se someten todos los seres vivos que hay en la Tierra; su esperanza de vida depende de cada especie, “desde insectos que viven unos días, hasta las tortugas gigantes que viven más de cien años”.

En el laboratorio de la Dra. Funes Argüello se trabaja con la levadura de cerveza, una “fiel compañera de la humanidad” desde hace milenios, con la que además de ayudar a producir bebidas como la cerveza, el vino, o alimentos como el pan, también es un organismo modelo muy utilizado en distintas investigaciones, como las desarrolladas por la Dra. Funes al ser un organismo aerobio facultativo que puede crecer en una fuente fermentable o respiratorio de carbono; este rasgo es particularmente útil para el estudio de las mitocondrias, un tema en el que se ha interesado la investigadora universitaria.

Un ejemplo lo representa el caso de la proteína mitocondrial Slm35, que se encuentra vinculada con la biogénesis del organelo. Diferentes estudios demuestran “que hay factores de transcripción que se involucran con el estrés, lo que significa que resiste más que otras proteínas”.

Entre sus publicaciones destacan artículos como “La célula pone y la mitocondria dispone: estrés, longevidad y muerte celular” y “La migración de genes de la mitocondria al núcleo y la evolución de los genomas mitocondriales”, escritos en coautoría con otros investigadores.

 

Dr. William Lee Alardín: 2015 – 2023

“Las experiencias de movilidad dejan huella en los universitarios a largo plazo”

Por Patricia Yolanda de la Peña Sobarzo

Nació en la Ciudad de México, apenas dos semanas después de que un acontecimiento de trascendencia mundial marcara un hito en la historia de la ciencia y la humanidad: la llegada del hombre a la Luna, el 19 de julio de 1969. Con toda una vida dedicada a la ciencia, particularmente a la astrofísica, quizá no resulte descabellado preguntarse si la conjunción de los astros y aquel evento de trascendencia mundial e importancia planetaria influyeron definitivamente sobre su inclinación vocacional desde el vientre materno.

Desde niño, Lee disfrutaba de organizar campamentos con su familia, en los cuales las noches eran un espacio perfecto para observar lluvias de estrellas y constelaciones como el Can Mayor y Altair. La serie de televisión Cosmos, de Carl Sagan, y un libro de instrucciones para construir un telescopio que le regaló su padre, con quien finalmente construyó uno para observar el cometa Halley en 1986, fueron experiencias que lo marcaron profundamente desde sus primeros años, para vislumbrar su inclinación hacia la astronomía.

La curiosidad que lo llevó a las estrellas lo condujo a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde cursó la licenciatura en Física, obteniendo la Medalla “Gabino Barreda” en 1992. Desarrolló su tesis de licenciatura en el Instituto de Astronomía bajo la dirección del renombrado Dr. Manuel Peimbert Sierra, lo que marcó el inicio de su carrera en el ámbito de la investigación astronómica. Entre 1995 y 1998, realizó una maestría y un doctorado en Física en la Universidad de Wisconsin-Madison, en los Estados Unidos. Su investigación doctoral fue dirigida por Wlodzimierz Kluzniak.

A su regreso a México, Lee Alardín se incorporó al Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, donde comenzó su carrera como investigador. En 2010 asumió la dirección de dicho instituto, cargo que ocupó hasta 2015. Bajo su liderazgo, el instituto experimentó un crecimiento significativo tanto en infraestructura como en visibilidad internacional. Durante este periodo, impulsó el desarrollo de proyectos de colaboración internacional, especialmente en el Observatorio Astronómico Nacional en San Pedro Mártir, Baja California, y en la Sierra Negra, Puebla, en asociación con instituciones de Estados Unidos, Francia, Taiwán y España.

A lo largo de su carrera, William Lee se ha destacado como una figura fundamental dentro de la astronomía mexicana, realizando investigaciones sobre las últimas etapas de la vida de las estrellas, los agujeros negros y las estrellas de neutrones. Su trabajo ha sido clave para entender fenómenos como los destellos de rayos gamma, las binarias de rayos X en nuestra galaxia, y las ondas gravitacionales, cuestiones que están en la frontera de la investigación astronómica moderna. Además, ha contribuido significativamente a la investigación sobre la evolución del universo y la física en condiciones extremas.

Ha sido investigador principal en proyectos financiados por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, el Instituto para México y los Estados Unidos de la Universidad de California, el programa SEP-CONACYT-ANUIES-ECOS Nord con Francia; asimismo, ha sido participante en proyectos financiados por la Agencia Nacional para la Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos.

En 2015 fue nombrado Coordinador de la Investigación Científica de la UNAM donde, por su sobresaliente desempeño, fue ratificado por la Junta de Gobierno de la UNAM en 2020. Durante su gestión promovió la investigación interdisciplinaria, el fortalecimiento de la diversidad y la igualdad de género en las comunidades académicas, así como la integración de los Programas Universitarios con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Su gestión se caracterizó por un énfasis en la cooperación global y en el desarrollo de carreras académicas que fusionaran la docencia con la investigación de vanguardia.

En el ámbito académico, ha sido un ferviente defensor de la divulgación científica, impartiendo numerosas charlas y conferencias para acercar la ciencia a la sociedad. Su labor docente abarca más de 50 cursos impartidos en licenciatura y posgrado, así como en escuelas de verano. Ha organizado 20 eventos académicos (congresos, talleres y escuelas para estudiantes) y dirigido 6 tesis de licenciatura, 7 de maestría y 4 de doctorado, así como supervisado a 5 investigadores posdoctorales. En difusión y divulgación de la ciencia, ha impartido decenas de charlas y ha escrito numerosas notas en diferentes medios de comunicación.

A lo largo de su trayectoria profesional, ha cumplido estancias de investigación en el Centro Copérnico de Astronomía (Polonia), la Universidad de Cambridge (Reino Unido), la Escuela Internacional de Estudios Superiores Avanzados (Italia), el Instituto de Astrofísica de París y el Laboratorio de Astrofísica de Marsella (ambas de Francia), el Instituto de Estudios Avanzados, la Universidad de California-Santa Cruz, el Observatorio Astrofísico Smithsoniano y el Instituto Tecnológico de California (estas últimas cuatro de Estados Unidos).

Lee Alardín ha desempeñado diversas funciones institucionales y académico-administrativas dentro de la UNAM, incluyendo su participación en la Comisión de docencia del Instituto de Astronomía (2003-2005); del Consejo Interno como representante del Departamento de Astrofísica Teórica (2003-2005). También formó parte del Comité Académico de Supercómputo de la Dirección General de Servicios de Cómputo Académico (2004-2007); secretario académico del Instituto de Astronomía (2007-2009); integrante de la Comisión Dictaminadora del Centro de Radioastronomía y Astrofísica (CRyA); y secretario de la Academia Mexicana de Ciencias (2014-2016), de la que forma parte desde 2006. En 2009 se incorporó a la Unión Astronómica Nacional.

Entre los múltiples reconocimientos que ha recibido, destaca el Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos, en la categoría de Investigación en Ciencias Exactas (2009). Durante sus estudios de posgrado, recibió becas prestigiosas como la Fulbright García-Robles/CONACyT y la de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM.

Cuenta con más de 130 artículos publicados en revistas de circulación internacional y más de 75 memorias en congresos, que en su conjunto reúnen más de 10,000 citas en la literatura especializada.

Desde sus investigaciones en el Instituto de Astronomía (IA), hasta su gestión al frente de la Coordinación de la Investigación Científica y actualmente en la Coordinación de Relaciones y Asuntos Internacionales de la UNAM, Lee Alardín ha demostrado una notable capacidad para impulsar el avance del conocimiento y fortalecer la presencia de la ciencia hecha en la Universidad Nacional en el escenario global.

Dr. Carlos Arámburo de la Hoz: 2007 – 2015

“La ciencia en la UNAM contribuye a la generación del conocimiento y ensancha los límites de la ciencia mundial”

Por Patricia Yolanda de la Peña Sobarzo

Carlos Arámburo de la Hoz nació en Teziutlán, Puebla, en 1953. Su infancia la pasó en un rancho que tenía su padre en el estado de Veracruz, donde la naturaleza es exuberante, por lo que siempre se sintió atraído por la diversidad geológica, geográfica y de la fauna y flora de la región, así como por la inmensidad de sus cielos nocturnos. Eso provocó su curiosidad por saber cómo se habían formado y evolucionado. De ahí que su vocación hacia la ciencia se despertara desde la educación básica. Durante su paso por la secundaria, dos acontecimientos mundiales fortalecieron su interés por la ciencia: el primer trasplante de corazón en 1967 y las imágenes del Apolo 8 viendo la Tierra desde la Luna, en 1968. En la preparatoria, los profesores Juan José Hicks, Pablo Aguilar y Raúl Gio le inculcaron el interés por la bioquímica y la biología celular.

En esa vocación también influyó el hecho de vivir con un tío, Carlos de la Hoz Couturier, químico bacteriólogo y parasitólogo, quien le obsequiaba libros sobre aspectos científicos, destacando La biografía y contribuciones de Alexander Fleming.

Todo ello contribuyó para que en sus estudios de licenciatura se inclinara por la carrera de químico farmacéutico biólogo con orientación bioquímico-microbiológica. Durante la licenciatura, la Dra. Andrea Gabayet y el Dr. Alejandro Bayón Caso tuvieron una notable influencia en él, inspirándolo a incursionar en la investigación científica. Recibió la Medalla “Gabino Barreda” por sus estudios de doctorado en Ciencias Químicas (Bioquímica) en la Facultad de Química de la UNAM. Durante su etapa de formación académica, desarrolló trabajos de investigación en el Departamento de Bioquímica del hoy Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” (1975-1983) y de docencia en la Facultad de Ciencias de la UNAM (1979-1989), para luego incorporarse como investigador al Instituto de Investigaciones Biomédicas de esta Universidad (1983-1993).

Su área de especialidad es la bioquímica de proteínas. Se ha centrado en estudiar la heterogeneidad de la hormona de crecimiento (GH) y los cambios que sufre durante la evolución de los vertebrados, demostrando que se trata de una familia de proteínas con diversidad funcional y molecular.

Su producción científica consiste en 134 publicaciones, 97 de ellas internacionales. Ha presentado 360 comunicaciones en diversos foros y ha impartido 97 conferencias. Ha tutelado 29 tesis y dos estancias posdoctorales; mientras que en su laboratorio se han concluido otras 30 tesis sobre las líneas de investigación que encabeza. Ha obtenido financiamiento nacional e internacional para el desarrollo de 55 proyectos de investigación. Fue cofundador y presidente de la North American Society for Comparative Endocrinology y ha formado parte de consejos académicos y directivos de diversas sociedades científicas en el ámbito nacional e internacional.

Como parte de su labor institucional, ha desempeñado diversas funciones a lo largo de tres décadas: fue secretario académico del entonces Centro de Neurobiología (1993-2002), coordinador del campus Juriquilla (1997-2001), y primer director del Instituto de Neurobiología (2002-2007).

En 2007 fue designado como coordinador de la Investigación Científica de la UNAM y ratificado en 2015. Cuando estuvo a cargo de esta entidad, su mayor reto fue articular y coordinar, de manera armónica y cordial, el trabajo de 30 entidades del Subsistema de la Investigación Científica (SIC) y de cinco programas universitarios. Una comunidad crítica, integrada por alrededor de 3,000 académicos y con presencia en todo el territorio nacional.
Ante una situación de crisis presupuestaria en el país y en el mundo por el crack de 2008, se impulsó un ambicioso programa para renovar, actualizar, modernizar y compartir equipamiento científico a través de más de 215 laboratorios (27 nacionales, 53 universitarios y 135 unidades de apoyo pre-existentes), ubicados en entidades del SIC, de humanidades y de facultades y escuelas.

Además del fortalecimiento de los campi foráneos del SIC, se fomentó la ampliación de este a través de la creación y transformación de varias entidades y unidades académicas, así como nuevos programas universitarios; se promovió una política de evaluación y desarrollo que mejoró los indicadores de productividad científica del Subsistema. Así, se dio un crecimiento significativo de la plantilla académica, de la productividad científica, de las patentes sometidas y otorgadas, del número de doctores graduados y del financiamiento a la investigación. Asimismo, se coordinó el trabajo de 66 instituciones para elaborar la Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación que lideró la UNAM, para sentar las bases que permitieran elaborar una política de Estado, para el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018, así como el fortalecimiento de los programas de divulgación científica de la UNAM hacia la sociedad.

Un logro importante fue el diseño y creación de la Unidad de Proyectos Especiales en Apoyo a la Investigación y la Docencia, como una forma novedosa de impulsar la colaboración transversal para potenciar las capacidades de investigación científica, humanística y tecnológica en la UNAM. Durante sus dos periodos al frente de la CIC (2007-2015), se instituyeron varias dependencias importantes, donde se realiza investigación científica del más alto nivel, entre las que se encuentran el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) y la Red de Apoyo a la Investigación (RAI).

De 2015 a 2020 fungió como director general de Asuntos del Personal Académico. Sus contribuciones se reflejaron en la creación de nuevas entidades académicas, programas universitarios y redes, así como en la desconcentración científica y el apuntalamiento de los polos de desarrollo de la UNAM en el país. Trabajó en el fortalecimiento de la infraestructura experimental y el equipamiento de alto nivel mediante la creación de laboratorios nacionales y universitarios, así como en la elaboración de diversas políticas y estrategias para fortalecer la investigación científica y el trabajo académico efectuados en la Universidad.

La revista Líderes Mexicanos lo ha calificado como uno de “los 300 líderes más influyentes de México”. En virtud de su amplia trayectoria y sus destacadas contribuciones académicas e institucionales, en 2022 fue merecedor del Premio Universidad Nacional, en el área de Investigación en Ciencias Naturales y en 2025 fue designado como investigador emérito de la UNAM. Actualmente, el Dr. Carlos Arámburo de la Hoz continua con su labor de docencia e investigación en el Instituto de Neurobiología en Juriquilla, Querétaro.

Dr. René Drucker Colín: 2000 – 2007

“La ciencia, un medio para transformar vidas y construir un mejor porvenir”

Por Patricia Yolanda de la Peña Sobarzo

Nació el 15 de mayo de 1937 en la Ciudad de México. Desde su formación inicial en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se graduó en la licenciatura en Psicología, René Drucker cultivó una pasión por los misterios del cerebro que lo llevaría más allá de las fronteras del país. Luego de realizar una maestría en la Universidad de Illinois, regresó a México y se incorporó al Instituto de Investigaciones Cerebrales A.C., donde bajo la guía de Raúl Hernández-Peón, comenzó a interesarse en el estudio de la neurofisiología del sueño.

En 1968, luego de la prematura muerte de Hernández-Peón, aceptó la invitación del Departamento de Fisiología de la Universidad de Saskatchewan, en Canadá, para integrarse como asistente de investigación y, paralelamente, completar su doctorado en Fisiología en la Escuela de Medicina de dicha institución (1971). Regresó a México para incorporarse como investigador asociado en el Instituto Miles de Terapéutica Experimental, así como profesor de asignatura en la Facultad de Psicología de la UNAM, donde también fungió como jefe del Departamento de Psicobiología (1972-1973).

En 1973 obtuvo una beca de la Foundation Fund for Research in Psychiatry para ser profesor visitante en el Departamento de Psicobiología de la Universidad de California, en Irvine. No obstante, en 1974, entusiasmado por la invitación que recibió de Ricardo Tapia para incorporarse como investigador en el Departamento de Biología Experimental del Instituto de Biología de la UNAM, decidió renunciar a la beca y regresar a México.

Desde el Instituto de Biología, Drucker Colín se convirtió en el primero en estudiar los péptidos neuroactivos en la regulación del sueño, analizando los cambios en la excitabilidad neuronal que acompañan a las diferentes etapas del ciclo sueño-vigilia. Con el apoyo de la Fundación Guggenheim, realizó una estancia sabática en el Departamento de Anatomía del Brain Research Institute de la Universidad de California, en Los Ángeles (UCLA), donde desarrolló una técnica que lo llevó a formular su teoría excitostática; esta propone que las actividades durante la vigilia previa afectan el patrón de excitabilidad neuronal que ocurre durante la fase MOR de sueño. Con esta investigación, René Drucker posicionó a México como un referente mundial en neurobiología del sueño.

Asimismo, en 1982 fue pionero en experimentar con trasplantes de tejido nervioso fetal para tratar lesiones cerebrales en adultos. Más tarde, su investigación en Parkinson revolucionó el tratamiento de trastornos neurodegenerativos, al demostrar que el trasplante de células madre podría restaurar funciones perdidas.

Además de sus importantes contribuciones científicas, a lo largo de su trayectoria Drucker desempeñó diversas tareas académico-administrativas en la UNAM: fungió como secretario académico del Centro de Investigaciones en Fisiología Celular (1979-1981); jefe del Departamento de Neurociencias (1985-1990) del Instituto de Fisiología Celular ; jefe del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina (1991-2000); coordinador de Investigación y Posgrado de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina (1992-2000); y coordinador de la Investigación Científica (2000-2007).

En la Facultad de Medicina, René Drucker creó la Clínica de Trastornos de Sueño y la Unidad de Tomografía por Emisión de Positrones (PET). Durante su gestión como coordinador de la Investigación Científica, el Centro de Neurobiología en Juriquilla, Querétaro, alcanzó el estatus de Instituto de Neurobiología (2002); el Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno de Cuernavaca, Morelos, cambió a Centro de Ciencias Genómicas (2004). Asimismo, se crearon el Instituto de Ciencias Físicas (2006), el Instituto de Radioastronomía y Astrofísica en Michoacán (2003); el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada en Querétaro (2002), y el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental en Morelia (2007). Adicionalmente, concibió e implementó el Programa de Investigación Multidisciplinaria de Proyectos Universitarios de Liderazgo y Superación Académica IMPULSA.

Para René Drucker, la divulgación del conocimiento científico era una tarea esencial; en esa línea, en marzo de 2002 comenzó a producir la serie Pequeñas dosis de ciencia, que eran breves cápsulas de radio narradas en su propia voz, con las que buscaba incentivar la imaginación de sus escuchas, mediante la selección de las principales noticias internacionales de ciencia y tecnología.

De 1998 al 2000, Drucker dirigió el suplemento Lunes en la Ciencia, del periódico La Jornada, donde presentaba sus ideas sobre la ciencia y el progreso en México, instando a los gobernantes a otorgar los recursos necesarios para fomentar la investigación. Su labor como conductor del programa Ciencia ¿para qué?, de TV UNAM, le mereció el Premio Kalinga 2011 de la UNESCO. Asimismo, su destacada participación en la sección “En opinión de…”, del noticiero nocturno de Televisa, fue reconocida por el Club de Periodistas de México con el Premio Nacional de Periodismo 2008, y por el Consejo Ciudadano del Distrito Federal con el Premio Nacional de Periodismo 2010.

Titular de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM (2008-2012), Drucker recibió múltiples distinciones a lo largo de su trayectoria: Premio Nacional de Ciencias y Artes; Premio Universidad Nacional en Ciencias Naturales; y la condecoración Orden “Andrés Bello” de Venezuela, entre otras. Investigador emérito del Instituto de Fisiología Celular desde 2005, en 2004 y 2006, fue honrado con sendos doctorados honoris causa por la Universidad Autónoma Metropolitana y por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, respectivamente. En enero de 2013 fue nombrado titular de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, donde meses antes de fallecer, su proyecto Museo Móvil Interactivo “Vive la Ciencia” fue reconocido con el galardón “Roy L. Shafer” Leading Awards 2016.

René Drucker Colín falleció el 17 de septiembre de 2017. A lo largo de su vida dejó una huella imborrable en la ciencia, la educación y la divulgación del conocimiento científico. Su trabajo en el laboratorio, en el aula, en la administración y en los medios de comunicación, inspiró a generaciones de científicos y a toda la sociedad a ver la ciencia no solo como una disciplina académica, sino como un medio para transformar vidas y construir un mejor porvenir.

Dr. Francisco Bolívar Zapata: 1997 – 2000

“Los transgénicos ofrecen importantes beneficios, no existe evidencia de daño”

Por Dalia De La Peña Wing

Nació en la Ciudad de México en 1948. De acuerdo con lo que el mismo doctor Zapata ha compartido en alguno de sus discursos, la decisión de ingresar a la Facultad de Química de la UNAM la tomó gracias a los consejos de su padre José Ignacio Bolívar y de su tío Manuel Madrazo Garamendi, quienes lo convencieron de que la mejor manera de estudiar los procesos que ocurrían en el interior de la célula viva era por medio del estudio de los componentes moleculares que la forman. Así, desde los diez años, su padre fue su gran maestro quien, en los Laboratorios Doctor Zapata, fundados por su abuelo materno, le dedicó su tiempo y amor para explicarle cómo se podía utilizar el conocimiento de los componentes celulares en beneficio de la salud humana.

La anécdota anterior basta para comprender por qué su formación académica comenzó con la licenciatura en Química, seguida de la maestría y el doctorado en Ciencias Químicas con especialidad en Bioquímica, en la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Posteriormente, ampliaría sus estudios con un posdoctorado en el Departamento de Bioquímica y Biofísica de la Universidad de California, en San Francisco, Estados Unidos.
Reconocido como pionero a nivel internacional en la investigación y desarrollo tecnológico en las áreas de biología molecular, ingeniería genética y biotecnología, Bolívar Zapata ha sido un referente en el aislamiento, caracterización y manipulación de genes en microorganismos.

En 1977, fue integrante clave del grupo de investigadores que en San Francisco, California, logró crear los primeros organismos transgénicos, a partir de los cuales obtuvieron, por primera vez, insulina de origen transgénico idéntica a la humana, producida a través de técnicas de ingeniería genética en bacterias.

Dentro de la UNAM, Bolívar Zapata fue director fundador del Centro de Investigación sobre Ingeniería Genética y Biotecnología en 1982. Posteriormente, cuando este centro se transformó en el Instituto de Biotecnología, ocupó el cargo de primer director entre 1991 y 1997.

De 1997 a 2000 desempeñó el cargo de coordinador de la Investigación Científica. Durante este periodo, destaca la creación del Centro de Ciencias de la Materia Condensada (1997), a partir del Laboratorio del Instituto de Física en Ensenada, Baja California; el Proyecto Universitario de Ciencias Espaciales y Planetarias; y la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, a partir de la fusión del Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia y los Museos Universitarios de Ciencia (Universum y Museo de la Luz).

Durante el segundo año de su gestión, se creó el Centro de Ciencias Físicas, a partir del Laboratorio del Instituto de Física en Cuernavaca, Morelos; se reestructuró el diplomado en divulgación de la ciencia; se publicó el primer número de la revista ¿Cómo ves?; se creó el programa radiofónico Por pura curiosidad; y se estableció la Red de Difusores.

De 1996 al 2000, el doctor Bolívar fungió también como vicepresidente y presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, representando a este organismo en reuniones nacionales e internacionales; participó en la propuesta para organizar el Programa de Apoyo a la Biotecnología y en la iniciativa para la creación de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (CIBIOGEM).

Como profesor y tutor ha dirigido más de cincuenta tesis, siendo la mayor parte de posgrado. Es autor de más de trescientas publicaciones en revistas y libros, citadas más de 17,000 veces en la literatura mundial; también ha escrito y editado libros de divulgación y opinión, entre los que destacan Fundamentos y casos exitosos de biotecnología moderna (compilador y editor, 2004); Por un uso responsable de los organismos genéticamente modificados (coordinador, 2011); y Transgénicos: grandes beneficios, ausencia de daños y mitos (coordinador, 2017). El Colegio Nacional ha reunido su obra en cinco tomos.

Su trabajo le ha merecido numerosos premios y distinciones, entre los que destacan: Premio Nacional de Química 1980, otorgado por el gobierno federal; Premio de Investigación en Ciencias Naturales 1982, de la Asociación Mexicana de Ciencias; Premio “Manuel Noriega” en Ciencia y Tecnología 1988, por parte de la Organización de Estados Americanos; Premio Universidad Nacional 1990; Premio Príncipe de Asturias en Investigación Científica y Técnica 1991, otorgado por la Fundación Príncipe de Asturias en España; Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de las Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales 1992, conferido por el gobierno de la República; Premio TWAS en el área de Biología, por la Third World Academy of Sciences, Italia, 1997; Premio “Luis Elizondo” 1998, conferido por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey; y la Venera “José María Morelos y Pavón, Morelense de Excelencia” 2009, por su contribución al desarrollo del estado de Morelos.

Adicionalmente, ha recibido cuatro doctorados honoris causa por las siguientes instituciones: Universidad de Lieja, en Bélgica; Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, México); Colegio de Posgraduados (Colpos, México); y Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM, México). Se suman a estos otros numerosos reconocimientos y distinciones. Desde septiembre de 2012 el auditorio del Instituto de Biotecnología de la UNAM en Cuernavaca, Morelos, lleva su nombre.

Forma parte de El Colegio Nacional desde el 8 de diciembre de 1994; su discurso de ingreso titulado “La genética moderna: horizontes” fue contestado por el doctor Guillermo Soberón Acevedo. De abril de 2013 a septiembre de 2015, desempeñó el cargo de coordinador de Ciencia, Tecnología e Innovación en la Oficina de la Presidencia de la República.

En Estados Unidos fue uno de los fundadores de Genentech, la más importante compañía mundial de ingeniería genética y la primera que produjo hormonas para uso humano. Actualmente, continúa su labor como investigador emérito en el Instituto de Biotecnología de la UNAM y como investigador nacional emérito del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías.

Dr. Gerardo Suárez Reynoso: 1993 – 1997

“La sismología es una ciencia joven, crucial para entender la dinámica interna de la Tierra, prever terremotos y mitigar riesgos sísmicos”.

Por Yassir Zárate Méndez

Gerardo Suárez Reynoso cursó Ingeniería Geofísica en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, en 1976. Cuenta con un doctorado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts en 1983; posteriormente, realizó un posdoctorado en el Lamont Doherty Earth Sciences Laboratory, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, en calidad de investigador asociado.

Regresó a México en 1985 para sumarse a la plantilla del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional; ese fue un año crucial en la investigación sismológica en el país, tras los terremotos de septiembre, que obligaron a replantear las políticas públicas en materia de construcción, pero también en las áreas de la investigación y de protección civil. Fue director del Instituto de Geofísica de 1989 a 1993, donde abrió espacios para la incorporación de jóvenes académicos, en un contexto de renovación de la plantilla. Fue así como se propició la investigación de grupos multidisciplinarios, como el de Vulcanología; el propósito fue el de dar seguimiento a la actividad del Popocatépetl, entre otros volcanes activos.

Entre 1993 y 1997 asumió la titularidad de la Coordinación de la Investigación Científica. Su actividad al frente de esta entidad universitaria se distinguió por el liderazgo para gestionar la creación de los campi de Morelia y Juriquilla, dando un nuevo impulso a la investigación, en la ruta de la descentralización de la UNAM; en esos nuevos espacios se agruparon investigadores de diversa índole.

Después de los sismos del 19 y el 20 de septiembre de 1985, impulsó la modernización del Servicio Sismológico Nacional, junto con otros colegas. De igual manera, Suárez Reynoso se involucró en la creación del comité científico asesor del volcán Popocatépetl, y propició la elaboración de los mapas de peligros, de riesgos y el semáforo de alerta volcánica de ese coloso.

Su destacada trayectoria académica le ha valido un reconocimiento a nivel internacional. Gracias a ello ha desempeñado cargos como el de director fundador de la comisión preparatoria para la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, entre 1997 y 2006; en este lapso se conjuntó un sistema de 321 instrumentos y 16 laboratorios en el mundo, que ahora forman el sistema más importante para la vigilancia de ensayos nucleares y de fenómenos naturales.

Asimismo, Gerardo Suárez Reynoso propuso el desarrollo de la red sismo-geodésica de los estados de Guerrero y Oaxaca. Ha escrito más de 100 artículos relacionados con la sismología, publicados en revistas como Science y Nature, sumando más de 5,800 citas; esto lo convierte en uno de los geocientíficos más referidos del país. Asimismo, es autor de seis libros, dos capítulos de libros, 20 artículos de divulgación y tres recopilaciones de ponencias. Ha tenido a su cargo la dirección de 31 tesis; además, ha impartido cursos en la Facultad de Ingeniería, en el Programa de Posgrado de Ciencias de la Tierra y en la Universidad de Columbia.

Por otra parte, su libro Los sismos en la historia de México es un referente de consulta para diversas generaciones de investigadores. Se trata de una obra monumental, para la que se reunió a un grupo de geofísicos, historiadores y antropólogos que consultaron archivos en México y España, dando pie a la recopilación más completa y sistemática de sismos históricos del país. Este trabajo demostró que la zona de subducción de México es capaz de generar sismos de gran magnitud, de hasta 8.6, que ocasionan enormes tsunamis, dimensionando así el riesgo sísmico y tsunamigénico del Pacífico mexicano. Los sismos en la historia de México es una obra de obligada consulta y de continua referencia, al ofrecer información histórica, social, económica y antropológica, obtenida de fuentes primarias que ofrecen un amplio panorama sobre el impacto que han tenido los sismos en nuestro país desde el periodo prehispánico, hasta el siglo XX.

Por otra parte, el Dr. Gerardo Suárez Reynoso es pionero en el estudio de la tectónica de placas, especialmente de la geometría de la Placa de Cocos; gracias a sus trabajos se puede explicar la distribución del vulcanismo en el país y la brecha sísmica en la costa de Guerrero. En cuanto a la Placa de Cocos, ha estudiado la estructura que presenta y el movimiento a lo largo de la zona de subducción con la Placa Norteamericana; esto permitió la identificación de las singularidades de esta zona del mundo, con respecto a otras áreas de subducción, para explicar el fenómeno de los sismos lentos, que ha sido una de las principales aportaciones en este terreno en los últimos años, y comprender así la distribución oblicua a la costa de la Faja Volcánica Mexicana.

Parte de los estudios de Suárez Reynoso se han centrado en la sismicidad cortical y tectónica de México, Centro y Sudamérica; también en el comportamiento sismo-geodésico de la costa de Guerrero y la formación de la Cordillera de los Andes, gracias a su actividad sísmica.

Otro eje de sus investigaciones es el sistema de alerta sísmica, gracias a los cuales el gobierno mexicano financió su ampliación y modernización; además, trabajó en el diseño y actualización constante de los algoritmos de detección que deciden si se emite o no una señal de alerta. Este rubro es una de sus principales aportaciones, que representa un importante beneficio a la sociedad, en particular para las comunidades asentadas en regiones vulnerables a sismos y tsunamis.

Su actividad ha trascendido el ámbito de la ciencia, para involucrarse en otros terrenos, como el de la cultura. En dicho contexto, sobresale su papel como presidente de la asociación civil de la Academia de Música del Palacio de Minería y de la Orquesta Sinfónica de Minería, cargo que desempeñó durante diez años; asimismo, es integrante de varias asociaciones nacionales e internacionales, como el Seminario de Cultura Mexicana, entre otras.

Por sus aportes a la investigación sobre sismología y vulcanismo, Gerardo Suárez Reynoso recibió el nombramiento de investigador emérito por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente continúa sus investigaciones en el Instituto de Geofísica.

Dr. Luis Esteva Maraboto: 1991 – 1993

“La educación no es solo formación técnica, sino también emocional.”

Por Yassir Zárate Méndez

Luis Esteva Maraboto nació en la Ciudad de México el 31 de enero de 1935. Desde joven se vinculó con el mundo de la construcción, influido por su padre, a quien visitaba en las obras que edificaba. Esto lo llevó a tomar la decisión de matricularse en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, de donde egresó en 1958, con el título de ingeniero civil. Al año siguiente inició una maestría en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), mientras que en 1968 obtuvo el grado de doctor en Ingeniería, cursado en la Facultad de Ingeniería de la UNAM.

De acuerdo con una publicación del Instituto de Ingeniería, al inicio de su trayectoria profesional veía su futuro en el área de hidráulica, “dada la estrecha relación entre su familia materna y la de Antonio Coria, entonces destacado ingeniero de la Secretaría de Recursos Hidráulicos”. Sin embargo, dejó de lado ese interés inicial y optó por el terreno de la ingeniería estructural, influido por el profesor Óscar de Buen, con quien tomó el curso Estabilidad de las Construcciones, en el tercer año de su carrera. Más adelante, Esteva Maraboto colaboró profesionalmente con de Buen, quien encabezaba un despacho de diseño estructural.

Tras finalizar la maestría en el MIT, se incorporó al Instituto de Ingeniería en 1959. De aquella época data su interés por la ingeniería sísmica y los métodos constructivos para reducir los daños a las estructuras y edificios durante los terremotos, tras el llamado sismo del Ángel, ocurrido el 28 de julio de 1957. Ese evento generó una ola de interés por aspectos de la ingeniería sísmica y, en particular, por la elaboración de normas de diseño y su optimación, con base en criterios de equilibrio entre costos de construcción y niveles de riesgo aceptados. En esa coyuntura, Luis Esteva Maraboto se convirtió en pionero de la investigación en un área de frontera entre la ingeniería y la sismología.

Gracias a estos intereses profesionales, se incorporó como asesor a la Comisión para la Reparación de Estructuras Dañadas, formada por instancias gubernamentales para atender los daños causados en Acapulco tras una serie de sismos ocurridos en mayo de 1962. De hecho, a Esteva Maraboto se le reconoce como uno de sus mayores logros haber establecido líneas de investigación aplicados en numerosos países en el estudio de riesgos sísmicos.
Entre sus trabajos destaca la aplicación de métodos y políticas para reducir el riesgo sísmico, especialmente en el levantamiento de construcciones más seguras ante la acción de los temblores. Su experiencia incluye el diseño estructural y la consultoría en proyectos especiales.

“Los resultados de sus investigaciones tuvieron importante repercusión mundial, pues por primera vez se tomaron en cuenta los indicadores cuantitativos de amenaza y riesgo sísmico para establecer criterios de diseño. Otra contribución suya, pionera internacionalmente, fue el desarrollo de expresiones de atenuación de la intensidad sísmica empleando medidas significativas para el análisis de confiabilidad estructural”, refiere la citada publicación del Instituto de Ingeniería. De hecho, el área donde su contribución es más reconocida en niveles internacionales es la de sismicidad y riesgo sísmico, como asienta Roberto Meli también del Instituto de Ingeniería de la UNAM.

Gracias a esta alta preparación se le ha invitado a participar en la redacción de reglamentos de construcción en Acapulco y el entonces Distrito Federal, aunque el reconocimiento a sus habilidades se extendió más allá de las fronteras del país, al colaborar en la integración de reglamentos de construcción de varios países de Centro y Sudamérica.

A su arribo al Instituto de Ingeniería de la UNAM, efectuó las primeras pruebas en muros de mampostería sujetos a carga vertical, así como en modelos analíticos para el análisis de losas con bordes libres para establecer criterios de diseño. En otros ámbitos de práctica profesional, y a partir de su amplio campo de conocimiento, emprendió tareas de diseño estructural y de consultoría en proyectos especiales, al lado de profesionales como el ingeniero David Serur y el ya referido Óscar de Buen. Luis Esteva Maraboto es autor de más de trescientos artículos en revistas, informes técnicos y artículos de divulgación, así como de capítulos de libros sobre ingeniería sísmica, riesgo sísmico y diseño estructural. También es profesor de las divisiones Profesional y de Posgrado de la Facultad de Ingeniería desde 1959.

Entre 1970 y 1977 asumió la Subdirección del Instituto de Ingeniería, mientras que de 1982 a 1991 fue director de la misma entidad. Se desempeñó como titular de la Coordinación de la Investigación Científica de febrero de 1991 a Enero de 1993, donde impulsó diferentes proyectos de trabajo.

Ha sido presidente de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica; de la Asociación Internacional de Ingeniería Sísmica, además de integrante del Consejo Directivo de la Asociación Internacional de Seguridad y Confiabilidad Estructural, de la Academia Mexicana de Ciencias y de la Academia Nacional de Ingeniería, así como integrante correspondiente de la Academia Nacional de Ingeniería de Argentina y de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de Venezuela, al igual que miembro extranjero de la Academia Nacional de Ingeniería de Estados Unidos. Formó parte del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República.

Luis Esteva Maraboto fue merecedor del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Tecnología y Diseño, otorgado por la Secretaría de Educación Pública en 1981. Asimismo, recibió el Premio Universidad Nacional en el área de Innovación Tecnológica y Diseño Industrial en 1993; además, es investigador emérito del Instituto de Ingeniería desde 1994 e investigador emérito en el Sistema Nacional de Investigadores.

En 2012 recibió el Premio “Rose Prize” por la Fundación Eucentre, al que sumó el Premio de Ciencias de la Academia de la Investigación Científica; el Premio “Luis Elizondo”; el Premio Anual de la Academia Nacional de Ingeniería y el Premio de Tecnología de TWNSO (Third World Network of Scientific Organizations); la medalla “Benito Juárez” de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; el Premio Nacional de Protección Civil y el premio “George W. Housner”, del Instituto de Investigaciones e Ingeniería Sísmica de Estados Unidos (Earthquake Engineering Research Institute).

Dr. Juan Ramón de la Fuente: 1989 – 1991

 “La historia de México…ha estado… marcada por la UNAM…”

Por Sandra Vázquez Quiroz

El trabajo científico del Dr. Juan Ramón de la Fuente Ramírez ha contribuido en el área de la psiquiatría y la salud mental en México. Nació en 1951 en la Ciudad de México. Ha realizado investigaciones sobre el alcoholismo, destacando el diseñó de la herramienta AUDIT (Alcohol Use Disorders Identification Test), que permitió la identificación del problema desde sus fases tempranas. Este instrumento fue adoptado por la Organización Mundial de la Salud para evaluar daños clínicos; por la Organización Internacional del Trabajo, por su importancia en la detección de riesgos de trabajo; y por los Institutos de Excelencia Clínica del Reino Unido. 

Es médico cirujano por la Facultad de Medicina de la UNAM; además, cursó una maestría en Ciencias en la Universidad de Minnesota, Estados Unidos, así como una residencia en psiquiatría en la Clínica Mayo en Rochester, donde fue jefe de residentes en 1979. 

Actualmente encabeza la Secretaría de Relaciones Exteriores y ha ocupado diversos cargos tanto del ámbito político como académico. Fue director de la Facultad de Medicina de 1991 a 1994; secretario de Salud de 1994 a 1999; y rector de la UNAM durante dos periodos, de 1999 a 2007. Además, se desempeñó como representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas de 2018 a 2024. 

Su labor académica es amplia e incluye cerca de 123 trabajos en revistas especializadas; 83 capítulos de libros; 200 publicaciones de divulgación sobre diversos temas y poco más de 6,000 citas a su trabajo. Destacan algunos títulos de más de 23 libros de los que ha sido autor, coautor y editor: Marihuana y salud; Salud mental y medicina psicológica; A quién le importa el futuro: las disyuntivas de México; La sociedad dolida, el malestar ciudadano; La investigación en salud: balance y transición; Science Policy in Developing Countries: the case of Mexico; y Voces de Iberoamérica: conversaciones con Carlos Fuentes, Julio María Sanguinetti, Felipe González, Ricardo Lagos, Fernando Henrique Cardoso, Enrique Iglesias, entre otros.

Su trabajo académico se ha caracterizado por dar impulso a la ciencia. En este tenor, de 1986 a 1988 fue director del Programa Universitario de Investigación Clínica; durante su gestión, dicho programa se convirtió en el Programa Universitario de Investigación en Salud, que tuvo como objetivo principal establecer enlaces entre las entidades de la UNAM con el Sistema Nacional de Salud y las universidades, y que en 2020, debido a la contingencia sanitaria por la COVID-19, cambió de nombre a Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes (PUIREE). Fue coordinador de la Investigación Científica de 1989 a 1991. Durante su gestión se instauró el Instituto de Biotecnología y el Centro de Neurobiología, además del Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial en 1990, del cual fue director el Dr. Renán Arcadio Poveda Ricalde. 

Como secretario de estado, al frente de la Secretaría de Salud, entre otras iniciativas promovió la creación de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico en 1999. Posteriormente, en ese mismo año fue designado rector de la UNAM, luego de una crisis de 211 días de paro por la que atravesó la institución. Durante su discurso de toma de posesión mencionó que «La historia de nuestro país en este siglo ha estado decididamente marcada por la Universidad Nacional. No solo como el gran centro formador de cuadros capaces y competentes que son los que mayoritariamente han construido el México en el que hoy vivimos; no únicamente como el gran centro científico y cultural que ha sido y sigue siendo; sino, sobre todo, como la institución comprometida desde su origen con las mejores causas: la libertad, el respeto que incluye por necesidad a la tolerancia, y el genuino deseo de otorgarles a todos los que tocan a su puerta…”.

Cabe destacar que durante su gestión como rector de la UNAM se declaró a Ciudad Universitaria como Patrimonio Cultural de la Humanidad reconocida por la UNESCO; logró la reforma gradual del sistema de inscripciones; impulsó la creación de sistemas eficientes de transporte como Pumabús y Bicipuma en el campus central de la Universidad. Entre muchas iniciativas alentó la instalación de la súper computadora Kan Balam, que en su momento fue una de las computadoras más potentes en América Latina, que antecedió a la generación de supercómputo para la investigación y la docencia en la UNAM.

Por otro lado, en el marco del 75 aniversario de la autonomía universitaria conmemorada en 2004 destacó que “el esfuerzo que la UNAM ha realizado en tal sentido puede no dejarnos plenamente satisfechos; queremos hacerlo mejor. Nos alienta, sin embargo, el hecho incontrovertible de que en las dos evaluaciones globales que se han hecho este año sobre las universidades en el mundo, una en Shanghai y la otra en Madrid, la UNAM es puntera no solo en México sino en toda la América Latina. Honramos así nuestro escudo y el razonamiento en el que se inspira nuestro lema”.

El Dr. Juan Ramón de la Fuente presidió la Academia Mexicana de Ciencias de 1996 a 1997, y la Academia Nacional de Medicina. Es integrante del Instituto Cervantes de España, de la Asociación Internacional de Universidades y miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana. Cuenta con 18 doctorados honoris causa otorgados por universidades nacionales e internacionales. 

Entre sus premios destacan el Premio National Psychiatric Endowment Fund, Whashington, D.C otorgado en 1979; el Premio “Miguel Alemán Valdés” en 1987; el Premio en Ciencias Naturales de la Academia de la Investigación Científica, de la Academia Mexicana de Ciencias en 1989; el Premio “Dr. Eduardo Liceaga” de la Academia Nacional de Medicina en 1992; el reconocimiento Mayo Foundation Distinguished Alumnus Award, Rochester, Minnesota en 1996; el Premio “Ricardo J. Zevada-Conacyt” en 2002; el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2006; y el Premio al Mérito Médico del Consejo de Salubridad General de México en 2010, entre otras distinciones.

 

Dr. José Sarukhán Kermez: 1987 – 1988

“Es tiempo de que las universidades asuman que todas las profesiones tienen un impacto ambiental”

Por Yassir Zárate Méndez

José Sarukhán Kermez nació en la Ciudad de México el 15 de julio de 1940. Es hijo de migrantes armenios que huyeron del genocidio cometido contra ese pueblo; al llegar a México, su familia se estableció en el centro histórico de la capital del país, donde convivió con la comunidad armenia allí asentada.

Estudió la licenciatura en Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM, debido a su interés por las neurociencias. Su tesis Estudio sucesional de un área talada en Tuxtepec, Oaxaca recibió una mención honorífica y fue premiada por la Sociedad Botánica de México, en 1966, al ser la mejor tesis sobre botánica. Cursó la maestría en Ciencias Agrícolas en el Colegio de Posgraduados de la Universidad de Chapingo y posteriormente el doctorado en Ecología en la Universidad de Gales, en el área de ecología de poblaciones; este trabajo doctoral se considera un clásico en el campo de la ciencia ecológica poblacional. Es el primer doctor en Ecología que tuvo México, por lo que es considerado un pionero de esta ciencia en el país.

Entre sus líneas de investigación se encuentran la demografía y ecología de poblaciones de plantas; la demografía comparativa de árboles; estudios de ciclos biogeoquímicos en selvas tropicales y sobre la biodiversidad de México y del mundo; problemas ambientales globales y de desarrollo sustentable, así como en la educación superior y su relación con el desarrollo científico y social. Destaca su estudio sobre la dinámica del proceso de sucesión secundaria en zonas tropicales del mundo; la sinecología de las selvas de Terminalia amazónica en la vertiente del Golfo de México; la demografía de malezas de pastizales en el norte de Gales. Destaca su estudio pionero sobre la dinámica del proceso de sucesión secundaria en zonas tropicales del mundo, un estudio sucesional de un área talada en Tuxtepec, Oaxaca, que sienta las bases para el entendimiento de las primeras fases de recuperación de las zonas taladas en regiones tropicales dedicadas a la agricultura trashumante.

Las aportaciones de José Sarukhán Kermez a la literatura sobre ecología de poblaciones fueron consideradas por la revista Journal of Ecology entre los diez artículos más influyentes en la ecología de poblaciones del siglo XX. Asimismo, se ha interesado en el darwinismo, la sustentabilidad del desarrollo económico, la restauración ecológica y en aspectos de educación superior, ciencia y tecnología ligadas al desarrollo. Es uno de los ecólogos hispanoamericanos con mayor reconocimiento académico, distinguiéndose por ampliar los terrenos y campos de la investigación científica e incluso del lenguaje.

Fue investigador del Instituto de Biología desde 1972, entidad de la que llegó a ser director para el periodo 1979-1986, y donde fundó el Departamento de Ecología en 1985, que en 1988 se convirtió en el Centro de Ecología, antecedente directo del actual Instituto de Ecología, y al que Sarukhán Kermez se encuentra adscrito desde 1986, siendo investigador emérito. En febrero de 1987 fue nombrado coordinador de la Investigación Científica, donde permaneció hasta diciembre de 1988.

El 2 de enero de 1989 asumió la rectoría de la UNAM, cargo que dejó el 6 de enero de 1997. Bajo su gestión se crearon los consejos académicos de área de las ciencias biológicas y de la salud, de las ciencias físico-matemáticas y de las ingenierías, de las humanidades y de las artes y de las ciencias sociales. Asimismo, se formó el Centro de Investigaciones sobre América del Norte, así como los programas universitarios de Investigación y Desarrollo Espacial; de Medio Ambiente; de Estudios de Género; y de Estudios sobre la Ciudad. Bajo el rectorado de José Sarukhán se apoyaron proyectos de desarrollo académico multidisciplinario en Cuernavaca, Ensenada, Morelia y Juriquilla, consolidando la presencia de la UNAM en el país. Asimismo, se instituyeron el Premio Universidad Nacional para Jóvenes Académicos y el Programa Jóvenes a la Investigación; además, se inauguró el Museo de las Ciencias “Universum”.

Entre los numerosos reconocimientos que ha recibido, destaca el Premio Internacional Tyler, considerado como el equivalente del Premio Nobel en materia de medio ambiente. Sarukhán Kermez recibió este galardón en 2017, por sus contribuciones científicas en los campos de la diversidad biológica y del fortalecimiento institucional. Pieza clave de su trayectoria fue la institución en 1992 de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), de la cual fue su coordinador nacional entre 1992 y 2022. La Conabio se encuentra enfocada exclusivamente en la riqueza natural de México y fue una de las primeras en su tipo en el mundo.

Recibió el Premio Nacional Forestal 1979; el Premio de la Academia de la Investigación Científica 1980; el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1990, en el campo de las Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales; el Premio Semina Motum 2007, de El Colegio de México, por la trascendencia de sus estudios ecológicos; la Medalla “John C. Phillips” 2008, el más alto reconocimiento otorgado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales. En 2011, la Cámara de Diputados le otorgó la Medalla de oro al Mérito Cívico “Eduardo Neri, Legisladores de 1913”, por sus aportaciones científicas en beneficio de la nación; de igual manera, recibió el Premio Campeones de la Tierra 2016 de la ONU, entre otros más.

Presidió la Academia de la Investigación Científica de 1983 a 1985, donde tuvo un importante papel en la creación e implementación del Sistema Nacional de Investigadores. Fue comisionado para el Desarrollo Social y Humano en el gabinete presidencial (2000-2002) y presidente del Consejo Nacional para Participación Social en la Educación de la SEP. Entre sus publicaciones destaca el libro de divulgación Las Musas de Darwin, además de Introducción a la Ecología de Poblaciones: Un enfoque demográfico, de 1987; es autor o coautor de 190 trabajos científicos y 10 libros con más de 7,200 citas en la literatura especializada.

Es integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (1974); la U.S. National Academy of Sciences (1993); la Royal Society of London (2003); la American Academy of Arts and Sciences (2008); la Third World Academy of Sciences; la Academia de Ciencias de California; y de la Academia Europea de Ciencias. Ha recibido trece doctorados honoris causa e ingresó a El Colegio Nacional el 26 de junio de 1987. La reina Beatriz de los Países Bajos le entregó la Condecoración de la Orden de Orange Nassau y en mayo de 2014 fue nombrado Académico Honorario por la Academia Mexicana de la Lengua; también en ese año recibió la Medalla al Mérito de la Fundación UNAM.

Dr. Renán Arcadio Poveda Ricalde: 1985 – 1987

“…contribuir a la apreciación y respeto por la belleza del cosmos”

Por Sandra Vázquez Quiroz

Los paseos nocturnos al lado de su padre por la playa de Puerto Progreso, en su natal Yucatán, algunos libros del físico George Gamow y un libro sobre Marie Curie fueron la inspiración del Dr. Arcadio Poveda Ricalde para inclinarse hacia el estudio de la astronomía. Nació en Mérida en 1930 y realizó estudios profesionales en la Facultad de Ciencias de la UNAM de 1948 a 1951, donde tuvo como maestro al matemático Alberto Barajas Celis. El doctorado lo hizo en la Universidad de California, en Berkeley, de 1951 a 1956, complementando sus estudios posdoctorales en Países Bajos y Francia. A su regreso a México se convirtió en profesor de la Facultad de Ciencias y efectuó trabajos de divulgación de la astronomía durante toda su vida. 

Su trabajo como astrónomo fue reconocido internacionalmente por su desempeño en el campo de las galaxias, donde estableció el denominado método Poveda en 1958, con el cual fue posible determinar las masas de las galaxias individuales, esféricas y elipsoidales, masas que hasta ese momento eran desconocidas. De acuerdo con un documento redactado por el Instituto de Astronomía (IA), su investigación en supernovas y la relación sigma-D aportó nuevas perspectivas sobre la evolución de estos fenómenos cósmicos.

Cabe señalar que, en 1979, junto con otros colegas, fundó la sección “Descubriendo el Universo”, en la revista Ciencia y Desarrollo, publicada por el entonces Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). En su trabajo como divulgador de la ciencia destacó: “mi deseo ha sido siempre contribuir a la apreciación y respeto por la belleza del cosmos”. 

Durante su gestión como director del Instituto de Astronomía de 1968 a 1980, contribuyó al establecimiento del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) en San Pedro Mártir, Baja California, un sitio de importancia internacional desde sus inicios, debido a que en 1981 solo había 21 telescopios de tamaño mayor en todo el mundo, y para la astronomía mexicana se convirtió en una herramienta de observación fundamental. El OAN en San Pedro Mártir continúa haciendo investigación nacional e internacional con equipos de vanguardia como desde su establecimiento; actualmente ha incorporado al trabajo de investigación telescopios robóticos. En febrero de 2025, el Consejo Técnico de la Investigación Científica (CTIC) aprobó nombrar como “Telescopio Arcadio Poveda” al telescopio de 2.12 metros, en honor al científico universitario.

Otra de las instituciones donde participó desde su fundación fue el Centro de Investigación y Estudios Superiores de Ensenada y el Centro de Investigación en Óptica de León, Guanajuato. Fue integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM, del Consejo de Asesores del Conacyt y del Órgano de Gobierno del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica.

Posteriormente, los estudios del Dr. Arcadio Poveda se concentraron en las estrellas dobles y múltiples de tipo trapecio, por lo que en 1974, junto con su colega del IA de la UNAM, Christine Allen, y C. Worley, del US Naval Observatory, mostró que contrario a lo que se pensaba, estos sistemas estelares no se encuentran en expansión, sino en un estado de equilibrio dinámico del cual ocasionalmente se escapa una estrella. Con algunos de sus colegas publicó un exhaustivo compendio de las estrellas dobles y múltiples de la vecindad solar, en el que por primera vez se clasifican las estrellas dobles en jóvenes y viejas.

Arcadio Poveda fue coordinador de la Investigación Científica de la UNAM, de abril de 1985 a febrero de 1987. Durante su gestión fue posible que los investigadores pudieran participar con voz y voto en las decisiones del CTIC; también alentó el desarrollo de proyectos interdisciplinarios y la modernización de la infraestructura de la investigación, así como la descentralización de la ciencia, por lo que promovió dentro del Subsistema de la Investigación Científica la instauración del Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial. Durante su gestión se dio la transformación del Centro de Investigaciones en Fisiología Celular en el Instituto de Fisiología Celular, como se conoce actualmente.

El trabajo original de investigación científica que produjo el Dr. Arcadio Poveda sumaba, hasta 2003, más de setenta artículos publicados en revistas y libros nacionales e internacionales, mientras que sus artículos de divulgación alcanzaron más de 150. Entre los reconocimientos que obtuvo se encuentran: el Premio “Dorothea Kumpke”, de la Universidad de California, que le fue otorgado en 1955; el Premio de la Academia de la Investigación Científica en 1966; el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1975; la Medalla “Eligio Ancona”, del gobierno del estado de Yucatán en 1977; y la medalla “Luis G. León”, de la Sociedad Astronómica Mexicana en 1987. 

Fue integrante de El Colegio Nacional, al que se incorporó en 1989, con el discurso Estrellas dobles y múltiples: cosmogonía y evolución. La presentación estuvo a cargo del microbiólogo Carlos Casas-Campillo y la contestación la dio el físico Marcos Moshinsky, quien destacó que “…la labor de Arcadio, como lo denominaré en adelante dados nuestros muchos años de amistad, puede dividirse en cuatro partes: 1) el astrofísico, 2) el promotor de la astronomía en México, 3) su labor de divulgación en esa ciencia, 4) su impulso al desarrollo de la investigación en nuestro país”.

Cuatro instituciones concedieron al Dr. Arcadio Poveda el grado de doctor honoris causa: la Universidad de Yucatán en 1977; el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica en 1998; el Centro de Investigaciones en Óptica en el año 2000; y la Universidad Nacional Autónoma de México en 2001. El Sistema Nacional de Investigadores lo nombró investigador emérito en 1994 y la UNAM le otorgó también un emeritazgo en 1997. Tras una larga y productiva carrera científica e institucional, el Dr. Renán Arcadio Poveda Ricalde falleció en 2022.

 

Dr. Jaime Martuscelli Quintana: 1981 – 1985

“Con autonomía, las actividades académicas rinden buenos frutos”

Por Dalia De La Peña Wing

Nació el 17 de enero de 1941 en Guadalupe de los Reyes, Sinaloa. En 1964 se tituló como médico cirujano por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en 1973 alcanzó el grado de doctor en Bioquímica por la Facultad de Química de la misma universidad, consolidando así su vocación por la ciencia.

Uno de los aspectos más destacados de la trayectoria de Jaime Martuscelli ha sido su contribución a la investigación y al desarrollo de la ciencia en México, en cuatro áreas fundamentales. En primer lugar, como precursor en el campo de la genética molecular bacteriana; en segundo, su obra dentro de la regulación sanitaria y la tecnología en salud; en tercero, el desarrollo de la vinculación de la investigación con los sectores productivo y gubernamental; y, por último, su impresionante labor como promotor en la creación de nuevas instituciones, así como de formas más adecuadas para la evaluación del quehacer de los investigadores.

En 1965 realizó una estancia posdoctoral en la Universidad de Colorado en Denver, donde logró una de las primeras demostraciones físicas de la inserción de un virus bacteriano, el fago Mu-1, en el cromosoma de la bacteria Escherichia coli, utilizando técnicas de genética y microscopía electrónica del ADN. Este trabajo marcó un hito en la comprensión de cómo los virus bacterianos se integran en el genoma de las bacterias.

En 1969 regresó a México y se reincorporó como investigador auxiliar al Departamento de Biología Molecular del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM. Su carrera fue ascendente, y en 1978 fue promovido a investigador titular “C” de tiempo completo. Durante este tiempo, se dedicó al estudio de las bacterias enteropatógenas, particularmente a la Salmonella typhi, sobre la cual publicó la estadística de métodos de clasificación por fagotipia más grande en el ámbito mundial, derivada de la epidemia de fiebre tifoidea que azotó el Valle de México entre 1971 y 1972, afectando a más de 50,000 personas y que era causada por una bacteria resistente al tratamiento convencional. Este estudio, que identificó una única fuente de infección, fue pionero en la epidemiología molecular de la fiebre tifoidea.

En 1972, en colaboración con investigadores de Suiza y Estados Unidos, publicó otro artículo clave en el que describió el origen y la secuencia de la replicación cromosomal de E. coli, un logro fundamental en la biología molecular, ya que hasta entonces no se conocía la secuencia del origen de replicación en ningún organismo.

En el campo de la docencia, Martuscelli también ha jugado un papel clave. En 1974, participó en la creación e implementación de la licenciatura en Investigación Biomédica Básica de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Su liderazgo en el ámbito académico se consolidó cuando, entre 1976 y 1981, ocupó la dirección del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM. En este periodo fundó el primer Departamento de Biotecnología en México, con el objetivo de vincular la investigación científica con los sectores industrial y de la salud, e impulsó fuertemente al área de inmunología, una de las más consolidadas de este instituto. También apoyó de manera decidida la creación del Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno (hoy Centro de Ciencias Genómicas) en Cuernavaca, y promovió la creación del posgrado en Ciencias Fisiológicas, aprobado en 1978, así como el desarrollo de infraestructura fundamental para la investigación en esta materia.

En enero de 1981, Jaime Martuscelli asumió el cargo de coordinador de la Investigación Científica de la UNAM, donde una de sus primeras aportaciones fue transformar el Centro de Ciencias del Mar y Limnología en el actual Instituto de Ciencias del Mar y Limnología. En materia de descentralización de la investigación científica, su gestión fue fundamental para que, en coordinación con el Conacyt, en 1982 se creara el Centro de Investigación sobre Ingeniería Genética y Biotecnología (hoy Instituto de Biotecnología), ubicado en Cuernavaca, así como para apoyar a los laboratorios de los institutos de Física y de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas, en esa misma ciudad, y al de Energía Solar en Temixco, Morelos. Por otra parte, durante su gestión se emitió el acuerdo para la creación de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel de Ciudad Universitaria.

En 1995, Martuscelli fue designado secretario general de la UNAM, cargo desde el cual consolidó la propuesta del nuevo Reglamento General de Estudios de Posgrado, aprobado en diciembre de ese año. Este reglamento fue crucial para transformar y reorganizar los estudios de posgrado en la Universidad.

A lo largo de su carrera, Martuscelli también ha sido un firme defensor de la vinculación de la investigación universitaria con el sector privado y social. En 2008, al ser nombrado coordinador de Innovación y Desarrollo de la UNAM, impulsó la vinculación con las micro, pequeñas y medianas empresas; promovió la cultura de la propiedad intelectual; y apoyó el desarrollo de incubadoras universitarias y parques tecnológicos.

Fuera de la UNAM, el doctor Martuscelli ha ocupado importantes cargos, entre los que destacan el haber sido secretario ejecutivo del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (1993-1994); y director adjunto de Investigación Científica del Conacyt (1997-2001). Es autor de 49 artículos sobre biología molecular y políticas de investigación en salud; de igual manera, ha participado como coeditor en cinco libros sobre bioquímica y salud. A lo largo de su trayectoria ha recibido numerosos galardones y reconocimientos, entre los que destacan el Premio Sinaloa de Ciencias y Artes 1990 y el Premio “Guillermo Soberón Acevedo” 2014, por sus aportaciones en el desarrollo de instituciones del sector salud, otorgado por el Consejo de Salubridad General, la máxima autoridad en materia de salud en México.

Actualmente continúa su labor como integrante de la Comisión Permanente de Postulación de la Universidad Autónoma de Sinaloa. También es parte del Consejo Directivo de la Fundación Javier Barros Sierra; del Comité Técnico Asesor de la Fundación Mexicana para la Salud A. C.; integrante del Consejo de Administración del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe; y director de la Oficina Técnica de la Red Universitaria Iberoamericana de Incubación de Empresas (Red EMPRENDIA).

Dr. Agustín Ayala Castañares: 1973 – 1980

“El mar por su riqueza natural: vital para el desarrollo de México”

Por Patricia Yolanda de la Peña Sobarzo

Nació en Mazatlán, Sinaloa, el 28 de agosto de 1925. Al terminar el primer año de la licenciatura en Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM (1947-1950), Eduardo Caballero y Caballero lo invitó a unirse a su laboratorio en el Instituto de Biología. Allí, en la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec, el joven Ayala-Castañares dio sus primeros pasos en el estudio de los protozoarios de vida libre.

Al finalizar la licenciatura se unió al Laboratorio de Paleontología de Petróleos Mexicanos (PEMEX), que en esa época estaba emplazado en el Instituto de Geología de la UNAM. Allí se adentró en el fascinante mundo de la micropaleontología, bajo la guía de Manuel Maldonado-Koerdell.

En 1954, tras dejar PEMEX, trabajó en la Comisión de Piscicultura Rural de la Secretaría de Marina, donde tuvo la fortuna de colaborar con José Álvarez del Villar, pionero de la biología marina en México. A finales de ese mismo año, el ingeniero Guillermo Salas, geólogo y director del Instituto de Geología, lo instó a que se formara como geólogo para complementar sus estudios biológicos y convertirse en un verdadero paleontólogo. Esta recomendación fue el principio de una nueva etapa en su vida en la que, además de profundizar en la geología, comenzó a trabajar en el mundo editorial y en la organización del Congreso Geológico Internacional en México (1956), donde se reencontró con Hans E. Thalmann, a quien había conocido en PEMEX, y quien ahora lo invitaba a trabajar en su laboratorio de la Universidad de Stanford, California, con el apoyo de la beca “Robert H. Palmer”.

Luego de realizar su doctorado en la Facultad de Ciencias de la UNAM, a finales de 1957 se fue a Stanford. Allí hizo el postdoctorado en Geología y, bajo la tutela de Thalmann, se sumergió en el mundo de la micropaleontología.

A fines de 1958, el ingeniero Salas le encomendó un nuevo reto: iniciar un programa conjunto entre el Instituto de Geología y la Scripps Institution of Oceanography en San Diego, California. La idea era desarrollar la oceanografía en México, una ciencia que requería un enfoque interdisciplinario que abarcase el aspecto físico, químico, geológico y biológico del mar. Esta propuesta abrió nuevas puertas para Ayala-Castañares quien, con la guía de Fred B. Phleger, oceanógrafo reconocido, diseñó un programa para estudiar las lagunas costeras del Golfo de México, una de sus grandes contribuciones a la ciencia mexicana.

Aun cuando regresó a Stanford para continuar su postdoctorado, fue llamado nuevamente a México para liderar las investigaciones en las lagunas costeras. Al final, optó por hacer una maestría en la UNAM, que culminó en 1963 con una tesis sobre los foraminíferos de la Laguna de Términos; la información de ese documento sirvió de base para crear una red de instituciones científicas e investigadores internacionales. El éxito de estos trabajos fue tal, que el director del Instituto de Geología creó el Departamento de Micropaleontología y Ciencias Marinas de la UNAM, nombrando a Ayala-Castañares como su director.

Investigador universitario desde 1956, ocupó diversos cargos en la UNAM: profesor de Micropaleontología y jefe del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias (1965-1967); fundador y jefe del Departamento de Micropaleontología y Ciencias Marinas del Instituto de Geología (1960-1967); director del Instituto de Biología (1967-1973); coordinador de la Investigación Científica (1973-1980); y director del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (1981-1987).

Durante su gestión al frente del Instituto de Biología, modernizó la dependencia y la reorganizó en cuatro departamentos: Botánica, Zoología, Biología Experimental (a partir del Departamento de Bioquímica) y Ciencias del Mar y Limnología, que fundó con recursos de los institutos de Biología, Geofísica y Geología. En 1968 creó la Estación de Biología Tropical “Los Tuxtlas”, Veracruz, y, en 1971, la Estación de Investigación, Experimentación y Difusión “Chamela”, en Jalisco, ambas reconocidas como reservas de la biosfera a partir de 1998. En 1970 participó en la propuesta al Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Sinaloa para crear la Escuela de Ciencias del Mar en Mazatlán, y el programa de la carrera de biólogo pesquero. En 1971 inauguró la Estación de Investigaciones Marinas “El Carmen”.

Como coordinador de la Investigación Científica, Ayala-Castañares realizó una extraordinaria labor, ocupando paralelamente diversos cargos en México y en el extranjero. En nuestro país fungía, entre otros puestos, como coordinador del Comité de Ciencias y Tecnologías del Mar del Conacyt (1971-1974); vocal ejecutivo del Programa Nacional de Ciencia y Tecnología para el Aprovechamiento de Recursos Marinos del Conacyt (1974-1982); y presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (1975-1976). En el extranjero se desempeñaba como presidente de la Comisión de Oceanografía Intergubernamental de la UNESCO (1977-1982).

Al asumir la coordinación en 1973, el Subsistema de la Investigación Científica de la UNAM contaba con apenas 492 investigadores distribuidos en 719 proyectos, dispersos en nueve institutos y cinco centros. A finales de 1980, el panorama había cambiado radicalmente: doce institutos y ocho centros florecieron bajo su dirección, triplicando la capacidad de investigación de la Universidad. El número de investigadores ascendió a 931 y la cantidad de proyectos se multiplicó hasta superar el millar.

El Centro de Ciencias del Mar y Limnología, creado en 1973, fue una de sus mayores apuestas, convirtiéndolo en un referente nacional e internacional. La infraestructura para la investigación también dio un salto cualitativo. Los buques de investigación oceanográfica El Puma y Justo Sierra se sumaron al esfuerzo, dando una nueva dimensión a las expediciones científicas mexicanas.

A lo largo de su trayectoria, recibió numerosas distinciones, entre las que destacan la Orden de las Palmas Académicas del ministerio francés; el doctorado honoris causa por la Universidad de Burdeos I; y la medalla “Benito Juárez” de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, entre decenas más. Asimismo, formó parte de varias sociedades científicas mexicanas y extranjeras.

Agustín Ayala-Castañares falleció el 23 de noviembre de 2005, dejando huella no solo como un líder indiscutible, sino también como un hombre profundamente comprometido con la construcción de un futuro en el que México y América Latina pudieran ser actores relevantes en el campo de las ciencias marinas.

Dr. Guillermo Soberón Acevedo: 1971 – 1973

“No es lo que se hace, sino cómo y porqué se hace lo que da el sentido de la Universidad”

Por Yassir Zárate Méndez

Guillermo Soberón Acevedo nació en Iguala, Guerrero, el 29 de diciembre de 1925. Cursó estudios en la Escuela Nacional Preparatoria y obtuvo el título de médico cirujano en la Escuela Nacional de Medicina, ubicada en Santo Domingo, en el Centro Histórico de la Ciudad de México y que hoy es la Facultad de Medicina de la UNAM; obtuvo el doctorado en Química Fisiológica en la Universidad de Wisconsin. Entre sus mentores destacan Salvador Zubirán, Ignacio Chávez, Bernardo Sepúlveda y José Laguna.

Tras su regreso a México, se incorporó al Hospital de Enfermedades de la Nutrición, antecedente del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”; posteriormente, formó parte del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, del que fue director. En febrero de 1971 se le nombró titular de la Coordinación de la Investigación Científica, donde permaneció hasta enero de 1973.

Posteriormente, el 3 de enero de 1973 asumió la rectoría de la UNAM; su encargo finalizó el 2 de enero de 1981. En sus ocho años al frente de la Universidad Nacional, Guillermo Soberón Acevedo se dio a la tarea de fomentar la actividad científica. Así, bajo su rectorado se fundaron el Centro de Investigación en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (hoy instituto); el Centro de Ciencias de la Atmósfera (ahora Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático); el Centro de Ciencias del Mar y Limnología, ahora también instituto; y el Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno, actualmente Centro de Ciencias Genómicas. A estas se suman el Centro de Estudios sobre la Universidad, el Instituto de Investigaciones Antropológicas y el Instituto de Investigaciones Filológicas.

En esta línea de trabajo, gestionó la instalación de un telescopio de 2.1 metros en el Observatorio Astronómico Nacional de San Pedro Mártir, Baja California, que se encuentra al nivel de los mejores del mundo. En 1974 se creó la Estación Regional del Noroeste, en Hermosillo, Sonora, como parte de la política de descentralización de la Universidad Nacional. Asimismo, impulsó la Ciudad de la Investigación Científica, que incluía a la Facultad de Ciencias, los centros e institutos de investigación científica y la Coordinación de la Investigación Científica.

Soberón Acevedo también promovió a la Escuela Nacional de Estudios Profesionales, con sedes en Cuautitlán, Acatlán, Iztacala, Aragón y Zaragoza, y que con el paso del tiempo se han abierto en otros estados de la República. En cuanto a la extensión cultural y la promoción de las artes, en el rectorado de Guillermo Soberón se inauguró la Sala Nezahualcóyotl y se promovió el proyecto del Espacio Escultórico.

El Dr. Soberón también tuvo una destacada labor como secretario de Salud y Asistencia; propuso la creación del Instituto Nacional de Salud Pública y del Instituto Nacional de Medicina Genómica e impulsó reformas al sistema nacional de salud, la Ley General de Salud y el reconocimiento del derecho a la protección de la salud. Sobresalen las medidas que tomó para hacer frente a la pandemia de VIH/SIDA.

Asimismo, se desempeñó como coordinador de los Servicios de Salud de la Presidencia de la República (1981-1982) y del Consejo Consultivo de Ciencias, órgano asesor de la Presidencia de la República en esta materia (1988-1995); también se le nombró secretario ejecutivo de la Comisión Nacional para el Genoma Humano (2000-2004); secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Bioética (2004-2005); presidente del Consejo de la Comisión Nacional de Bioética (2005-2009); y presidente del Consejo Asesor Científico y Médico del ISSSTE (2012-2018).

En el terreno de la investigación, sus estudios se enfocaron “en el efecto de la desnutrición sobre los niveles enzimáticos de los mamíferos y la regulación metabólica del nitrógeno en organismos superiores, en particular el amonio y su conversión a urea como mecanismo de detoxificación”, refiere la página de El Colegio Nacional destinada al Dr. Soberón. La labor científica de este distinguido universitario le valió distinciones como el Premio de Ciencias 1965, otorgado por la Academia Mexicana de Ciencias; el Premio “Elías Sourasky” 1968; el Premio “Luis Elizondo” 1974; el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1980; el Premio “Abraham Horwitz” 1991, de la Organización Panamericana de la Salud; y el Reconocimiento al Mérito Médico 1999. Fue nombrado Médico Ilustre de la Nación por la Secretaría de Salud federal (2013) e investigador emérito del Instituto Nacional de Salud Pública (2014).

Perteneció a la Sociedad Mexicana de Bioquímica (de la que fue fundador); a la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas; a la Asociación de Médicos del Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” y la Academia Mexicana de Ciencias. Fue integrante de The Biochemical Society, en Inglaterra; así como de la American Society of Biological Chemists; de The New York Academy of Sciences y de la American Chemical Society, estas últimas tres de Estados Unidos.

Recibió once doctorados honoris causa: Universidad de Wisconsin (1976); Universidad de Oviedo (1979); Universidad Autónoma de Aguascalientes (1979); Universidad de Tel Aviv (1982); Universidad de Salamanca (1986); Universidad Autónoma de Guadalajara (1992); UNAM (1996); Universidad Autónoma del Estado de Morelos (1996); Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (2004); Instituto Nacional de Salud Pública (2007) y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (2010).

Fue presidente ejecutivo de la Fundación Mexicana para la Salud y del Consejo Mexicano para la Acreditación de la Educación Médica. Su quehacer como investigador incluyó la publicación de más de 164 trabajos, además de 25 libros de los que fue autor o coautor. Entre sus últimas obras destacan Temas de salud (1988), Salud para todos: ¿utopía o realidad? (1989), Vericuetos en la investigación y desarrollo de vacunas (1993), y El médico, el rector (2015).

Ingresó a El Colegio Nacional el 5 de noviembre de 1981, donde presentó el discurso de ingreso titulado “El sentido de la Universidad”, contestado por Miguel León-Portilla. Guillermo Soberón Acevedo falleció el 12 de octubre de 2020.

Dr. Roger Díaz de Cossío: 1970 – 1970

“A los universitarios, opciones para que estudien por las rutas a las que su vocación los guíe”

Por Dalia De La Peña Wing –

Roger Díaz de Cossío nació en Gran Bretaña el 7 de diciembre de 1931, mientras su padre cumplía una misión diplomática en Londres. Convencido de que “no podría ser arquitecto porque no sabía dibujar”, en 1955 se tituló como ingeniero civil por la UNAM y completó sus estudios en la Universidad de Illinois, donde alcanzó el grado de maestro en Ciencias y doctor en Ingeniería Civil.

En 1958 se incorporó al recién fundado Instituto de Ingeniería (IIUNAM), donde su labor como ingeniero investigador se centró en el estudio del concreto reforzado. A lo largo de ocho años dedicó su intelecto y esfuerzo a esta disciplina, logrando que su trabajo se erigiera como un referente que, aun después de 50 años, ninguno ha podido superar y que constituye la única contribución mexicana citada en el código de la Asociación Mundial del Cemento.

Entre agosto de 1966 y junio de 1970, Díaz de Cossío asumió la dirección del IIUNAM. En mayo de 1970, el rector Pablo González Casanova lo designó como coordinador de la Investigación Científica y presidente del Consejo para el Proyecto Nueva Universidad, una de las primeras iniciativas de su rectorado. Aun cuando no se concretó como tal, la iniciativa derivó en la creación de los Colegios de Ciencias y Humanidades, aprobada el 26 de enero de 1971, días después de que, en diciembre de 1970, Díaz de Cossío dejara ambos cargos para atender la invitación del entonces secretario de Educación Pública, Víctor Bravo Ahuja, quien lo nombró subsecretario de ese sector.

Desde su labor en el sector educativo, Díaz de Cossío, quien concebía la cultura como un patrimonio universal, continuó apoyando a González Casanova en la implementación del Programa de Descentralización de la UNAM, creando el Sistema de Educación Abierta (1972), que a su vez sentó las bases para la generación de facultades multidisciplinarias. En 1981, se puso en marcha el Instituto Nacional de Educación para Adultos, un proyecto que abrió nuevas puertas al aprendizaje en toda la nación.

A lo largo de su trayectoria, el doctor Díaz de Cossío desempeño numerosos cargos. En la UNAM fue investigador, director del Instituto de Ingeniería y pionero en la creación de la maestría y el doctorado en ingeniería. Asimismo, asumió la jefatura de la División del Doctorado de la Facultad de Ingeniería, además de coordinador de la Investigación Científica y presidente del Consejo de la Nueva Universidad.

En la esfera gubernamental, Díaz de Cossío fue director general de Programación de la Secretaría de Comercio; entre 1970 y 1984, se desempeñó en la Secretaría de Educación Pública como subsecretario de Planeación y Coordinación Educativa; titular del Consejo Nacional de Fomento Educativo y de Publicaciones y Bibliotecas; y subsecretario de Cultura y Recreación, cargos en los que se distinguió siempre como un funcionario pleno de ideas y realizaciones. En la Secretaría de Relaciones Exteriores, fungió como primer director general del Programa para las Comunidades Mexicanas en el Extranjero de esa dependencia, donde apuntaló la importancia estratégica que tiene para México la relación con sus oriundos en Estados Unidos; promovió la creación de centros e institutos culturales de México; y desarrolló proyectos de educación, comunitarios, deportivos y sociales con más de 250 clubes mexicanos. Asimismo, fue presidente de la Fundación Solidaridad Mexicana Americana, y coautor de dos textos sobre mexicanos en Estados Unidos.

Entre las numerosas obras que el doctor Díaz de Cossío publicó a lo largo de su vida, solo una se ubica en el campo de la ingeniería, siendo la mayoría enfocadas al campo de la pedagogía. No obstante, sorprende conocer que se hizo cargo de la edición de nueve tomos con recetas de cocina. Dicha labor la realizó bajo los auspicios del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, cuando Alejandro Carrillo Castro se encontraba al frente de dicho organismo. Esta experiencia llenaba de orgullo a Díaz de Cossío, quien llegó a señalar que se habían vendido más de tres millones de ejemplares de la colección, reconociendo siempre que su mujer fue muy importante para cumplir con dicha responsabilidad, pues ella supervisó la elección de los platillos y estuvo a cargo de la descripción del procedimiento para la elaboración de cada una de las recetas.

El 26 de agosto de 2017, la Facultad y el Instituto de Ingeniería de la UNAM organizaron una emotiva ceremonia para reconocer la trayectoria del doctor Roger Díaz de Cossío, tras cincuenta años de contribuciones a la ingeniería y a la educación de nuestro país. Invitado para presentar su libro La educación mexicana y sus barreras, publicado por editorial Trillas, el homenajeado recibió con agrado la sorpresa, a pesar de no ser partidario de este tipo de actos. Este libro recopila los más lúcidos artículos sobre la educación en general y sobre la formación de ingenieros en particular, que el doctor Díaz de Cossío publicó quincenalmente en el diario El Universal, entre enero de 2004 y junio de 2008. A través de sus páginas describe la educación del país desde un punto de vista crítico. Se trata de una obra de divulgación dirigida a las personas interesadas en conocer y entender de forma sencilla el contexto que tenía la educación nacional.

A lo largo de su fructífera e invaluable trayectoria, y a pesar de los varios cargos y actividades que desempeñó en la administración pública, el doctor Roger Díaz de Cossío nunca dejó de pensar como ingeniero, investigador y profesor, reflejando su inteligencia y pasión de manera extraordinaria, en una amplísima gama de intereses científicos, artísticos y hasta culinarios.

Ingeniero excepcional, pedagogo nato, autor y editor de libros científicos y de divulgación, líder y guía académico, melómano y conocedor del mundo como pocos, el doctor Roger Díaz de Cossío falleció en diciembre de 2017. Sin embargo, su influencia sigue viva en las generaciones que han sido tocadas por su sabiduría y visión.

Dr. Fernando Alba Andrade: 1970 – 1971

“Formar nuevos investigadores para seguir dando vida a la labor de investigación en México”.

Por Dalia De La Peña Wing

Nació en la Ciudad de México el 24 de enero de 1919. Egresado de la Escuela Nacional Preparatoria, entre 1937 y 1941 cursó simultáneamente las carreras de Ingeniería y Física en la Escuela Nacional de Ingeniería y en la Facultad de Ciencias de la UNAM. En esta etapa tuvo la oportunidad de prepararse bajo la tutela de destacados profesores, como el doctor Carlos Graef Fernández, de quien recibió los cursos de Geometría, Mecánica Clásica y Relatividad; con el doctor Alfonso Nápoles Gándara tomó las materias de Geometría Analítica, Cálculo y Análisis Matemático; con el doctor Nabor Carrillo Flores las de Álgebra y Teoría de la Elasticidad; y con el doctor Manuel Sandoval Vallarta acudió a los seminarios de Rayos Cósmicos y Teoría Electromagnética.

Entre 1943 y 1956, Alba Andrade obtuvo el primer título de físico otorgado por la UNAM, así como la primera maestría y el primer doctorado en Ciencias Físicas en la historia de la universidad. Su experiencia como docente impartiendo clases de Física en el marco del Programa de Extensión Universitaria inició en 1940, cuando aún era alumno de la Facultad de Ciencias. En ese mismo periodo se fundó el Instituto de Física (IFUNAM), al que se incorporó primero como ayudante de investigador y poco después con una plaza de investigador, como parte del grupo del doctor Carlos Graef Fernández.

A inicios de los años cincuenta, la UNAM lo envió al Instituto Tecnológico de Massachusetts para investigar reacciones nucleares y supervisar la construcción del primer acelerador de partículas que hubo en América Latina, el del IFUNAM.

El nuevo aparato había sido adquirido sin equipo periférico. Los doctores Fernando Alba y Marcos Mazari construyeron todo lo necesario, así como los grandes imanes con los cuales realizaron medidas de espectroscopía nuclear de gran precisión. El doctor Fernando Alba enfocó siempre sus esfuerzos para tener diseños originales y proponer soluciones, de manera que la mayor parte de dicho equipo se construyese en los talleres del IFUNAM. Así fue como se convirtió en una de las piedras angulares para el desarrollo de la física experimental en México.

La influencia personal del doctor Alba Andrade impactó de manera importante a otros grupos científicos, como los del Centro de Instrumentos y del Centro de Investigación de Materiales de la UNAM, siendo él quien convenció a la entonces Comisión Nacional de Energía Nuclear (CNEN) de adquirir un acelerador Van de Graaff Tandem de 6 MV, para el Centro Nuclear.

Alba Andrade fue jefe del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias y, paralelamente a partir de su nombramiento en 1957, fue director del Instituto de Física. Durante su gestión al frente del IFUNAM representó a México en numerosos foros internacionales, como el Primer Simposio sobre Aplicaciones Pacíficas de la Física Nuclear, realizado en Brookhaven, Estados Unidos. Asimismo, se creó un taller mecánico y electrónico para producir equipo científico, como el espectrógrafo magnético, un imán deflector, un imán selector del haz, un acelerador Cockcroft-Walton de medio millón de voltios y tres mil amperes de corriente. De los tres primeros espectrógrafos de masa que hay en México, el primero fue para el propio Instituto de Física; el segundo, para el Instituto de Geología, con el fin de estudiar la edad y formación de minerales; y el tercero, para el Instituto de Química para investigar la estructura de los compuestos químicos. También colaboró en la construcción de un sistema de vacío para platear los grandes espejos del Observatorio de Tonantzintla, Puebla.

Su gestión al frente del Instituto de Física se caracterizó también por un fuerte apoyo a la formación de grupos de investigación teóricos y experimentales. A pesar de la carga administrativa, continuó con sus labores docentes y de investigación, creando grupos de investigación, entre los que destacó el de espectrometría de masas e instrumentación, que daría origen al Centro de Instrumentos de la UNAM, hoy Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología.

En 1959 fue nombrado delegado por México ante la Comisión Interamericana de Energía Nuclear. Fue presidente de la Sociedad Mexicana de Física, entre 1964 y 1967, e investigador huésped del Instituto Tecnológico de Massachusetts de 1962 a 1963. En diciembre de 1970 recibió el nombramiento como coordinador de la Investigación Científica, responsabilidad que abandonó apenas unas semanas después, al ser llamado, en febrero de 1971, para asumir la presidencia de la Comisión Nacional de Energía Nuclear.

Durante su gestión, consiguió el traslado de casi todos los laboratorios y centros de investigación que estaban dispersos en la Ciudad de México y en otras entidades, al Centro Nuclear. Esta labor le dio una gran fuerza a la CNEN, que derivó en el impulso necesario para reformar la ley y lograr la creación del Instituto Nacional de Energía Nuclear, hecho que impulsó la investigación científica del país.

En 1972, cuando la CNEN se transformó en el Instituto Nacional de Energía Nuclear, el doctor Fernando Alba se convirtió en su primer director (1972-1976). Una vez finalizado su período en dicha dependencia, volvió a sus labores de investigación en el Instituto de Física, ocupándose especialmente de los desarrollos tecnológicos y su incidencia en el país.

De 1973 a 1975 fue gobernador por México ante el Organismo Internacional de Energía Atómica. Entre 1972 y 1985 fue integrante de las Juntas de Gobierno de la UNAM y del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica.

Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Ciencias Fisicomatemáticas y Naturales (1969); investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores (1984); investigador emérito por la UNAM (1985), y Premio Universidad Nacional 1989 en el área de Innovación Tecnológica. El doctor Fernando Alba Andrade falleció el 13 de agosto de 2021, a los 102 años, dejando un legado imborrable en la ciencia mexicana.

Considerado como el forjador de la física experimental y de la instrumentación científica en México, en 2003, el Instituto de Física de la UNAM instauró la medalla “Fernando Alba” en física experimental. El galardón premia a los científicos quienes, como él, van dejado una huella perdurable en este campo.

Dr. Emilio Rosenblueth: 1966 – 1970

“Transformar la realidad en beneficio del ser humano”

Por Patricia Yolanda de la Peña Sobarzo

Abordar la vida de Emilio Rosenblueth significa trazar la trayectoria de un personaje de carácter universal. Fue un hombre con una amplia cultura, que combinaba con una gran inteligencia.

Sus raíces se encuentran en Hungría, de donde su abuelo, Julio Rosenblueth Gutman, emigró a México en el siglo XIX; aquí contrajo matrimonio con María Stearns, mexicana de origen irlandés. Su padre, Emilio Rosenblueth Stearns, recibió una educación esmerada, enriquecida por un ambiente intelectual y artístico, mientras que su madre, Charlotte Deutsch Kleinman, también era originaria de Hungría. Ella conoció a Emilio Rosenblueth Stearns en Monterrey, con quien contrajo nupcias en 1922.

De dicha unión nació Emilio Rosenblueth Deutsch, el 8 de abril de 1926 en la Ciudad de México. Su infancia la vivió muy de cerca con sus padres, teniendo una estrecha relación con su papá. La formación que recibió de su familia fue siempre muy escrupulosa y de una amplia visión. Desde muy niño aprendió equitación y estudió piano, instrumento que tocaba muy bien, particularmente obras de Chopin, Ravel y Debussy.

Otra gran influencia la ejerció su tío Arturo Rosenblueth, quien, al no tener hijos propios, prácticamente lo adoptó cuando falleció el padre de Emilio, quien a la sazón tenía 18 años. Arturo Rosenblueth había sido profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Era un destacado fisiólogo quien, junto a Norbert Wiener, se considera uno de los fundadores de la cibernética.

En cuanto a Emilio Rosenblueth, después de cursar la secundaria y la preparatoria, ingresó a la Escuela Nacional de Ingenieros, de donde se graduó como ingeniero civil. Desde muy joven se había interesado en la ingeniería sísmica y estaba muy bien enterado del panorama mundial de esta y de otras disciplinas. Históricamente, México ha enfrentado catástrofes ocasionadas por sismos; esto despertó el interés de Rosenblueth, consciente de que era un territorio virgen que había que explorar y hacer investigación. Así, averiguó dónde estaban los mejores investigadores en ese campo, los identificó y fue en su búsqueda.

En 1949, con el apoyo de dos becas, ingresó al posgrado de la Universidad de Illinois, una de las universidades con mayor prestigio en ingeniería civil, cuyo principal enseñante en ingeniería sísmica era el connotado Nathan M. Newmark, considerado uno de los padres de la ingeniería sísmica moderna. Allí, Rosenblueth sobresale como el más distinguido de los discípulos de Newmark. Ya desde su tesis doctoral comienza a hacer grandes aportaciones a la ingeniería sísmica. En 1951, la Universidad de Illinois le confirió el grado de doctor en ingeniería. A ello seguiría una estrecha y productiva colaboración hasta 1980, año de la muerte del profesor Newmark. Ambos fueron mundialmente reconocidos por sus contribuciones en ese campo. De hecho, el doctor Daniel Reséndiz, investigador del Instituto de Ingeniería, colega y amigo considera que “el más famoso libro sobre ingeniería sísmica es de dos autores, Newmark, su maestro y de Rosenblueth, el alumno aventajado”
Asimismo, el Ingeniero Reséndiz afirma que la aportación de Rosenblueth a la ingeniería sísmica fue decisiva. Contribuyó a construir los fundamentos científicos que le faltaban a la ingeniería sísmica, para que pasara de ser una actividad que se atendía intuitivamente y con reglas empíricas muy rudimentarias, a ser una disciplina científica desarrollada, bien fundada y con conexión, no solamente con los asuntos técnicos de la ingeniería, sino con todo el saber universal en distintos campos.

Las contribuciones de Rosenblueth al conocimiento fueron múltiples y muy variadas. La diferencia entre los daños causados por un sismo en las zonas blandas y en las zonas firmes de la Ciudad de México es muy aguda. Antes de 1950 las razones se intuían: seguramente hay más daños en la zona blanda porque las ondas sísmicas se amplifican. Pero no se sabía por qué. En 1952, Rosenblueth desarrolló los primeros modelos teóricos para estimar las amplificaciones del movimiento del terreno en suelos blandos y encontró una solución. Este trabajo, junto con el de pioneros de otros países, contribuyó a la fundación de una rama muy importante de la ingeniería sísmica: la estimación de efectos de sitio, como en la actualidad se conocen las perturbaciones que sufren las ondas sísmicas por efectos de la geología superficial. Hoy en día, la posibilidad de diseñar estructuras depende de la capacidad para estimar efectos de sitio, y a Rosenblueth se deben los primeros acercamientos al problema.

Escribió seis libros y más de 250 trabajos científicos y artículos de divulgación, propios y en colaboración, publicados desde 1950. Entre sus publicaciones destacan Consideraciones sobre el diseño sísmico, On earthquake-resistant design, Presión hidrodinámica en presas debida a aceleración vertical con refracción de fondo y Torsiones sísmicas en edificios de un piso.

Fue profesor de universidades de Estados Unidos, Italia, El Salvador, Venezuela, Colombia, Ecuador, Nueva Zelanda, Inglaterra, España, Israel, China y Cuba. También fungió como consultor para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura y la Organización de Estados Americanos en ingeniería de sismos e investigación científica, así como integrante de diversas academias, colegios, asociaciones y sociedades mexicanas y extranjeras.

Formó parte de El Colegio Nacional. Presidió la Academia de la Investigación Científica (1963-1965) y recibió la mayor presea que otorga esta institución (1963). En 1966 fue nombrado coordinador de la Investigación Científica de la UNAM. Bajo su administración, que finalizó en 1970, se creó el Centro de Investigación en Materiales y el Instituto de Astronomía, a partir del Observatorio Astronómico Nacional. Fue subsecretario de Educación (1978-1982), y en 1988 recibió el nombramiento de investigador emérito del Instituto de Ingeniería de la UNAM y de asesor del Centro de Investigación Sísmica.

Su amigo y colega, el Dr. Daniel Reséndiz, arriba mencionado, enfatiza que “Rosenblueth fue uno de los fundadores de la ingeniería sísmica. Esta especialidad era rudimentaria cuando él apenas era un estudiante de ingeniería civil. Setenta años después esta disciplina es una respetable especialidad, en la que trabajan centenares de investigadores en todo el mundo y cuenta con un bagaje científico y tecnológico sólido que ha rendido frutos a la humanidad, por la vía de hacer construcciones más resistentes utilizando de mejor manera los recursos disponibles”.

Empeñado en el objetivo de transformar la realidad en beneficio del ser humano, nos heredó un legado científico sólido y vigente. Emilio Rosenblueth falleció el 11 de enero de 1994 en la Ciudad de México.

Dr. Ignacio González Guzmán: 1961 – 1966

“La citología del líquido encéfalo-raquídeo… objeto de numerosos estudios…”

Por Sandra Vázquez Quiroz

Las líneas de investigación sobre las cuales indagó el Dr. Ignacio González Guzmán durante su carrera académica se enfocaron en el diagnóstico y tratamiento de las púrpuras, la hematología de la lepra y la oncocercosis; también realizó estudios citonucleares de los tumores encefálicos, trabajó la fisiopatología nuclear de las leucemias y una clasificación de la anemia, además de investigaciones sobre la médula ósea. Nació en Puruarán, Michoacán, en 1898 e ingresó a la Facultad de Medicina de la UNAM en 1917, para formarse como médico cirujano en 1923. En conjunto con otros colegas fundó el Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos en 1941, con sede en la antigua Escuela de Medicina, y que en 1954 se trasladó a Ciudad Universitaria y se transformó en el Instituto de Estudios Médicos y Biológicos. 

El Dr. Ignacio González Guzmán presidió la Academia Nacional de Medicina de 1937 a 1938; la Sociedad Mexicana de Medicina Interna en 1937; la Sociedad Mexicana de Historia Natural de 1940 a 1941; la Sociedad Mexicana de Hematología, desde su fundación hasta 1972; la Sociedad Mexicana de Cancerología en 1943; y la Sociedad de Médicos Laboratoristas en 1947. 

Fue director de la Facultad de Medicina de 1944 a 1946 y del Instituto de Estudios Médicos y Biológicos de 1940 a 1965; también encabezó el Departamento de Promoción y Coordinación de la Investigación Científica, de la Unión de Universidades Latinoamericanas de 1953 a 1961; y la Sociedad Internacional de Hematología de 1960 a 1962.

Ocupó las jefaturas del Laboratorio de Cáncer en 1932, del Laboratorio Central de 1932 a 1933 y 1937, de la campaña contra la tuberculosis en 1937, de la Oficina de Higiene de la Alimentación de 1938 a 1941, en el Departamento de Salubridad Pública; de los laboratorios del Hospital General de México de 1925 a 1943 y fue director del Hospital General, perteneciente a la Secretaría de Asistencia Pública. 

Dentro de su labor docente fue profesor de la cátedra de Biología General en la Escuela de Altos Estudios y en la Escuela Normal de Maestros; asimismo, impartió las asignaturas de Fisiología y Embriología en la Facultad de Medicina de la UNAM, y de Histología en la Universidad Obrera. Algunas de sus conferencias en el extranjero las dictó en la Universidad de La Habana, en Cuba; la Universidad de Córdoba, en Argentina; la Universidad de Montevideo, en Uruguay; en el Memorial Hospital de Nueva York; en el Instituto Nacional del Cáncer; y en la Universidad de Cornell, en Nueva York.

Escribió cerca de 250 artículos de investigación y otros más de divulgación, como “El objetivo de inmersión en agua aplicado al estudio leucocitario en la cámara cuenta glóbulos”, publicado en 1931 en la Revista Mexicana de Biología; “Generalities on the Nuclear Content of Some Blood Cells”, publicado en 1948 en la revista Blood, de la American Society of Hematology; y “Contribution à la reconnaissance de l’appareil nucléolaire des cellules leucémiques”, en 1949 en la revista Sang. Algunos títulos de libros en los que fue autor son: Técnicas para las investigaciones nucleolares. Generalidades sobre los nucléolos (1935); Mielosis eritrémica tipo di Guglielmo (1949); y Citofisiología de la inmunidad (1958). 

Fue director de publicaciones como la Revista de la Sociedad Médica del Hospital General; la Revista Mexicana de Biología; Archivos de Anatomía y Fisiología Generales; Archivos Latinoamericanos de Cardiología y Hematología; Boletín del Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos. También formó parte del consejo directivo de Blood, The Journal of Hematology, de Boston; Revue d’Hematologie, de París; Revista Cubana de Cardiología; Revista Latinoamericana de Medicina, de Buenos Aires; y La Prensa Médica Mexicana.

Como integrante de El Colegio Nacional, en 1955 impartió algunos cursos sobre el estudio del microscopio de contraste de fases, con cerca de 13 conferencias sobre el tema; además, en el Boletín del Instituto de Estudios Médicos y Biológicos asentó algunos trabajos sobre la aplicación del microscopio de contraste de fases, según Zernike. Durante este mismo año respondió el discurso de ingreso a El Colegio Nacional del Dr. Manuel Martínez Báez, en el que narra: “Nuestra Universidad Nacional de México, tan recientemente autónoma, llevó al joven sabio en 1935 a la cátedra de Parasitología, la que ha servido hasta la fecha”. En dicho texto, Ignacio González Guzmán destaca el trabajo de su colega como autor del Manual de Parasitología y en general de su trabajo de investigación. 

El Dr. Ignacio González Guzmán fue pionero en la utilización de la microscopía. Al respecto, en el artículo “Algunos aspectos de la historia de la microscopía en México”, publicado en la revista Ciencias de 1988, se destaca el trabajo de sus estudios pioneros sobre el ácido ribonucleico (ARN) y la descripción de la fisiología de dicha molécula.

Fue coordinador de la Investigación Científica de 1961 a 1966, un periodo de cambios en la UNAM, en el que la población de estudiantes tuvo un aumento considerable. Antes había sido director del Instituto de Estudios Médicos y Biológicos, de 1941 a 1965. Dicha entidad dio paso a lo que más tarde se conocería como el Instituto de Investigaciones Biomédicas, establecido en 1969, y que forma parte de las 30 entidades que agrupan el Subsistema de la Investigación Científica de la UNAM. Cabe mencionar que en 1929 participó en la terna para dirigir el Instituto de Biología, aunque fue su contemporáneo, el biólogo Isaac Ochoterena, quien quedó al frente de dicha entidad.

Recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1964. Fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de París, de Chile, de San Marcos de Lima, de Michoacán y de Sonora. El Dr. Ignacio González Guzmán ingresó a El Colegio Nacional en enero de 1944. Una de las citas que se lee en la página principal de El Colegio Nacional destaca: “La citología del líquido encéfalo-raquídeo ha sido objeto de numerosos estudios, particularmente de los autores franceses, y motivo de discusiones a veces enconadas”. González Guzmán forma parte del listado de miembros destacados que descuellan en la Rotonda de las Personas Ilustres. Falleció en la Ciudad de México en 1972.

 

Dr. Alberto Barajas Celis: 1953 – 1961

“Las matemáticas, una pasión y un sueño”

Por Sandra Vázquez Quiroz

El Dr. Alberto Barajas Celis nació en la Ciudad de México en 1913. Fue una persona con pasión por el conocimiento, en particular por las matemáticas. En 1932 realizó sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria y más tarde se matriculó en la licenciatura en Ingeniería en la UNAM, ya que era la única que a su parecer tenía los cursos de matemáticas con más seriedad. 

Se destacó en materias como matemáticas, física e ingeniería, habilidades que lo llevaron a ganar la beca Guggenheim en 1944, que le abrió las puertas para estudiar por un año en universidades como Brown, Princeton y Harvard. Durante su estancia fue invitado a dar algunas conferencias sobre su trabajo, la teoría relativista de la gravitación, planteada por científicos como Logunov, Mestvirishvili, Petrov y George David Birkhoff. Fue en una de sus exposiciones en la Universidad de Princeton donde pudo discutir frente a frente con Albert Einstein, sobre la teoría de la gravitación. También fue un alumno destacado en la Universidad de Harvard, lo que le permitió estudiar con el matemático George David Birkhoff, para escribir más adelante su tesis sobre teoría de la gravitación y obtener su doctorado. 

En México tuvo como profesores a matemáticos destacados como Sotero Prieto Rodríguez y Alfonso Nápoles Gándara. En una conferencia archivada por la Facultad de Ciencias, el propio doctor Barajas narra: “si el maestro Nápoles no me hubiera enseñado Geometría Diferencial y Cálculo Tensorial tan oportunamente jamás hubiera podido platicar con Einstein”.

Le emocionaba tanto el aprendizaje matemático y los profesores que le abrían las puertas a ese mundo, que en un texto publicado en la revista Ciencias en 1991, describe una mañana de clase con Alfonso Nápoles Gándara en el México de 1930: “sus exposiciones eran muy claras, ya que calculaba muy bien la dosis de conocimiento que podíamos absorber sin mayor esfuerzo. Escribía en el pizarrón lo que era necesario y suficiente, y no nos abrumaba con dictados inútiles. Su voz era muy clara y se escuchaba hasta la última fila”. Agradece en dicha publicación haber tenido un profesor de matemáticas distinguido, ya que de lo contrario se hubiese dedicado a otra carrera. 

A su regreso a México formó cuadros de futuros matemáticos; entre varios alumnos destacados le dio clases al astrónomo Arcadio Poveda. Fungió como profesor de Geometría y Teoría de los Números en la Facultad de Ciencias durante más de cincuenta años, siendo director de dicha Facultad de 1947 a 1957. Fue investigador fundador del Instituto de Matemáticas (IM). Su carisma y talento en la ciencia le permitieron referir a otros colegas con David Birkhoff, tanto así que él mismo escribió sobre su colega Carlos Graef Fernández: “Birkhoff, impresionado por el talento de Graef, aceptó con gusto la invitación que le hizo el Instituto de Matemáticas para venir a trabajar en 1943”. George D. Birkhoff fue uno de los matemáticos más notables de su tiempo y se convirtió en el primer investigador extranjero invitado del IM, donde trabajó con los matemáticos Roberto Vázquez y Francisco Zubieta, quienes construyeron el primer continuo lineal y homogéneo que se conoce. Con Javier Barros Sierra intentó un nuevo camino en geometría diferencial, y al lado de Carlos Graef y de Birkhoff trabajó en la teoría de la gravitación.

En una entrevista realizada por Alejandra Jaidar para la revista Ciencias en 1992, el doctor Alberto Barajas se refiere a las matemáticas como “el lenguaje mágico para hablarle a la naturaleza y como la más bella de las ciencias”. Y añadió: “las matemáticas son una pasión y un sueño”. Barajas veía a las matemáticas como un milagro y con una enorme importancia en la cultura. En esta entrevista narra su sentir al ser compañero de generación de Carlos Graef y cómo entre ambos un día soñaron con tener una escuela solo de matemáticas. Dicha idea dio paso a lo que posteriormente se convirtió en la Facultad de Ciencias y en el Instituto de Matemáticas en 1942.

Cabe destacar que de marzo de 1953 a febrero de 1961, Alberto Barajas Celis fue coordinador de la Investigación Científica, periodo en el que las Escuelas Nacionales estaban ubicadas en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Paulatinamente comenzó la mudanza para ocupar el campus de Ciudad Universitaria. 

Cabe agregar que durante su gestión como coordinador, en 1958 se creó el Centro de Cálculo Electrónico (CCE) en el campus universitario, donde se instaló la primera computadora en América Latina, la IBM 650, capaz de ejecutar miles de cálculos por segundo, y cuyo peso era cercano a una tonelada. Con esta nueva tecnología instalada en el CCE se pudo transformar la forma en que la comunidad científica efectuó investigación en la UNAM; además, investigadores de diversas instituciones de educación superior acudían para aprender a manejar la nueva computadora. Más tarde, el CCE dio paso al Centro de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas, Sistemas y Servicios en 1970, que posteriormente se dividido en dos: el Centro de Servicios de Cómputo y el Centro de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas, que en 1976 dio forma al Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas.

El Dr. Alberto Barajas Celis formó parte de un grupo activo de científicos que impulsaron la creación de entidades como Ciudad Universitaria, la Facultad de Ciencias y el Instituto de Matemáticas; también formó parte de la Comisión Nacional de Energía Nuclear. Fue integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM de 1970 a 1979. La Universidad también lo reconoció como profesor emérito en 1976 y posteriormente le fue conferido el doctorado honoris causa, también por la Universidad Nacional en 1985. Entre otros cargos, formó parte de la Comisión de Nuevos Métodos de Enseñanza y el principal auditorio de la Facultad de Ciencias lleva su nombre. Este matemático mexicano falleció en 2004.

Dr. Nabor Carrillo Flores: 1947 – 1953

“Cualquier progreso debe estar cimentado en el proceso científico”

Por Dalia De La Peña Wing

Nació en la Ciudad de México en 1911. Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y posteriormente en Nueva York. Regresó a México para cursar la preparatoria, y más tarde la licenciatura en Ingeniería Civil en la UNAM, donde se graduó en 1939. Entre 1940 y 1942 estudió en la Universidad de Harvard, donde se tituló como maestro y doctor en Ciencias, convirtiéndose en uno de los máximos expertos internacionales en el campo de la mecánica de suelos. Más adelante, se incorporó a la UNAM como investigador y docente.

Con el nacimiento del Consejo Técnico y la Coordinación de la Investigación Científica, decretado en la Ley Orgánica de 1944, se estableció que esta nueva instancia debería ser presidida por un coordinador, quien se encargaría de organizar e impulsar las labores de los institutos del área científica, dentro de los lineamientos generales fijados por el propio Consejo Técnico, al que convocaría y presidiría. El rector Alfonso Caso eligió entonces al doctor Nabor Carrillo Flores para esta tarea. No obstante, aun cuando dicha ley entró en vigor en 1945, la falta de recursos, de mecanismos institucionales y de una organización coherente para poner en marcha las diferentes facetas de la nueva organización, obligó a esperar dos años para que la Coordinación comenzara a operar formalmente. En tanto, Nabor Carrillo desempeñó las tareas correspondientes mediante una Comisión formada para este fin. Finalmente, en 1947 el rector Salvador Zubirán Anchondo designó formalmente a Carrillo Flores como primer coordinador de la Investigación Científica, quien sesionó por primera vez con el Consejo Técnico correspondiente el 17 de febrero de ese mismo año.

La gestión del doctor Carrillo Flores se caracterizó por un impulso a la investigación científica sin precedentes. Hacia 1950, junto con otros científicos, el doctor Carrillo promovió la adquisición, por parte del Instituto de Física, de un acelerador Van de Graaff, el primero en América Latina destinado al estudio de la energía atómica. Años más tarde, con ese mismo grupo de científicos fundó la Comisión Nacional de Energía Nuclear (1956), siendo uno de los responsables directos del inicio de la investigación en física nuclear en la UNAM.

Por otra parte, desde sus primeras sesiones con el Consejo Técnico, Carrillo Flores promovió la integración de los directores de la Facultad de Ciencias y de la Escuela de Graduados al Consejo Técnico de la Investigación Científica. En febrero de 1953, el doctor Carrillo Flores abandonó la Coordinación de la Investigación Científica al ser nombrado rector de la UNAM, cargo desde el cual, profundamente comprometido con el desarrollo de la ciencia, continuó fortaleciéndola cada vez con más brío.

Habiendo sido testigo de la velocidad impresionante con que se construyó Ciudad Universitaria, inaugurada, aunque no totalmente construida, el 20 de noviembre de 1952, durante su gestión se efectuó el traslado y la ocupación de las nuevas instalaciones (1954). A la cabeza de las 157 instituciones de educación superior que había entonces en el territorio nacional, la UNAM era responsable de casi toda la investigación científica desarrollada en el país. En abril de 1953, el Consejo Técnico de la Investigación Científica se trasladó del pequeño local que ocupaba en Puente de Alvarado, al espacio que se le asignó en el piso 14 de la nueva Torre de Ciencias. Análogamente, como jamás se había hecho, los institutos de investigación del área de ciencias fueron dotados de infraestructura, gracias al esfuerzo e interés específicos del rector.

La rectoría del doctor Carrillo Flores trajo consigo que la Junta de Gobierno universitaria se pronunciara en favor de un liderazgo científico para guiar la institución en su nueva etapa. La Ciudad Universitaria permitió integrar físicamente la comunidad de estudiantes y académicos, y proyectó la imagen de una universidad sólida, moderna y de vanguardia. Asimismo, representó la configuración de un nuevo pacto entre la Universidad y el Estado, a través del cual la institución apoyaría las políticas gubernamentales, a cambio de contar con los apoyos requeridos para concretar los proyectos de la institución. De esta manera, en 1954 el Consejo Universitario autorizó la celebración de contratos para profesores e investigadores de tiempo completo, primer antecedente para que, en el futuro, las universidades públicas y los centros de investigación pudieran contar con plantas académicas dedicadas exclusivamente a labores de docencia e investigación.

Gracias a su extraordinario trabajo, la Junta de Gobierno de la UNAM decidió reelegir al doctor Carrillo Flores para un segundo ciclo (1957-1961), convirtiéndose en el primer rector en cumplir dos períodos completos. Su rectoría continuó distinguiéndose por un fuerte impulso a la ampliación de la planta docente y de investigación de carrera. Asimismo, se fundó la Gaceta de la Universidad; se efectuaron numerosas reuniones nacionales e internacionales de carácter científico; en la Facultad de Ciencias se instaló la primera computadora en América Latina; el presupuesto destinado a la investigación alcanzó el equivalente al 10% del egreso universitario; las escuelas de Medicina y de Ingeniería se transformaron en facultades; y se crearon nuevas carreras.
A lo largo de su trayectoria, el doctor Nabor Carrillo recibió múltiples distinciones, como la beca Guggenheim, el Premio Nacional de Ciencias 1957; la medalla “Barón de Humboldt” del gobierno alemán; la Legión de Honor de Francia; así como numerosos doctorados honoris causa de varias universidades nacionales y extranjeras.

Nabor Carrillo Flores falleció el 19 de febrero de 1967 en la Ciudad de México, antes de que pudiera ver concretada la posibilidad de inaugurar el Centro Nuclear que lleva su nombre. Sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres el 28 de enero de 1975; en 1979, la Unión Internacional Astronómica designó un cráter en su honor; se trata del cráter Carrillo, que tiene un diámetro de 17.85 kilómetros, localizado en la parte visible de la Luna, cerca del extremo oriente, en el borde del mar de Smith.

El invaluable legado del doctor Nabor Carrillo Flores perdura como fuente de inspiración en el ámbito de la ciencia y la educación en México.

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