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COVID-19. ¿Qué hemos aprendido? PARTE 1

Por Sandra Vázquez Quiroz

PARTE I

A más de un año de permanecer en aislamiento por la contingencia causada por la COVID-19, desde la academia se hizo un balance sobre lo que hemos aprendido con respecto a este padecimiento. 

La Dra. Susana López Charretón, experta en rotavirus, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, reflexionó en el seminario web “La pandemia actual: ¿Qué hemos aprendido hasta ahora?", organizado por el campus de la Unidad Morelia.

Desde cambiar la forma de vivir nuestro día a día, identificar el comportamiento y estructura del SARS-CoV-2 para desarrollar vacunas, hasta la desinformación, fueron los tópicos que tocó la reconocida científica, recientemente incorporada a El Colegio Nacional.

De entrada, aclaró que el virus no pudo haberse creado en un laboratorio porque existen ancestros de él. Lo que sucedió fue un evento zoonótico, es decir, el coronavirus, que se encuentra en muchas especies de murciélagos, pasó a otra especie, aunque sigue sin identificarse el vector, y de ahí saltó a los humanos.

Los coronavirus afectan a una gran variedad de aves y mamíferos, incluyendo al hombre. Su nombre se debe a que cuando fueron vistos al microscopio electrónico, en 1964, se les figuró ver el halo solar en un eclipse y le pusieron coronavirus. Sabemos de ellos porque se ha estudiado a su familia y son virus que han causado otros brotes de enfermedades: antes de este ya se tenía un reporte de seis de ellos que causan las gripes comunes.

¿Qué hemos aprendido de la enfermedad?

La COVID-19 tiene varias fases, pero la presencia del SARS-CoV-2 puede detectarse en las personas cinco días antes de que comiencen los síntomas, porque el virus se mantiene replicando en la persona cerca de diez días. Los síntomas aparecen de dos a tres días después de tener al virus replicándose en el organismo.

“Reitero que el virus puede detectarse hasta dos o tres días antes de que comiencen los síntomas, es decir, una persona que no sabe que está enferma es muy contagiosa; esta es una etapa que se llama presintomática. Sabemos que el 47% de los contagios suceden por personas presintomáticas; algunas no presentan síntomas y realizan sus actividades sin protección y dispersan el virus; por eso existe este nivel de alto contagio en varias poblaciones del mundo”.

La experta destacó que un 38% de las personas son sintomáticas, es decir, que presentan cuadros con todos los síntomas que describen a la COVID-19: fiebre, tos seca, cansancio, pérdida de olfato, entre otras. Un 6% son asintomáticos, con lo que aunque tengan el virus, no desarrollan síntomas; hay un 9% de probabilidad de que el virus se localice en el ambiente.

La Dra. Susana López destaca que aquellas personas que desarrollan la enfermedad más severa y crítica llegan en un estadio posterior a la replicación viral, esto se debe a una respuesta inmune exacerbada y a que se tiene un cuadro de inflamación muy severa que ataca la pleura y evita surtir de oxígeno a la sangre, pero es un periodo posterior a la replicación viral.

Hoy se sabe que el contagio se da cuando se tuvo contacto con una persona portadora del virus, en cualquier etapa anteriormente mencionada, y que este puede encontrarse en el ambiente; por contacto con superficies contaminadas, pero principalmente a través de aerosoles.

¿Qué sabemos de la estructura del SARS-CoV-2?

Todos los virus son parásitos intracelulares obligados que dependen totalmente de la célula que infectaron para replicarse; en el caso del SARS-CoV-2 su material genético es de ARN en cadena sencilla y está rodeado por una proteína que lo protege, denominada N o nucleocapsis. Alrededor del genoma hay una capa de lípidos dentro de la cual hay otras dos proteínas virales, denominadas E y M, de esa capa de lípidos se proyecta la proteína S o spike.

La proteína spike es la encargada de hacer el primer contacto con la célula que va a infectar. Una vez que spike entra a la célula, usa toda su maquinaria para replicarse y producir más partículas virales.

Spike, explica la científica, va a reconocer a otra proteína denominada receptor de angiotensina, una proteína que se encuentra muy enriquecida en células pulmonares, células cardiacas y en células del aparato digestivo, por eso los síntomas principales de COVID-19 son en estos órganos.

Con base en este conocimiento se han podido diseñar una gran cantidad de herramientas para tratar de controlar esta pandemia. Por un lado, se cuenta con una variedad de sistemas diagnósticos, hay una gran cantidad de tratamientos que están en ensayos clínicos y se tienen avances enormes en vacunas.

Así funcionan las pruebas

Lo primero que se hizo en 2020 fue diseñar pruebas muy sensibles que permitieran identificar a las personas afectadas con el SARS-CoV-2 y, para lo cual, destaca la Dra. López Charretón, hay dos tipos de pruebas, las moleculares y las serológicas.

Las pruebas moleculares son las de PCR, que permiten detectar el virus gracias a la biología molecular por medio del genoma.

Las pruebas moleculares, que son las de antígeno, permiten identificar las proteínas del virus. Si se observa en una muestra que hay genoma del virus o proteínas del virus, se puede saber que la persona está infectada; sin embargo, las pruebas serológicas permiten ver si la persona tiene anticuerpos contra el virus, pero no son diagnósticas.

Para realizar una prueba de PCR se toma una muestra nasofaríngea o a través de saliva del paciente sospechoso, se lleva al laboratorio, se extrae por métodos bioquímicos y se obtiene el genoma viral; posteriormente, este, por métodos enzimáticos, se simplifica de manera específica y en una máquina de PCR en tiempo real se puede leer si está o no el virus; se ve la presencia de fluorescencia, si es que está el genoma viral o la ausencia, destaca la especialista. 

Esta prueba es lenta y cara, y masivamente ha implicado mucho tiempo diagnosticar a las personas, ya que toma más de tres días tener el resultado. 

A mediados del año pasado se desarrollaron pruebas de antígenos que también requieren la toma de una muestra nasofaríngea; este tipo de prueba no busca el genoma viral, sino la presencia de proteínas del virus a través de anticuerpos. El examen contiene anticuerpos contra algunas de las proteínas del virus y si hay una prueba positiva de reacción con los anticuerpos se determina que la persona tiene antígenos del virus y por lo tanto tiene el virus. 

Estas pruebas tienen alta especificidad, no son tan sensibles como la de PCR, pero son de mucho menor costo y más rápidas. En este momento el costo- beneficio se ha balanceado más hacia la rapidez, ya que es más importante saber si una persona tiene el virus para poder aislarla.

En la siguiente entrega, la viróloga mexicana aborda todo lo que hay que saber sobre las vacunas, qué son las quasiespecies virales y cómo combatir noticias falsas.

PARTE 2

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