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El primer mártir de la ciencia

El conocimiento siempre ha generado simpatías y antipatías, y quienes lo han desplegado han tenido admiradores y detractores; no obstante, unos en contra y otros a favor, han contribuido todos finalmente al avance del saber.

por José Antonio Alonso García

El 28 de mayo del año 585 a. de C., Tales de Mileto provocó una gran tormenta de reacciones dispares entre sus conciudadanos al predecir un eclipse de Sol. Tal vez fuera este uno de los resultados de su estancia académica en Egipto. Tales es aceptado hoy como el primer filósofo de la Antigüedad por establecer una explicación racional de los fenómenos de la naturaleza y, de esta manera, trascender la visión mitológica que había regido no solo la religión sino también la cultura griega.
Los filósofos milesios fueron los primeros en prescindir de las explicaciones mitológicas y religiosas de los fenómenos. Con el nuevo pensamiento racional expuesto por Tales, por ejemplo, los rayos dejaban de ser producto de la cólera de Zeus y la peste un castigo de otros dioses. Afirmó Tales aquel día en el ágora que la Luna cubriría al Sol, lo que implicaba que ambos cuerpos eran sólidos y no dioses o entidades sobrenaturales.

Al parecer, nadie ni refutó ni aprobó su predicción; los historiadores posteriores no recogieron en sus crónicas comentario alguno al respecto. Solo era cuestión de esperar algunos días y el tiempo se llevaría las palabras o las consagraría como un axioma de la ciencia filosófica de esos momentos. Tan no se creyó la afirmación de Tales que ese día, ante tal sorpresa celeste, los ejércitos de medos y persas que estaban a media batalla depusieron sus armas al interpretar el hecho como la voluntad de los dioses de que finalizara el enfrentamiento.

Los eclipses se producen por el paso de un astro frente a otro

Más de un siglo después, otros filósofos de la Grecia clásica retomaron este descubrimiento de Tales de Mileto, y fue Anaxágoras de Clazomene el primero que estableció que los eclipses se producen por el paso de un astro frente a otro. Este hallazgo, a su vez, se habría basado en el descubrimiento de que la Luna refleja la luz del Sol, a cargo de Parménides de Elea.

Nacido también en la actual Turquía en el año 499 a. de C., Anaxágoras tuvo la oportunidad de analizar un meteorito, de cuya observación concluyó que los cuerpos celestes están formados por rocas y dedujo, al igual que Tales, que la Luna y el Sol no eran entes divinos, como seguían creyendo sus contemporáneos, sino cuerpos sólidos.
El cosmos se originó, enseñaba Anaxágoras, con una masa de materia en la que todos los elementos estaban mezclados, y sobre la que actuó el nous (intelecto, espíritu) provocando un torbellino en su centro. Como consecuencia de esta intervención de la inteligencia suprema sobre el mundo físico, las sustancias ligeras se separaron de las pesadas, y estas últimas quedaron atrapadas en el centro del huracán hasta formar la Tierra, mientras que el éter ocupó los cielos. Sin embargo, y dada la inmensa violencia del remolino, el éter siguió girando en torno a la Tierra y arrancando de ella pedazos de roca, los cuales originaron la Luna y el resto de los astros.

La “herejía”

Era imposible para los habitantes de las polis griegas de hace 25 siglos creer que el Sol y la Luna solo fuesen un par de rocas gigantes como el meteorito analizado por Anaxágoras. Estas “herejías” contra las creencias populares acabarían por llevar a Anaxágoras a la privación de la libertad, lo que lo señala como el primer mártir de la ciencia, en el primer científico condenado por sus ideas sobre el Sol y la Luna.

Sin embargo, la verdadera razón no fueron sus creencias filosóficas, sino su amistad con Pericles, gobernador de la ciudad de Atenas, pues sus teorías sobre los cuerpos celestes solo eran una artimaña. Los atenienses más descontentos con las políticas de Pericles lo acosaron indirectamente persiguiendo a sus amigos y allegados. Respecto a Anaxágoras, lograron que en el ágora se aprobara una ley que prohibía enseñar teorías sobre los astros distintas a las mantenidas por la religión, según las cuales el Sol y la Luna serían seres inmateriales.

Esto propició la detención del filósofo Anaxágoras en el año 450 a. de C. No obstante, Pericles logró salvar de la prisión a su amigo y maestro, aunque no pudo evitarle el exilio.

El concepto de que la Luna y el Sol son cuerpos sólidos naturales marcó un antes y un después en la ciencia filosófica griega. No obstante, varias décadas después, los dos filósofos más importantes de la Antigüedad, Platón y su discípulo Aristóteles, lo rechazaron al no poder compatibilizarlo con su metafísica. Para ambos pensadores, el cielo debía ser un lugar puro y perfecto, y la fuerza que había originado el mundo debía tener un sentido ético y actuar según lo más conveniente, jamás en la forma de un caótico torbellino del que acabaran surgiendo los astros.

Entre sus muchos alumnos que pasaron a las páginas de la historia se contaron Pericles (gran político del siglo de oro ateniense), Arquelao (maestro de Sócrates), Protágoras (por encargo de Pericles, escribió una constitución para una nueva colonia griega, en la que por primera vez en la historia se estableció la educación pública y obligatoria), Tucídides (considerado el padre de la "historiografía científica" debido a sus estrictos estándares de recopilación de pruebas y de sus análisis en términos de causa-efecto) y Eurípides (uno de los tres –Sófocles y Esquilo– grandes poetas trágicos de la antigüedad).

Después de tres décadas de magisterio en Atenas y ser acusado de impiedad, Anaxágoras se exilió a la ciudad de Lámpsaco, en la costa noroccidental de la actual Turquía, donde un grupo de alumnos mantuvo vivo su magisterio durante una década más y después sus enseñanzas y su memoria para la posteridad.

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