
Era una de las aves más admiradas y valoradas en la época prehispánica. Su vistoso plumaje la inmortalizó en pinturas murales y esculturas de los artistas mayas, quienes la consideraban como encarnación del fuego del Sol.
Y años después, los aztecas imponían como tributo a los pueblos sometidos del sur y del sureste relucientes plumas de esta ave para adornar sus guerreros y religiosos penachos; también las tenían vivas en los aviarios de sus zoológicos. De ello dan fe sus retratos en tres códices coloniales: Dresde, Mendoza y la Matrícula de Tributos.
Dos minúsculas poblaciones
La guacamaya roja, o escarlata, es una de las aves más vistosas y por eso, en nuestro país, ha sido perseguida y capturada para venderla en el comercio ilegal, lo que, aunado a la enorme deforestación de su hábitat, prácticamente ha hecho que desaparezca de la selva tropical húmeda en que siempre habitó. Sobre todo en las últimas tres décadas, ha sido acosada hasta casi su total desaparición, por eso el gobierno federal la consideró “en peligro de extinción”.
Históricamente, en México se extendía desde Tamaulipas hasta Chiapas, pasando por Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Campeche. Hoy solo hay dos minúsculas poblaciones de Ara macao cyanoptera, nombre científico de esta ave: una de apenas 50 individuos en la selva de los Chimalapas y otra de entre 150 y 250 ejemplares en la selva lacandona.
Ante tanto riesgo, unieron esfuerzos dos instituciones de la iniciativa privada, a las que se sumó el Instituto de Biología, para rescatar a esta ave de la extinción.
“Nuestra aportación, básicamente, es de asesoría y consultoría. El parque eco-arqueológico Xcaret, en Quintana Roo, y Acajungla A.C., en Palenque, Chiapas, son entidades que se dedican a la conservación de la flora y fauna en un proyecto enfocado al rescate y rehabilitación de la fauna. Dentro de este esquema, nosotros decidimos participar asesorándolos y guiándolos a lo largo de la ruta que hay que seguir, desde el punto de vista científico, para lograr una introducción exitosa, que no es fácil, especialmente de estas aves, que son tan delicadas”, explica el doctor Alejandro Estrada, del Instituto de Biología de la UNAM, quien colabora en el proyecto desde hace más de cuatro años.



