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María Teresa Ruiz, Hijos de las estrellas, Debate, México, 2017.

Por Yassir Zaráte Méndez

“Uno de los grandes avances de la astronomía de las últimas décadas ha sido descubrir nuestro lugar en el universo”, asienta la astrónoma chilena María Teresa Ruiz, en una fase inicial del viaje en el que se embarca a través de este libro.

De manera sucinta, la doctora en Astrofísica por la Universidad de Princeton hila la historia del universo, y el papel que tenemos en él, uno que es muy modesto, pero significativo.

Ruiz coincide con numerosos científicos, filósofos, historiadores y muchos otros pensadores, que han reconocido la inquieta y curiosa naturaleza humana como un disparador que nos ha permitido desarrollar la arquitectura de nuestra herencia intelectual.

El libro nos hace entender que la astronomía es una suerte de viaje hacia el pasado remoto, ni más ni menos que más de trece mil setecientos millones de años, desde que ocurrió el Big Bang

Destaca que “la exploración del universo es entonces un viaje por el espacio-tiempo: cuando miramos a lo lejos vemos al pasado, y mientras más lejos, más atrás en el tiempo”.

Y como han apuntado otros autores, Ruiz también retoma la estrecha relación que cada ser vivo tiene con los orígenes del Cosmos: “el hidrógeno de las moléculas de agua de nuestro cuerpo se formó en el Big Bang… Aunque parezca increíble, nosotros somos parte íntima de esta historia desde sus comienzos”.

En esa tesitura, un libro sobre el universo debe hacer una parada en la estación de la formación de estrellas. Y en el caso de este libro, la cita está debidamente confirmada. Una vez explicada la génesis del universo, Ruiz se enfoca en la formación de una estrella.

A la sólida exploración del cosmos guiados por María Teresa Ruiz, se debe añadir la profusión de fotografías que acompañan el libro, con un peso similar al del propio texto. A final de cuentas, la astronomía tiene una estrecha relación con la imagen.

El recuento visual incluye a los observatorios y telescopios más relevantes, empezando por los del natal Chile de la autora, un país privilegiado para la observación del cielo nocturno. La edición fotográfica destaca el caso del Cerro Tololo, donde se encuentran entidades como el Observatorio Iberoamericano , que fue “el primer observatorio internacional que se instaló en territorio chileno”.

Como apunta Ruiz, Chile destaca por “la prevalencia de una gran cantidad de noches con cielos despejados y una atmósfera estable (no turbulenta) que permite obtener imágenes muy nítidas”.

Pero esa limpieza del firmamento chileno solo es aprovechable si se cuenta con los instrumentos necesarios, como los potentes telescopios que tachonan el territorio al pie de los Andes. La autora nos recuerda que “El ojo humano hace tiempo quedó obsoleto como herramienta para “ver” el universo”.

En suma, Hijos de las estrellas es una forma breve pero sólida y profundamente documentada sobre la importancia de la astronomía en nuestros tiempos.

El viaje comienza en “un punto cualquiera del universo, sin nada particular que lo distinga de ningún otro”. Y sin embargo, en esta tercera roca del Sol es que nos sentamos a admirar y extasiarnos con el cotidiano y extraordinario regalo que es el firmamento.

El cielo es el límite.

 

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