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Morris, el primer gusano informático

Yassir Zárate Méndez

La noticia se extendió a la velocidad de un contagio. Al parecer, la incipiente red de redes informáticas se encontraba bajo un ataque infeccioso ocasionado por un virus. Era el miércoles 2 de noviembre de 1988. Aquella incipiente red nada tenía que ver con lo que ahora es Internet, pero la alerta por la presencia de un programa malicioso que había infectado miles de computadoras, ocasionó la primera ola de pánico virtual.

Se trataba del Gusano Morris, el primer virus de su tipo de la historia. Su creador, Robert Tappan Morris, lo había diseñado más bien con fines didácticos. Sólo quería saber qué tan grande era la red que conectaba a computadoras de universidades, centros de investigación, gubernamentales… y de las fuerzas armadas. O el menos eso fue lo que le dijo al FBI y al juez que lo sentenció.

 El miedo corrió tan rápido como la propagación del gusano.

Un joven hacker

Robert Tappan Morris tenía 23 años cuando escribió el programa malicioso que lo haría célebre. En más de un sentido el joven se ajustaba a la versión estereotipada de los hackers: tímido, retraído, sumamente introvertido. Sólo era feliz cuando estaba frente a su computadora.

Era hijo de Robert Morris, a su vez coautor de UNIX, un sistema operativo portable, multitarea y multiusuario. Morris padre fue jefe del Centro Nacional de Informática de Baltimore. Esa cercana vinculación con la computación, que prácticamente se respiraba en el hogar de los Morris, sería definitiva en la formación de Robert Tappan, quien era conocido como RTM en el mundillo de los hackers.

Desde pequeño, RTM recibió el estímulo de su padre para desarrollar las habilidades intelectuales que poseía.

Una reseña del diario español El País refiere que el joven fue incitado por su padre a “fabricar complicadas maquetas de aviones a los cuatros años. A los nueve le dio libros de la revista Scientific American y a los 15 le facilitó las claves de los análisis técnicos de computadora, que le sirvieron, a los 18, para impresionar a los profesores del curso preuniversitario en la universidad de Harvard por su talento para acceder y utilizar las redes informáticas”.

Gracias a esa temprana estimulación, RTM se pudo matricular en la Universidad de Cornell, donde cursó Ciencias Informáticas y fue aceptado porque “tenía la reputación de ser un buen hacker”. La serpiente siempre acaba mordiéndose la cola.

En La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, Pekka Himanen asienta que “Desde la época del MIT [Massachusetts Institute of Technology], en la década de 1960, el típico hacker viene despertándose de la siesta a primera hora de la tarde para poder a trabajar con entusiasmo, y persevera en sus esfuerzos, profundamente inmerso en la codificación, hasta altas horas de la madrugada”.

El cine se ha encargado de esparcir aún más esta imagen, a veces hasta deformarla y volverla un estereotipo. Quizás ahora mucho más glamurosos, los hackers no han perdido una gota de su interés por introducirse “en los hogares ajenos a través de las computadoras”. Y no solo en los hogares ajenos, como demostró el programa malicioso creado por Morris.  

El jueves negro

Las primeras señales de la infección se dieron durante la tarde del 2 de noviembre. El gusano Morris, creado para transmitirse de computadora en computadora conectadas a la incipiente red, se había aprovechado de varios fallos en los sistemas de seguridad para replicarse. Lo peor llegaría horas más tarde.

El jueves 3 de noviembre de 1988 pasaría a la historia como el “jueves negro” de la informática. El primitivo ataque del día anterior iba a cobrar dimensiones insospechadas.
Una a una, las computadoras enlazadas a través de ARPANET (Advanced Research Projects Agency Network), el antecedente directo de lo que ahora conocemos como Internet, se vieron asoladas por el programa escrito por RTM. Un sudor frío sacudió a más de un funcionario. Lo que muchos pensaban sólo era un mal sueño, se veía ahora convertido en una certeza, una paradójica realidad virtual.

Computadoras de la NASA, el Pentágono, de las universidades de Berkeley, Stanford y Princeton, del MIT y hasta de la red de la defensa nacional, conocida como MILNET, formaron parte de la lista de nodos infectados por el gusano Morris.

Al final de la jornada, al menos seis mil ordenadores resultaron afectados, generando pánico, traducido en la desconexión de computadoras de ARPANET. Y aunque en términos monetarios el contagio tuvo un bajo impacto, el miedo generado dejó una herida profunda.

Como en la Unión Americana pervive la ilusión del castigo a los culpables de algún delito, RTM no salió indemne del episodio. La justicia estadounidense declaró culpable al joven hacker de violar la Ley de Fraude y Abuso, promulgada sólo un par de años antes. Su condena consistió en someterse a tres años de libertad condicional, 400 horas de servicio comunitario y una multa de diez mil dólares.

Sin embargo, una vez superada la sanción, Robert Tappan fue uno de los cofundadores de la tienda en línea Viaweb; además, se doctoró en ciencias aplicadas por la Universidad de Harvard y acabó enseñando computación en el MIT.

Morris, The Worm

¿Pero qué era el Gusano Morris? De entrada, un gusano es un código informático capaz de copiarse a sí mismo, como hacen ciertos gusanos biológicos. Al autorreproducirse, este programa maligno (o malware, si prefieren el término en inglés) colapsa literalmente a la computadora huésped.

Antes incluso de acabar con el equipo infectado, ya están buscando un nuevo nicho para reproducirse, a través de las redes a las que se encuentra conectado el ordenador atacado.

Los gusanos informáticos se aprovechan de algunas fallas o deficiencias en los sistemas operativos o de seguridad para incrustarse en las computadoras.

El Gusano Morris fijó el paradigma para este tipo de malware. “El virus electrónico creado por el joven Robert tiene un efecto paralizante, lo que significa que el brazo armado de la Unión está adormecido desde que Robert dio rienda suelta a su microbio electrónico”, relató la prensa al consignar lo hecho por RTM.

La criatura virtual creada por el joven hacker tuvo la fuerza suficiente como para evocar una figura que hasta ese momento se había reservado sólo para los cracks bursátiles: “un día negro”, en este caso un jueves negro, el del 3 de noviembre de 1988, que puso a temblar la estructura en construcción que ahora conocemos como Internet. De hecho, la aparición del Gusano Morris orilló a la creación del Equipo de Respuesta de Emergencia, apenas un mes después del incidente.

Desde entonces, otros genios de la informática han generado cualquier cantidad de virus, gusanos, troyanos y demás programas malignos que todos los años ocasionan pérdidas por millones de dólares, mantienen en vilo a los internautas… y vuelven cada vez más ricos a los que han hecho de la Red un negocio.

El Sistema tiene en su corazón la semilla de su propia catástrofe.

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