Nuestra reserva en riesgo

Por Sandra Vázquez Quiroz
Basura, ruido, vandalismo e incendios son solo algunos de los factores que ponen en riesgo a la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA), al sur de la ciudad de México.
La Secretaría Ejecutiva de esta área natural se dio a la tarea de publicar el primer Atlas de riesgos de la reserva, con motivo del trigésimo aniversario de la declaración de esta zona como Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, con la finalidad de que este libro pueda servir como un instrumento primordial en la visualización de los peligros ambientales y de las zonas vulnerables que la amenazan.
Los focos rojos
Once son los focos que se encuentran encendidos dentro de la reserva; ignorar que existen ciertos riegos podría derivar en la pérdida total o parcial de la flora y fauna dentro de la REPSA.
¿Pero qué o quiénes la han puesto en peligro? En primer término se debe señalar la acumulación de residuos orgánicos y de basura; a esto hay que agregar la presencia sistemática de personas ajenas a Ciudad Universitaria (CU), la contaminación lumínica, el ruido, los incendios, las instalaciones, como cafeterías, que se asientan dentro de la reserva, la extracción de roca en las canteras, obras y construcción, así como la fragmentación del ecosistema mediante el uso de la bardas. En tres palabras, la acción humana.
Otro asunto que pone en riesgo al sitio, considerado como último relicto o remanente del ecosistema del Pedregal, es la fauna feral, cuya presencia representa un riesgo de salud pública, porque se convierte en un trasmisor de enfermedades, ataca a la fauna nativa, e incluso agrede a los paseantes. El atlas ofrece mapas específicos donde se encuentran este tipo de animales.
En particular, se subraya la presencia de perros y gatos, cuya población ronda el medio millar dentro de la reserva.
La prevención de incendios cobra gran importancia para la REPSA; Las conflagraciones aumentan durante la época de estiaje y se han convertido en uno de los riesgos que más afectan el área, pues es durante ese periodo cuando la reserva se vuelve mucho más vulnerable. En el atlas se destaca que por cada individuo de zacatón (planta muy abundante en la REPSA) que se quema, se reduce el hábitat de alrededor de 158 especies, mientras que por cada tlacote (arbusto) se acaba con parte del espacio de 235 invertebrados, los más pequeños representantes de este ecosistema.
El manejo de la reserva es complejo, pues se encuentra dentro de un socioecosistema, donde se combinan elementos bióticos, abióticos, sociales, y toda una red de interacciones y procesos que se efectúan dentro del campus universitario, privilegiado por tener dentro de sí una reserva como la del Pedregal de San Ángel.
Voces por la REPSA
Recientemente, un grupo de académicos se reunió para dar a conocer el Atlas de riesgos de la REPSA y cuenta de los peligros que la acechan.
En la Facultad de Ciencias se dieron cita biólogos, ecólogos, geógrafos, divulgadores y juristas, quienes coincidieron en que esta nueva obra servirá para futuras investigaciones. Además de que ofrece un marco histórico, es auténtica y cumple con todos los requisitos de un atlas de riesgos.
La investigación se sustenta en el trabajo desarrollado por el doctor Antonio Lot Helgueras (Instituto de Biología), actual secretario ejecutivo de la REPSA, y por los académicos Marcela Pérez Escobedo y Guillermo Gil Alarcón (Facultad de Ciencias), Saúl Rodríguez y Pedro Camarena (Facultad de Arquitectura), quienes exponen algunas de las prácticas que deben evitarse dentro de la reserva para fomentar su conservación.
Una de las recomendaciones mejor acogidas por los expertos la formuló el doctor César Nava Escudero, especialista en derecho ambiental del Instituto de Inves-tigaciones Jurídicas, quien instó a formular leyes en torno a la REPSA para dotarla de certeza jurídica y sancionar a quien las transgreda. “Solo así se podría garantizar la preservación de las 237 hectáreas que la conforman, por lo que esta debería ser una de las primera acciones a emprender”, advirtió el abogado.
Por su parte, el doctor Víctor Sánchez Cordero, director del Instituto de Biología de la UNAM, celebró que contrario a lo que sucede con otras reservas, la del Pedregal ha ganado terreno en lugar de perderlo, ya que en 1983 ocupaba 124 hectáreas, para 1997 se lograron tener 172 y en 2005 se extendió a 237 hectáreas, que son las que se mantienen actualmente.
Rosaura Ruiz, directora de la Facultad de Ciencias, destacó la importancia de la obra como un medio para concientizar a la gente de que la reserva forma parte del patrimonio natural de todos los mexicanos y así debe valorarse.
¿Por qué es importante cuidar la REPSA?
La Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel está considerada como una reserva natural de carácter urbano, que evolucionó dentro de un terreno pedregoso luego de la erupción del volcán Xitle, hacia el año 300 de nuestra era, y que desde entonces ha dado cabida a flora y fauna endémicas de la zona.
Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX el área comenzó a perder su estado de conservación y tuvo dos grandes fragmentaciones. La primera se debió a la construcción de Ciudad Universitaria, y la segunda fue la edificación de la zona residencial Jardines del Pedregal, en la década de 1950.
Desde entonces la zona ecológica forma parte del patrimonio natural de la Universidad, y es de los pocos ecosistemas naturales que sobreviven en el Distrito Federal, lo que le otorga una característica única.
Entre varios de sus atributos destaca, por ejemplo, que el suelo donde está asentada capta cada año cerca de 2 millones de litros de agua, cantidad suficiente para abastecer a 14,000 habitantes de la capital del país.
Además, funciona como un refugio de flora y fauna silvestre. De esta última, hay un registro de más de de 33 especies de mamíferos como tlacuache, cacomixtle, conejo, zorrillo, zorra gris y ardillón, entre otros. Por lo que respecta a la flora, hay cerca de 279 especies; las hierbas son la forma dominante, se encuentran 48 especies de arbustos y 10 especies de árboles.
La erosión e impacto al suelo del Pedregal se ha debido, en particular, a la extracción de roca volcánica, que ya no se lleva a cabo en el área de la reserva desde 1994.
¿Qué paso hace 30 años?
Ciudad Universitaria ha sido albergue de numerosas y diversas manifestaciones artísticas y de protestas juveniles que se han congregado para apoyar un objetivo. Hace treinta años, un grupo de estudiantes y profesores, en su mayoría de la Facultad de Ciencias, alzaron la voz y propusieron medidas de protección para evitar la destrucción de la REPSA.
En 1983 su demanda fue atendida por el rector en turno, Octavio Rivero, y fue gracias a su visión que se logró reconocer a la reserva como una “zona ecológica inafectable”.
En junio de 2005 se presentó otro acuerdo, por medio del cual se rezonificó, incrementó y delimitó la zona que se conoce actualmente como Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel.
Hoy, a seis lustros de aquella iniciativa estudiantil, se decidió plasmar en un libro los riesgos bajo los que se encuentra el área natural.
Un gran reto
Los números son claros: en CU hay una población que puede llegar hasta las 166,474 personas, entre académicos, trabajadores y estudiantes, a lo que se suma una población flotante diaria de 100,000 personas, además de que circulan todos los días aproximadamente 23,000 taxis. En esta numeralia, cabe destacar que hay cerca de 120 estacionamientos, un parque vehicular de 1,547 autos propiedad de la UNAM y cerca de 70,000 automóviles particulares.
Ante ello, el atlas expone que debe haber una mayor coordinación y comunicación entre las entidades responsables del funcionamiento y seguridad del campus, aunque una gran contribución se daría por parte de las más de 166,000 personas que conviven a diario en este sitio, si se quiere seguir siendo ejemplo de una pequeña ciudad dotada de modernismo arquitectónico y urbanístico, ingeniería, paisajismo y bellas artes, características que sobresalen dentro de un espacio único, declarado por la UNESCO desde 2007 como Patrimonio de la Humanidad.



