Por qué mueren los árboles
Especialistas de la UNAM lideran un proyecto de alcance planetario, que busca entender por qué están muriendo los árboles. La investigación apunta hacia el cambio climático como el responsable de esta situación.

por Yassir Zárate
Al momento de redactar este artículo, en algún lugar de Sudáfrica, el doctor Mark Olson, del Instituto de Biología de la UNAM (IB), se encuentra haciendo labor de campo. ¿La razón?: dar continuidad a un proyecto con varios años en progreso. Olson, quien encabeza un equipo internacional de investigadores, se ha dado a la tarea de entender y explicar las razones por las cuales los árboles están muriendo.
Las desventajas de ser altos

“Un enfoque muy importante en mi laboratorio es precisamente tratar de entender por qué estamos observando estos grandes eventos de mortalidad forestal a nivel mundial”, apunta el investigador.
En México se están perdiendo millones de hectáreas de bosque. “Se están muriendo los árboles, incluso aquellos alejados de las ciudades”, agrega el doctor Olson.
Aunque los datos recabados apuntan hacia el cambio climático como el factor principal de esta mortandad, acota que podría haber otros aspectos que aún deben estudiarse para entender su incidencia en el fenómeno. Por ejemplo, los hongos, los insectos y los incendios son elementos que contribuyen. Queda por precisar cuál es exactamente su papel.
Sin embargo, la relación estructura-función en la anatomía de los árboles estaría detrás de la problemática.
“Los tubitos que transportan agua desde las raíces hasta las hojas, fallan. Se introducen burbujas que impiden el flujo de agua. Estamos desarrollando teoría y prácticas nuevas que ayudan a explicar por qué se están dando ahora estos eventos de mortalidad y dirigiéndonos hacia intervenciones para volver más resistentes a los árboles”.
El peso de los seres humanos
¿La acción humana sería responsable de esta mortandad?, preguntamos al investigador originario de California, pero con varios años colaborando en el Instituto de Biología.
“Nuestro trabajo no está indicando la causa del cambio climático. Está diciendo qué es probable que vaya a pasar en el futuro y cuáles son nuestras opciones para evitar estos eventos de mortalidad. Según nuestro entendimiento, sí es muy congruente la evidencia de que estudios en laboratorio si el bióxido de carbono sí parece un gas de efecto invernadero, sí estamos quemando cantidades enormes de energías fósiles, que están liberando mucho CO2. Hay muchas cosas congruentes con la hipótesis de que sea antropogénico el cambio climático. Nuestra investigación no examina directamente eso”, explica a detalle el también académico.
Olson asienta que él y su equipo de trabajo se han dado a la tarea de tratar de entender por qué están muriendo los árboles, con el cambio climático y qué podemos hacer para minimizar esa mortalidad.
Fenómeno global
La situación se repite en varios puntos del planeta, acota el doctor Olson. De ahí su interés por hacer el trabajo de campo en Sudáfrica.
“Estos eventos están en todo el mundo y de hecho nuestro muestreo ha sido global. Hemos tratado de levantar pruebas en todo el mundo, pero, una vez más, México sirve como un laboratorio para entender todo el proceso, gracias a su extraordinaria diversidad”, destaca el investigador del IB.
Entre las consecuencias directas de la muerte de los árboles se encuentra la pérdida de cobertura forestal, lo que deriva en el cambio en el uso del suelo. De hecho, al remover bosque, el carbono, que estaba almacenado en el tronco de los árboles, se libera a la atmósfera, lo que se convierte en otra fuente de bióxido de carbono.
De este modo, no solo el uso de energías fósiles genera un impacto. “Incluso en la selva o en el bosque realmente no perturbado, estamos observando estos eventos de mortalidad. Son estas cosas que estamos tratando de entender nosotros”, adelanta.
Parte de los resultados generados por el doctor Olson y su equipo se publicaron en la revista Proceedings of the National Academy of Science of The United States of America. Ahí se establece que “las sequías ocasionadas por el cambio climático están acarreando la muerte de los árboles. La situación es preocupante porque, en muchos casos, los árboles dañados son los más grandes, altos y viejos, y los que producen más hojas, frutos y semillas en los ecosistemas. Su pérdida afecta de manera desproporcionada el funcionamiento de los bosques”.
El trabajo, que incluyó a Diana Soriano, también del Instituto de Biología, y Julieta A. Rosell, del Instituto de Ecología de la UNAM, identifica que “son los conductos que transportan agua desde las raíces hasta las hojas la clave para la respuesta de la mortalidad. Se muestra que las plantas más grandes requieren conductos más anchos: las distancias de transporte de agua son más largas, y aquellos que lo son permiten que ese recorrido sea más eficiente. Sin embargo, los conductos más anchos son más vulnerables a la formación de embolias de gas, lo que puede ocurrir cuando hay sequía. Las embolias bloquean el flujo de agua, matando a las hojas, las ramas y a menudo a todo el árbol; este mecanismo finalmente explica el enigma de por qué los más altos son más sensibles”.
Para confirmar estos planteamientos, se han apoyado en la colaboración de investigadores de otras latitudes, como Argentina. Así hasta sumar más de 500 especies de árboles y arbustos de diferentes puntos del planeta. De ahí su interés por investigar en Sudáfrica, para robustecer sus hipótesis.