Rosalyn Sussman Yalow

“Cocina, limpia y gana el Nobel”, fue el encabezado que la revista Family Health empleó para anunciar el tan codiciado premio concedido a Rosalyn Yalow en 1977, en la categoría de Medicina.
Con un título similar, la doctora en química y divulgadora científica Valeria Edelsztein publicó un libro que la hizo acreedora en 2012 al primer lugar del Concurso Internacional de Divulgación Científica Ciencia que ladra, Científicas: Cocinan, limpian y ganan el Premio Nobel (y nadie se entera).
De acuerdo con los editores, el libro detalla las contribuciones más importantes realizadas por las mujeres a lo largo de la historia, pero que muy pocas personas conocen. Y es que pese a que durante muchísimo tiempo al sexo femenino no le fue permitido estudiar o enseñar en las universidades, pertenecer a instituciones científicas o simplemente satisfacer la humana necesidad de aprender sobre el mundo “porque sí”, hubo mujeres que se las ingeniaron para dejar su huella en la ciencia1. Una de ellas fue Rosalyn Yalow.
Aunque el encabezado de “cocinar, limpiar y ganar el Nobel” no intentaba ser peyorativo para ella, sí refleja la concepción que el mundo tenía de la mujer casi a fines del siglo XX, denotando que su sitio era el hogar.
Rosalyn Yalow, para quien el papel de madre y esposa no estaba reñido con el de ser una científica profesional, durante su discurso de aceptación del Nobel afirmó que “Aún vivimos en un mundo en donde una fracción significativa de su gente, incluyendo a las mujeres, piensa que la mujer pertenece –y quiere pertenecer– exclusivamente al hogar… el mundo no puede permitirse la pérdida de los talentos de la mitad de su población, si es que queremos resolver muchos de los problemas que nos aquejan”2.
Esta es una de las sentencias más trascendentes que haya pronunciado una mujer durante las múltiples ceremonias de entrega “del premio de premios”, instituido en 1901 por voluntad de Alfred Nobel.
Tenaz, con carácter y determinación
Fue la primera mujer estadounidense y segunda en la historia de los Nobel en recibir dicha distinción por sus logros en el campo de la medicina.
Nació el 19 de julio de 1921 en el neoyorkino barrio del Bronx, donde permaneció toda su vida, a excepción de la época en la que estudió en la Universidad de Illinois.
“Quizás entre los recuerdos más tempranos que tengo de mi infancia está el de haber sido una niña tenaz, con carácter y determinación”, relató en alguna ocasión.
Una anécdota, registrada en el libro Nobel Prize Women in Science: Their Lives, Struggles, and Momentous Discoveries, de Sharon Bertsch McGrayne, da buena cuenta del carácter de Rosalyn. Resulta que su hermano cursaba el primer año de escuela, y en una ocasión la profesora le dio un reglazo; el pequeño rompió en llanto y vomitó. Cinco años más tarde, cuando Rosalyn entró a la escuela y cursaba el primer año, la misma maestra arremetió contra la niña. A diferencia de su hermano, Rosalyn devolvió el golpe. Cuando en la dirección se le interrogó a qué se debía su conducta, explicó que había estado esperando por años para vengar a su hermano3.
Más que reprender el espíritu contestatario de Rosalyn, sus padres lo elogiaron. De hecho, mandaron hacer una foto de la pequeña de cinco años con unos guantes de box y la colgaron en el parque. En la imagen Rosalyn aparece en una actitud amenazante y su hermano mayor tumbado en el suelo, como si apenas hubieran tenido una gran pelea. La foto se arrugó y se fue borrando con el tiempo, pero la doctora Yalow siempre la mantuvo a la mano y durante las entrevistas comentaba: “esta es la actitud que me dio la posibilidad de dedicarme a la física”4.
Un nuevo procedimiento
Esta actitud osada y asertiva la impulsó a inventar, junto con Solomon A. Berson, una técnica que revolucionó el campo de la endocrinología. Por primera vez, los médicos pudieron tratar desórdenes hormonales tan importantes como la diabetes.
Gracias al procedimiento del radioinmunoensayo (RIA), que usaba el isótopo radiactivo del yodo para estudiar procesos del sistema inmune, los niños con problemas de talla pudieron ser tratados con la hormona del crecimiento; los bebés recién nacidos se sometieron a una prueba que evitara el retraso mental debido a la inactividad de la hormona tiroidea; los bancos de sangre pudieron ser monitoreados para evitar enfermedades mortales; a las parejas infértiles se les pudo determinar la carencia de hormonas sexuales; a los fetos monitorear para evitar deformidades como la espina bífida; y se pudo verificar si en la sangre había presencia de alguna droga.
El trabajo de Yalow y Berson fue una combinación de inmunología, matemática y física, aunada a la investigación de radioisótopos, lo que dio origen a una ciencia nueva, la neuroendocrinología5.
Forjadora de su propia historia
Yalow fue artífice de su propio virtuosismo científico, ya que ninguno de sus progenitores llegó a cursar la educación superior, mucho menos un grado universitario.
La madre, Clara Zipper, fue llevada a Estados Unidos a la edad de cuatro años, procedente de Alemania. El padre, Simon Sussman, nació en el lado Este de Nueva York, conocido como el crisol o Melting Pot para los inmigrantes del Este de Europa. En sus memorias, Rosalyn narra que fue una lectora temprana. Incluso ya había aprendido a leer antes de entrar al jardín de niños, y dado que no contaban con libros en su casa, su hermano mayor, Alexander, era el responsable de sus “viajes a la biblioteca pública cada semana para intercambiar libros que ya habíamos leído por otros nuevos”.
La regla para ser integrante de la biblioteca era poder leer una frase y firmar con su nombre.
“Todos mis amigos aspiraban a poder lograrlo tan pronto como fuera posible. Cuando llegamos a cumplir los cinco o seis años, la mayoría de nosotros ya pertenecía a la biblioteca”6.
Fue al colegio y a la universidad por iniciativa propia y con el apoyo de sus padres, que siempre valoraron la educación. Y así Yalow lo expuso en el primer párrafo de su discurso por el Nobel: “Ninguno tuvo la ventaja de poder ir a la escuela secundaria pero nunca hubo duda de que sus dos hijos irían a la universidad”.
Gracias al apoyo de su padre, Rosalyn nunca se vio impedida a realizar las mismas cosas que los varones. De hecho, la animaba a emprender cualquier cosa que los hombres pudiesen hacer. “Cuando Rosalyn contaba con apenas ocho años de edad ya había decidido casarse, tener niños y llegar a ser una gran científica”7. Al cursar la educación superior se daría cuenta de que esto era algo difícil de compaginar dentro del mundo de la academia.
El interés de Yalow por la investigación médica se despertó temprano. Se graduó de preparatoria en 1937, cuando apenas contaba con 15 años; entonces sus padres le aconsejaron dedicarse a la enseñanza como “era lo que las chicas inteligentes judías de los años treinta hacían”8. En contraste, a los varones se les solía impulsar para que llegasen a ser abogados o doctores.
Vida universitaria
“Yalow quería desesperadamente asistir a la escuela de medicina, pero sabía que no sería aceptada. Las escuelas estadounidenses de medicina impedían el acceso de varones judíos, por lo que no dejarían que se matriculara una mujer”9. Incluso si hubiera sido aceptada, tendría que superar el coste de la matrícula. Sin embargo, eso no fue un obstáculo para estudiar, ya que sus buenas calificaciones le permitieron entrar al Hunter College, considerado en aquel entonces como el centro universitario más competitivo para mujeres.
Dado que no podía entrar a medicina, estudiar física era su segunda opción. De hecho, en una entrevista que McGrayne le hizo a Yalow, contó que cuando estaba en Hunter College no era difícil escoger la materia principal. “A fines de los años treinta, la física, y en particular la física nuclear, era el campo más emocionante que existía”.
“En 1939 la fisión nuclear fue descubierta por Lise Meitner, Otto Hahn y Fritz Strassmann. Cuando Enrico Fermi, el legendario científico italo-americano ofreció un coloquio en la Universidad de Columbia sobre el nuevo descubrimiento, todos los físicos de Nueva York quisieron asistir, y Yalow compitió desesperadamente por ganar un lugar.
Prácticamente en el techo desde las filas superiores del auditorio, Yalow pudo escuchar a Fermi explicar que un núcleo atómico se podía dividir y liberar energía. Así que la fisión nuclear no solo podía resultar en bombas atómicas, sino en radioisótopos que ella eventualmente utilizaría en el campo de la investigación médica”10.
Durante su último año de carrera, aceptó un trabajo de medio tiempo como secretaria en la escuela de medicina de la Universidad de Columbia, en el entendido de que a cambio de aprender taquigrafía, podría tomar algunos cursos de ciencia.
Finalmente, en 1941, a los 19 años, se graduó con honores en física y química del Hunter College.
Ciencia y guerra
La llegada de la Segunda Guerra Mundial favoreció a Yalow, ya que la llamada al frente ocasionó que muchos jóvenes se fueran a combate, y antes que cerrar sus puertas, las universidades prefirieron admitir a mujeres estudiantes. Así fue como en el verano de 1941 recibió una beca para enseñar física en la Universidad de Illinois. Cuando llegó allí, el decano de la Facultad de Ingeniería la felicitó por tratarse de la primera mujer en ser aceptada en la escuela de ingeniería desde 1917.
Aunque las mujeres no estaban calificadas para enseñar a los ingenieros, la movilización estadounidense tras el ataque japonés a Pearl Harbour, que casi dejó sin hombres a los estudios universitarios de física, aunado a la llegada de jóvenes de la armada y la marina apoyados por el gobierno, para recibir entrenamiento, hizo que el departamento finalmente permitiera que Yalow enseñara a los ingenieros.
Para ese entonces Rosalyn ya había conocido a su futuro marido, Aaron Yalow, un aspirante a físico nuclear quien también hacía su investigación bajo la guía de Maurice Goldhaber, futuro director del prestigiado Laboratorio Nacional de Brookhaven. Aaron fue clave en su vida ya que siempre la apoyó a lo largo de su carrera.
En enero de 1945, Rosalyn Yalow se doctoró en física y volvió a Nueva York. Tanto ella como Aaron necesitaban un trabajo como físicos nucleares. Aunque ella no encontró ninguna posición en ese terreno, sí lo hizo como ingeniera, lo que la convirtió en la primera mujer de esta especialidad en el Federal Telecommunications Laboratory.
Más adelante regresó a Hunter College a impartir clases. Pero debido a que allí no había facilidades para la investigación, y Rosalyn no estaba poniendo en práctica sus conocimientos como física nuclear, se vio en la necesidad de buscar otro campo de acción, como la física médica, en donde el uso de radioisótopos se empezaba a aplicar para la investigación científica.
De este modo, en 1947 llegó al Veterans Affaires Medical Center, en el Bronx, donde sí pudo desarrollar con éxito sus investigaciones. “A los 26 años, la joven logró transformar un cuarto de limpieza en uno de los primeros laboratorio de radioisótopos de Estados Unidos”11.
Siempre rodeada de físicos hombres y oficiales militares, Yalow estaba convencida de que las mujeres tienen que hacer más esfuerzo que los hombres para conseguir el mismo grado de éxito, realidad con la que se debe vivir y adaptar.
![]()



