Seis décadas entregadas a la química

A Alfonso Romo de Vivar Romo lo anima un deseo incesante por entender las estructuras moleculares de las plantas de México.
A principios de los años cincuenta, el ahora investigador emérito del Instituto de Química de la UNAM (IQ) comenzó a estudiar la planta Helenium mexicanum, conocida como chapuz, que al ser consumida por el ganado vacuno impregnaba un fuerte sabor amargo a la leche. Romo de Vivar logró aislar seis sustancias de esta planta, a las que nombró con las primeras letras del abecedario (A, B, C, D, E, F), aunque a la postre fueron renombradas como mexicaninas.
Esta labor inició en los laboratorios instalados en los pisos 11 y 12 de la antes Torre de Ciencias, y hoy continúa en las nuevas instalaciones del Instituto de Química, con equipo moderno y eficiente que facilita las investigaciones sobre la química de la flora mexicana.
En los años sesenta, el trabajo de Romo de Vivar y de su equipo se enfocó en el estudio de las lactonas sesquiterpénicas, del que se derivaron contribuciones significativas para el conocimiento de productos naturales. Posteriormente, Romo de Vivar logró la corrección de la estructura de la heleanina, cuyo arreglo se realizó también en el IQ.
Otras sustancias aisladas y caracterizadas más recientemente por Romo de Vivar son los alcaloides pirrolizidínicos de las plantas venenosas endémicas de México, agrupadas en la sección mulgedii folii del género Senecio. Actualmente estudia sesquiterpenos de plantas silvestres, a las que se les determinó su estructura y propiedades biológicas.
Su investigación ha sido citada en una gran variedad de libros de química, además de que hay varios títulos de su autoría, como Química, Universo, Tierra y vida y Química de la flora mexicana. Investigaciones en el Instituto de Química, UNAM. Las cerca de 2,000 citas nacionales e internacionales dan cuenta de sus investigaciones, además de generaciones de químicos que se deben a su tutela.
La constancia en su quehacer parecía arrojar en el químico experimental una nueva luz cada década. En los años setenta encontró que las semillas de varias especies del género Yucca poseen glucósidos esteroidales, y que podían transformarse en sustancias con mayor valor agregado. Observó que la semilla podría aprovecharse de manera integral para obtener aceite comestible y algunos esteroides. El resultado de este trabajo demostró la forma de explotar racionalmente una especie vegetal, al tiempo que en 1979 obtuvo la patente 139297.
El pasado 27 de enero, el Instituto de Química rindió un homenaje a la trayectoria de quien a lo largo de sesenta años ha contribuido al conocimiento de parte de la flora mexicana.
Alfonso Romo de Vivar Romo es un científico en activo que puede ser visto cada mañana descendiendo de su auto, que él mismo maneja, para entrar al Laboratorio de Productos Naturales en el IQ, y hacer frente a nuevos retos.
Una de sus contribuciones más recientes la hizo apenas hace un año, junto con Kita Yuko y Annick Daneels, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, a quienes ayudó a identificar componentes orgánicos en el material de las pirámides de tierra cruda del sitio arqueológico de La Joya, en San Martín Garabato, Veracruz.
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Por Sandra Vázquez Quiroz sandrav@cic.unam.mx



